30. Primera cita

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Cierro la puerta detrás de mí y camino hacia Sebastian quien, como todas las veces anteriores, me espera de brazos cruzados en su motocicleta. Se ve extremadamente bien usando jeans oscuros, camiseta negra y una camisa de cuadros blancos, negros y rojos que usa abierta y arremangada hasta sus codos.

Le sonrío a medida que me acerco a él y corresponde mi sonrisa con la suya propia, incorporándose de pie y terminando de acortar la distancia entre ambos al caminar hacia mí también. Rodea mi cintura con sus brazos y se inclina para capturar mis labios con los suyos.

El vello de mi piel se eriza y mi corazón galopa con fuerza, vibro entre sus labios cuando su lengua toca la mía y me entrego al beso a medida que se hace más profundo, intentando obtener algo más que solo Sebastian puede darme. Él ladea su cabeza, me aprieta más contra su cuerpo y en algún punto un extraño gemido se queda atorado en mi garganta, logrando que él se aleje un poco.

—Alice.

—¿Mmm? —Mantengo mis ojos cerrados, intentando salir de la nebulosa donde siempre termino con sus besos.

—¿Te gusto?

—Sí, me gustas —digo sin pensar.

Segundos después reacciono, abro mis ojos y lo descubro sonriéndome con suficiencia.

—Creí que no volverías a decírmelo —comenta burlón.

—¿Solo por eso me besaste?

—Te besé porque me apetecía hacerlo —susurra contra mis labios—. No lo hago desde ayer y ya lo extrañaba. Hacer que me dijeras que te gusto solo fue algo que se me ocurrió al ver que no parecías estar en el planeta tierra.

—Para mí sigues siendo un idiota.

Él sonríe, besando mi frente.

—Sí, pero este idiota te envía muy lejos de aquí con solo un beso. Eso me gusta.

—¿También vas a añadírselo a tu lista?

—Seguramente.

Se aleja y sujetando mi mano, camina conmigo hasta la motocicleta. Es algo que hizo ayer en la escuela también: caminar con nuestros dedos entrelazados.

—¿A dónde vamos? No me lo dijiste cuando me invitaste —explico mientras me coloco el casco. Sebastian se coloca el suyo, sube a su motocicleta y espera a que yo me siente detrás de él. Rodeo su cintura y presiono mi barbilla contra su hombro—. ¿Ahora quién está lejos del planeta tierra?

—Sigo aquí, solo no quiero decirte a dónde te llevaré. Es una sorpresa.

Arranca y doy nuestra conversación por concluida.

Mantengo mi cuerpo lo más cercano posible al suyo mientras él conduce por la ciudad. Veo casas, parques, tiendas y más casas pasar frente a nosotros. Por un minuto creo que me llevará al acantilado al que no hemos regresado desde la noche en que me contó su historia con Zach, pero él continúa conduciendo alejándose un poco de la ciudad hasta llegar a un pequeño valle, donde han improvisado un miniestacionamiento.

Una vez que se ha detenido, bajo de la motocicleta y me quito el casco, me doy cuenta de que me ha traído a una feria.

—No sabía que había una feria en la ciudad —comento admirando lo bonito que se ve la cantidad de colores y puestos que hay.

—Gabriel me lo dijo. Su papá siempre vende su popular curry aquí —narra entrelazando sus dedos con los míos—. Creo que es una especie de concurso que lleva ganando los últimos cinco años.

—¡Oh! —atino a decir mientras nos acercamos a la multitud—. ¿Quién es Gabriel?

Sebastian me mira con incredulidad a lo que solo puedo encogerme de hombros.

Mil razones para dejarte ir. Serie Mil Razones 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora