Sebastian continúa sobre mí, observándome como si no pudiera creer lo que le estoy diciendo y no lo culpo.
Llegué hasta este punto solo para darme cuenta de que no estoy tan preparada para esto como lo creí en un principio.
—Lo siento —susurro de nuevo.
Él parpadea antes de alejarse.
Me incorporo de manera vertical sobre el sofá para verlo volver a colocarse la camiseta antes de mirarme, y en cuanto lo hace, debo mirar a otro lugar.
—No hagas eso. —Lo oigo.
—¿Hacer qué?
—Huir de mí. Creí que no eras una cobarde.
Suspiro, volviendo a mirarlo.
—No lo soy.
—Entonces, habla conmigo.
Abro mis labios, pero no sé qué decir.
¿Qué podría decirle que haga que esta situación sea menos incómoda en realidad?
—No sé... No sé qué decirte —balbuceo, cohibida.
Él suspira, frotando su rostro con sus manos.
—Pensé que estábamos en la misma página, Alice —dice clavando sus ojos en mí—, o al menos eso fue lo que me hiciste pensar.
—No, no fue así. Yo no... —Sacudo mi cabeza—. No estoy jugando contigo si es lo que crees. Honestamente, llevo pensando este momento desde hace un tiempo. En si debería dar ese salto, o si no hacerlo es lo más conveniente —confieso temerosa, con los nervios a flor de piel—. Aunque también debo admitir que llegué a pensar que solo estaba alucinando y tú no querías llegar a ese extremo conmigo.
Sus ojos se abren.
—¿Qué? —Jadea sorprendido—. ¿Cómo puedes pensar que no te deseo? —«Deseo...», el término se repite en mi mente. Siento mis mejillas encenderse ante sus palabras—. Eres como un jodido sueño húmedo para mí.
Ahora siento que todo mi cuerpo está rojo.
Me levanto del sofá de un salto y me alejo de él, caminando hacia el ventanal que da hacia el patio trasero donde la lluvia sigue cayendo.
Puedo oírlo detrás de mí, mas no se acerca, cosa que agradezco.
Necesito calmarme, necesito volver a ser la chica que controla todo, necesito dejar de pensar en nuestros besos y caricias, necesito dejar de pensar en mí como su jodido sueño húmedo.
—¡Mierda! —siseo sin pensar antes de girarme a verlo.
Sus ojos me observan con cautela mientras yo desvío una y otra vez mi mirada. Es difícil verlo a los ojos y descubrir ese deseo en ellos.
—¿Por qué pensaste que no quería tener sexo contigo, Alice?
Doble mierda.
Si aún quedaba una pequeña duda en mí de sus intenciones, estas están más que aclaradas y ahora es él quien espera por una explicación.
—Por tu conversación con Blaire —confieso insegura, con pena—. Hablaron de un acuerdo, un acuerdo sexual. Cosa que nunca se mencionó entre nosotros.
Una de sus cejas se alza antes de negar con lentitud y comenzar a acercarse a mí.
—Jamás te habría hecho esa clase de propuesta —aclara mientras rodea mi rostro con sus manos—. Mereces más, mucho más de lo que acostumbro a ofrecerles a las chicas, y creo que me he esforzado mucho por darte ese más.
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Mil razones para dejarte ir. Serie Mil Razones 1
Novela JuvenilAlice y Sebastian no tienen mucho en común. Ella tiene muy claro lo que quiere en su vida: graduarse con honores, lograr entrar en la universidad de sus sueños y no enamorarse mientras esto sucede. Él no tiene ningún plan en su vida, vive un día a...