Cuando la canción termina, dejo de moverme.
La intensidad con la que me mira comienza a paralizarme, y aunque la siguiente canción que suena es bastante movida también, él y yo permanecemos estáticos. Solo nos miramos mientras todo a nuestro alrededor se mueve.
No quiero bailar, no quiero pensar, solo quiero estar a solas con él y ver qué se esconde detrás de esa mirada hambrienta. Cuando acerca su rostro al mío, pienso que va a besarme, pero en lugar de eso, acerca sus labios a mi oído.
—¿Quieres seguir bailando? —exclama para que pueda escucharlo por encima de la música.
Sacudo la cabeza a modo de respuesta.
Él asiente y toma mi mano. Comienza a caminar, guiándome entre los cuerpos que se mueven al ritmo de la música, hasta las escaleras de la casa. Subimos hasta la segunda planta, donde no hay muchas personas. Solo unas cuantas parejas besándose o chicas hablando en susurros.
Sebastian camina por el largo pasillo hasta llegar al final de este, abre la puerta de la derecha y me permite entrar antes que él a una habitación iluminada levemente por una lámpara en la mesa de noche, que por los posters que decoran la pared, el pequeño desorden de ropa en una de las esquinas y la cama individual, asumo es la de Gabe.
—No sabía que bailabas tan bien —susurra con voz ronca en mi oído, rodeando mi cintura con sus brazos.
Un estremecimiento recorre mi cuerpo cuando sus labios rozan el lóbulo de mi oreja.
Me giro con lentitud entre sus brazos para encararlo, topándome con la misma mirada oscura y hambrienta que tenía mientras bailábamos.
—No es algo que haga con mucha frecuencia —musito un poco tímida.
Aquí la música se escucha fuerte, pero no demasiado. Por lo que podemos hablar tranquilamente sin tener que alzar demasiado la voz.
—¿Tenemos una nueva experiencia que agregar a la lista?
—Así es —afirmo nerviosa.
Mis ojos se desvían a sus labios y de vuelta a sus ojos. Él me estrecha más contra su cuerpo, moviendo la yema de sus dedos sobre mi espalda que está descubierta ya que la blusa que he elegido usar esta noche tiene una gran abertura que deja ver gran parte de esta. El contacto de Sebastian envía una agradable sensación al resto de mi cuerpo, sentimiento que aumenta a cada instante.
—Yo hago una lista de cosas que me gustan de ti, y tú haces una de nuevas experiencias —bromea sin perder el brillo especial de sus ojos.
Sonrío al tiempo que mis manos ascienden por su pecho hasta rodear su cuello.
—La verdad es que me gustaría hacer una lista de las cosas que sé sobre ti, que, hasta ahora, es un tanto corta.
Sus cejas se alzan, obviamente sorprendido por mi respuesta.
—¿Qué significa eso?
—Creo que solo estoy viendo la punta del iceberg contigo, cuando me gustaría verlo completo.
Sebastian sonríe.
—Ahora entiendo por qué parecía que me cantabas la canción de antes. Solo espero que la parte en la que aún no superas a alguien, no sea cierta.
Mi ceño se frunce.
—¿Por qué?
—No me gusta la idea de saber que existe otro —confiesa.
—No existe ningún otro. Solo tú —susurro mientras siento cómo mi corazón se acelera de manera casi antinatural.
Sebastian inclina su rostro sobre el mío de nuevo.
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Mil razones para dejarte ir. Serie Mil Razones 1
Teen FictionAlice y Sebastian no tienen mucho en común. Ella tiene muy claro lo que quiere en su vida: graduarse con honores, lograr entrar en la universidad de sus sueños y no enamorarse mientras esto sucede. Él no tiene ningún plan en su vida, vive un día a...