—Alice.
—¿Sí?
—Ya estamos aquí —informa Sebastian.
Lo sé, reconozco la casa a pesar de que esta vez no está repleta de adolescentes entrando y saliendo de ella.
—Lo supuse en cuanto detuviste la motocicleta —comento.
—¿Y quieres entrar o como a mí te gusta la posición en la que estamos?
Mis mejillas se calientan y de inmediato dejo de abrazarlo, ganándome una carcajada de su parte.
—Solo bromeo.
—Lo sé —miento mientras me bajo de la moto—, solo no quería seguir abrazándote.
Me deshago del casco y acomodo un poco el cabello de mi coleta antes de tendérselo.
Sebastian sonríe con prepotencia mientras recibe mi casco y lo deja junto al suyo para bajar de la moto. Toma mi mano, logrando que mi cuerpo se estremezca ante el contacto y comienza a caminar por el sendero hacia la casa de tres plantas.
—¿Estás nerviosa? —cuestiona sin mirarme.
—No, ¿por qué habría de estarlo?
—Es lo que me gustaría saber.
—No estoy nerviosa —aseguro.
Él se detiene cuando estamos a punto de llegar al umbral de la puerta y se voltea para mirarme.
—Tu cuerpo me indica otra cosa, lo que no entiendo es ¿por qué? Ya hemos estado a solas antes, en tu casa, si es eso lo que te tiene así.
Había pensado en esa noche en mi casa. Todo el trayecto de casa de Gabe a esta lo hice, repitiéndome una y otra vez que sería exactamente igual. Solo que hoy le ayudaré a estudiar, mientras esa primera noche, solo hablamos y vimos televisión antes de quedarnos dormidos en el sofá.
Aunque no puedo negar que las cosas han cambiado.
Esa noche en mi casa, no sentí la necesidad tan abrumadora de querer tener más de él, de que un beso no era suficiente y de que la ropa que llevaba puesta estaba estorbando. Eso lo sentí esta noche, en la habitación de Gabe.
Es por eso que estoy nerviosa, pero no voy a decírselo.
—Quizás es el hecho de que en mi casa siento la seguridad que te brinda lo conocido —improviso.
—Creí que había quedado claro que no soy un acosador, ni un asesino.
—Está más que claro. —No puedo evitar sonreír ante su broma—. Pero recuerda que no suelo salir mucho de mi casa.
—Te prometo que puedes sentirte tan segura aquí como en tu hogar —asegura mientras rodea mi rostro con sus manos—. Te prepararé un sándwich de queso y todo.
Río, relajándome un poco.
—De acuerdo, me has convencido con el sándwich.
—Debí haber comenzado por allí antes.
Sebastian retoma su camino, saca las llaves de su bolsillo y abre las puertas dobles, permitiéndonos entrar a una iluminada estancia.
Leves recuerdos de la última vez que estuve aquí llegan a mí, pero como sucede con el exterior, el interior se ve completamente distinto sin adolescentes aquí dentro.
La sala es bastante amplia, casi el doble del tamaño de la mía.
En una zona hay muebles color vino alrededor de una mesa de café que justo ahora contiene varios libros y folios abiertos, y al fondo hay más sofás y sillones, esta vez de color azul muy profundo, que se encuentran frente a un gran televisor de pantalla plana.

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Mil razones para dejarte ir. Serie Mil Razones 1
Novela JuvenilAlice y Sebastian no tienen mucho en común. Ella tiene muy claro lo que quiere en su vida: graduarse con honores, lograr entrar en la universidad de sus sueños y no enamorarse mientras esto sucede. Él no tiene ningún plan en su vida, vive un día a...