24. Pequeña advertencia

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Te veo en tu casillero antes de que inicien las clases.

Releo el mensaje de Sebastian mientras entro caminando al edificio de aulas.

No sé si esto sea bueno o malo, ya que Zach es quien siempre me espera allí para ir a clases. Pero es bastante grande mi sorpresa cuando al acercarme el único que está allí es Sebastian, cruzado de brazos.

El estribillo de Red de Taylor Swift está sonando en mis audífonos mientras me acerco a él quien al percatarse de mi presencia, sonríe de esa manera tan característica, que en este momento hace que mi corazón se acelere. Y no sé si se deba a lo guapo que luce, a que sus ojos se concentran solo en mí o al hecho de que la letra de la canción parece resumir un poco mis confusos sentimientos hacia él.

—Hola —saludo cuando ya estoy lo suficientemente cerca deshaciéndome de mis audífonos.

Sebastian termina de caminar los pasos que nos separan y me rodea con sus brazos. Con uno en mi cintura y el otro en la parte baja de mi cabeza me atrae hacia su cuerpo y une nuestros labios en un beso corto pero intenso que no hace nada por aminorar la velocidad con la que mi corazón late. Todo lo contrario, lo acelera todavía más.

—Buenos días —canturrea separándose.

Abro mis ojos segundos después sintiendo mis labios hinchados, incapacitándome para decir algo más. El beso ha roto el canal entre mis pensamientos y mi capacidad para hablar.

Sebastian vuelve a sonreír de manera engreída mientras acomoda mis gafas.

—Cualquiera diría que te ha comido la lengua el ratón, sin embargo, acabo de saborearla, así que no, definitivamente está allí. —Siento mis mejillas enrojecer a causa de su comentario ocasionando que él ría—. De verdad me gusta cuando te son rojas.

—Ya lo noté —musito mientras me concentro en abrir mi casillero.

Sebastian aplaude, atrayendo aún más la atención sobre nosotros.

—Te dije que sabía que tu lengua seguía allí. —Sonríe guiñándome un ojo.

Quiero golpearlo, mas termino sonriendo sin remedio.

Es exactamente lo que le dije a Zach ayer: puede sacarme de mis casillas, pero hay algo en él, un magnetismo que me mantiene a su lado.

—No acostumbro recibir esa clase de besos tan temprano —confieso mientras busco mis libros dentro de mi casillero.

—Ni yo suelo darlos, pero te dije que no eras un ligue más y yo...

—Nunca mientes —finalizo su oración haciéndolo sonreír.

—Parece que ya me vas conociendo mejor.

—Estoy en la punta del iceberg. —Cierro mi casillero y comienzo a caminar en dirección a mi primera clase.

—Puedes ir más profundo siempre que quieras —sugiere provocador, caminando a mi lado—. Esta noche por ejemplo, podríamos salir.

Le sonrío, sacudiendo mi cabeza.

—Me encantaría, pero... —Dejo la frase inconclusa.

—Mierda, sí, es cierto. Estás castigada por mi culpa.

Anoche, después de cenar, Sebastian me llamó por teléfono. Fue una conversación que creí había sido corta, pero cuando colgamos, mi IPhone marcaba que la duración de la llamada había sido mayor a una hora.

En ese tiempo, le había dicho que estaba castigada, mas no le mencioné que mis padres querían conocerlo. Me parecía mejor hacerlo frente a frente para poder evaluar su reacción, sin embargo, ahora que caminábamos juntos no encontraba la manera de decírselo.

Mil razones para dejarte ir. Serie Mil Razones 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora