6. Una estúpida fiesta.

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Me observo en el espejo incapaz de creer que realmente voy a hacer esto.

Iré a una estúpida fiesta por culpa de Alina y porque no fui capaz de decirle que no a la mirada de cachorro que me envió por encima de la mesa en la cena con Zach del jueves.

Pasó todo el viernes suplicándome que no me retractara y de nuevo, todo el día de hoy, impidiéndome concentrarme en cosas más importantes, lo que en el fondo agradecí en silencio. Aunque creo que el no haberlo visto el viernes en la escuela había logrado que mi imaginación dejara de crear escenarios donde Sebastian y yo pudiésemos estar juntos.

—¿Aún no estás lista?

Miro a Alina a través del espejo y no puedo evitar sonreír a pesar de mi mal humor.

Se ve hermosa usando un bonito vestido verde menta, de mangas largas, con unas botas de muerte y un maquillaje sensacional.

—Sí, ya lo estoy —respondo girándome para mirarla.

Ella me repasa de pies a cabeza, con el ceño fruncido, gesto que me desagrada, porque muy a mi pesar me arreglé para la estúpida fiesta.

Llevo un jean ajustado, un top sin tirantes color blanco que se ajusta a mis curvas con un bonito escote en forma de corazón que muestra el nacimiento de mis pechos, unos botines de tacón y el cabello suelto en ondas. No voy tan maquillada como ella, pero definitivamente llevo maquillaje.

Que no quiera ir a un lugar no significa que no voy a arreglarme.

—¿Qué pasa? —pregunto cruzándome de brazos.

—La ropa está bien —dice entrando del todo a la habitación—, pero estos no —asegura deshaciéndose de mis gafas—. Tienes lentes de contacto, úsalos.

Resoplo, molesta.

—Sí, los tengo, pero no soy fan de ellos.

—Alice, sé que te encanta tener el look de una bibliotecaria sexi, pero hoy podemos dejarlo en solo sexi ¿de acuerdo? —Resoplo de nuevo e ignoro su estúpido comentario mientras voy al baño a colocarme los lentes de contacto. Cuando salgo, Alina asiente con aprobación—. ¡Ahora sí que estás lista! —exclama tomando mi mano y tirando de esta para salir de la habitación—. No actúes como si fuera un martirio para ti salir, el año pasado lo hacías —musita mi hermana.

Sí, lo hacía, pero tras muchos intentos descubrí que un lugar cerrado, con un puñado de adolescentes tomados y con la música a tan alto volumen que es imposible hablar decentemente, no es mi estilo. Siempre terminaba peleando con Zach ya que debía llevarme temprano a casa, cuando me cansaba de verlo bailar y besar a su ligue de turno.

—Tú lo has dicho, lo hacía.

Llegamos al final de la escalera donde vemos a papá sentado en el sofá, con mamá recostada sobre su pecho. Están viendo algún programa en la televisión, el cual dejan a un lado cuando papá repara en nuestra presencia y silba antes de sonreír.

—¡Soy el padre de dos hermosas chicas! —halaga riendo con orgullo.

Alina y yo nos acercamos y nos sentamos con ellos. Yo junto a mamá y ella junto a papá.

—¿Segura que necesitas ir a esa fiesta? —pregunto cerrando mis ojos—. Estaría más que feliz de quedarnos aquí viendo una película con ustedes.

—No puedes echarte para atrás ahora —refunfuña mi hermana.

—No puedes pasar todo tu tiempo libre en casa —murmura mi madre antes de besar mi cabeza—. Necesitas salir y estar con chicos de tu edad.

Mil razones para dejarte ir. Serie Mil Razones 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora