La chica que me observa a través del espejo del baño es una completa desconocida. Sus ojos están inyectados en sangre, sus párpados inflamados, sus mejillas están manchadas de lágrimas y su nariz está enrojecida.
Abro el grifo del agua y lavo mis manos. Los pequeños cortes hechos por la gravilla ya no escuecen tanto gracias a las atenciones de mamá anoche, mi rodilla también agradece los analgésicos que me dio, así como también consolarme cuando fui una presa de llanto que no podía ser contenido.
No dijo nada en absoluto, solo me dejó llorar hasta que me quedé dormida y también fue muy gentil al no despertarme hoy para ir a la escuela. Creo que en el fondo sabía que no habría ido allí en absoluto.
Limpio mi rostro, borrando el rastro de las lágrimas, lavo mis dientes y trato de peinar un poco mi cabello hecho un desastre. Salgo del baño a mi habitación y observo mi IPhone descansando sobre la mesa de noche junto a mis gafas.
«¿Me habrá escrito?».
Mis labios se curvan en una sonrisa triste y mis ojos se llenan de lágrimas. Me siento estúpida de solo pensar en esa posibilidad tan absurda.
¿Por qué habría de pensar en mí cuando estaba con Blaire?
Es estúpido.
Sacudo mi cabeza y salgo de mi habitación sin colocarme las gafas siquiera, para que la tentación de revisar mi teléfono y encontrarme con la decepción de no tener nada en él me haga volver al llanto.
Bajo las escaleras con lentitud a causa de mi rodilla y camino directamente a la cocina, donde mamá me dejó el desayuno listo dentro del microondas, que marca la hora, dejándome saber que son casi las once de la mañana.
Saco el plato con panqueques y me sirvo una taza de café. Me siento en la barra y observo mi plato, sintiéndome fatal de solo pensar en desperdiciarlo. Sé que están riquísimos, no hay cosa que mamá haga que no quede estupendo, pero no tengo apetito.
En realidad, no tenía ganas de salir de mi habitación, sin embargo, no puedo estar allí el resto del día. Yo no soy así en absoluto y, sí, por primera vez en la vida tengo el corazón roto, pero eso no va a transformarme en otra persona. Aunque el dolor me consuma y las ganas de llorar quieran tomar el control siempre.
Me niego a que estos tomen el control de mi vida.
Así que como hasta el último bocado de los panqueques, tomo todo mi café y lavo los platos. Comer sin apetito siempre me deja un sabor amargo en la boca y las náuseas siempre amenazan con llevarme al inodoro, sin embargo, espero que esta vez sea diferente.
Estoy secando el plato cuando llaman a la puerta.
Es extraño que alguien esté llamando a esta hora y decido ignorar el hecho y quedarme en silencio para que piensen que nadie está en casa, pero continúan insistiendo como si supieran que hay alguien aquí. Así que lentamente hago mi camino hasta la puerta y decido abrir, arrepintiéndome de inmediato.
Trato de cerrar en cuanto lo veo, pero Sebastian es más rápido que yo y lo impide, empujando la puerta para entrar del todo a casa.
—Quiero que te vayas ¡ahora! —grito retrocediendo.
El moretón que comienza a formarse en su pómulo izquierdo y su labio roto me indican que Zach cumplió su amenaza, al menos a medias. Lo que no entiendo en absoluto es qué demonios hace en mi casa y con una flor en su mano
—No me voy a ir hasta que me escuches.
—No tengo nada que escuchar, ¡por favor, lárgate! —espeto.
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Mil razones para dejarte ir. Serie Mil Razones 1
Ficção AdolescenteAlice y Sebastian no tienen mucho en común. Ella tiene muy claro lo que quiere en su vida: graduarse con honores, lograr entrar en la universidad de sus sueños y no enamorarse mientras esto sucede. Él no tiene ningún plan en su vida, vive un día a...