—Cincuenta y seis —anuncia Zach dejando caer su lápiz.
Reviso mi ejercicio de matemáticas y asiento.
—Cincuenta y seis —repito cerrando mi cuaderno.
—¡Finalmente! —exclama dejándose caer en mi cama, junto a mí.
Ayudamos a mamá un poco antes de subir a mi habitación para hacer los deberes.
Fue un milagro que pudiera concentrarme en ellos después de lo que me dijo Alina.
Seguía pensando una y otra vez en que él sabía que yo estaría allí, lo que solo podría significar que nuestro encuentro no fue por obra y gracia del destino, y que lo que Zach me había repetido comenzaba a hacerse cada vez más creíble.
Sebastian está interesado en mí.
Lo que no entiendo es ¿por qué?
Me había visto en mi peor momento: con ojeras, sin maquillaje, con el cabello revuelto sobre mi cabeza y un humor de perros. Fui grosera y petulante con él sin conocerlo, y él hizo lo mismo conmigo.
¿En qué momento eso puede llegar a convertirse en interés hacia el otro?
—Estás muy callada —musita Zach a mi lado.
—No tengo nada qué decir.
—Tú siempre tienes algo qué decir.
—No esta vez. —Me levanto de la cama y dejo mi cuaderno junto al de él sobre mi escritorio.
Estoy tentada de confesarle lo que sucede con Sebastian, lo que me contó Alina, pero eso daría pie a una conversación que no estoy lista para afrontar.
Siempre que un chico ha estado interesado en mí en el pasado y Zach ha querido tocar el tema, las preguntas frecuentes como: si me gusta, si pienso hacer algo al respecto o lo ignoraré, dominan la conversación por completo. No dudo que en este momento se produjera todo de la misma manera, solo que la diferencia radica en mis respuestas. En el pasado, fueron "no" rotundos que escaparon de mis labios sin pensarlo demasiado, justo ahora, no estoy segura de poder responder con la misma rapidez y seguridad.
«¿Y a qué se debe eso? Simple: ni yo misma lo sé».
Sebastian nunca ha estado dentro de mi radar. Es un chico del que solo he oído rumores de pasillo sobre sus constantes idas a detención, su rebeldía, sus fiestas excesivas y, sobre todo, su promiscuidad.
Zach no es un santo, pero Sebastian, es casi un playboy profesional y entiendo a la perfección porque es alto, musculoso y aun así delgado, lleva ese look desenfadado que a la mayoría de las chicas vuelve locas. Su cabello revuelto siempre pide a gritos que una mano se deslice por él y tiene una mirada tan penetrante que intimida. Es por eso que, sabiendo su historial, las chicas continúan llegando en manada, solo por tener un poco de su atención.
¿Quiero yo esa atención?
Al parecer la tengo y eso me pone los vellos de punta.
¿Me parece atractivo?
Sí, utilizo gafas, pero no estoy ciega y puedo admitir cuando un chico es guapo, así como lo admito con respecto a Zach.
¿Me gusta?
No estoy preparada para responderme ni a mí misma esa pregunta.
—La cena está casi lista —informa mamá sacándome de mis pensamientos.
Se encuentra en el marco de la puerta aún con el delantal puesto.
—¿Me ayudan a poner la mesa?
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Mil razones para dejarte ir. Serie Mil Razones 1
Ficção AdolescenteAlice y Sebastian no tienen mucho en común. Ella tiene muy claro lo que quiere en su vida: graduarse con honores, lograr entrar en la universidad de sus sueños y no enamorarse mientras esto sucede. Él no tiene ningún plan en su vida, vive un día a...