29. Un acuerdo.

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—Esto es una gran sorpresa —murmura Alina cuando me ve al pie de la escalera.

Blanqueo los ojos.

—No empieces.

—Es que es la verdad. Por lo general yo soy quien se prepara para salir un sábado mientras tú estás aquí en el sofá o estudiando. Y hoy es todo lo contrario. —Su ceño se frunce—. Espera, ¿cómo es que puedes salir estando castigada?

Me paralizo imitando su gesto y es cuando me doy cuenta del error garrafal que he cometido.

—Olvidé que estoy castigada.

Cuando Sebastian me propuso salir hoy, le dije que sí de inmediato sin detenerme a pensar en ello. Algo irónico teniendo en cuenta que es por él que estoy en esta situación para empezar.

Alina abre mucho los ojos antes de comenzar a reír.

—Lástima que ese look vaya a desperdiciarse. Es sexi.

Si un short de corte alto, una camiseta sin mangas holgada y unas Converse pueden definirse como sexis, entonces tengo muy mal el concepto de este.

—No, espera, hablaré con papá. En realidad nunca especificó en qué consiste mi castigo.

—Todos los castigos consisten en no dejarte libertad para tomar tus propias decisiones.

—¿Quién dice eso? —cuestiono confundida.

—Mis últimos años siendo castigada.

Sonrío antes de darme la vuelta para subir en busca de mis padres, deteniéndome a la mitad de las escaleras cuando mi hermana me llama.

—Por favor, usa tus lentes de contacto —sugiere antes de darme la espalda.

Niego con mi cabeza mientras termino de llegar al pasillo superior y me dirijo hacia la habitación de mis padres, que está con la puerta abierta. Papá se encuentra sentado en la cama, leyendo un libro y mamá está revisando su armario.

Entro y toco con mis nudillos la puerta para llamar su atención. Él alza la vista frunciendo el ceño al verme.

—¿Vas a salir?

—Algo así —respondo viendo cómo mi madre sale de su armario—. Es decir, pensaba hacerlo, pero recordé que estoy castigada.

Las cejas de papá se alzan y mamá se carcajea.

—Bueno, creo que podríamos llegar a un acuerdo ¿no, Jason?

Mi padre parpadea sin cambiar su expresión.

—Tengo entendido que castigar es eliminar toda salida que no sea a la escuela, Bárbara —responde él—. Además, ¿con quién vas a salir?

—Con Sebastian —respondo de inmediato.

Hace una mueca y mamá lo mira con sorna.

—Entonces está decidido. Castigo es castigo.

—Jason, eso lo hacemos con Alina porque, bueno, a ella le encanta salir —interviene mamá—. A Alice literalmente debemos rogarle para que salga y la primera vez que quiere hacerlo por voluntad propia, ¿le dirás que no?

Sonrío al ver cómo intenta ayudarme.

—Y ya conoces a Sebastian—musito con voz inocente.

Mamá me guiña un ojo antes de voltearse hacia él.

—¿Por qué no solo le damos un toque de queda? Así no se excede.

Papá suspira, derrotado.

Mil razones para dejarte ir. Serie Mil Razones 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora