Capítulo uno. La tarta.

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Mi deseo, desde que terminé mi curso de repostería, era abrir mi propia pastelería. Y, después de mucho esfuerzo, lo logré.
Junto a mi mejor amiga Christine, adquirimos un local en pleno centro de Londres. Abrimos aquel local con toda la ilusión del mundo. Las paredes las pintamos de un tono azul pastel, vitrinas de cristal, estanterías de madera en color blanco y un obrador con maquinaria de última generación. Estábamos satisfechas, el esfuerzo había valido la pena.
A nuestros veinticuatro años, éramos dos mujeres emprendedoras que no necesitábamos nada de nadie. Bueno, había que admitir que nuestros padres nos ayudaron un poco. Mi hermano mayor, Andrew, también nos ayudó mucho, sobre todo en la decoración del local. Era decorador profesional, y se estaba ganando a base de mucho trabajo todo el prestigio que estaba adquiriendo.
Yo no quería nada más en la vida en aquel momento, con mi trabajo y mi gato era feliz. Vivía independiente de mis padres desde que hacía unos meses, así que llevaba mi vida bastante bien. Tenía mi piso cerca de donde había abierto mi pastelería. Chris, la cual vivía con sus padres, pasaba más tiempo en mi casa que en la suya.
Aquel jueves de a mediados de septiembre, me desperté, me puse el uniforme del trabajo (un pantalón blanco y una chaquetilla de cocinero en celeste) y entré al baño. Peiné mi pelo castaño en una trenza y apliqué un poco de rímel en mis pestañas. Mis ojos verdosos me miraban a través del espejo.
Suspiré.
Aquel día teníamos un pedido importante. Tendríamos que entregar una tarta para un cumpleaños de una chica, varias docenas de magdalenas con pepitas de chocolate para otro encargo, y varios encargos más que no recordaba.
Terminé de arreglarme, desayuné algo y salí de casa. Había poca distancia al trabajo, así que fui andando. Justo cuando llegaba, llegó mi amiga. La traía en coche su novio. Aquel chico me caía genial y trataba a mi amiga como una reina. Ojalá yo encontrara algo así algún día. Pero después de aquello... Lo dudaba.
Lo saludé con un gesto de la mano y Chris le dio un beso rápido en los labios, se bajó del coche y me abrazó.
Abrimos la tienda, encendimos todo y comenzamos nuestra jornada laboral.
- De verdad, Sofía, no entiendo tu negativa en encontrar novio.- dijo Chris mientras cogía la harina del almacén.
- No quiero nada ahora, tía. Entiéndelo.- dije.
No quería saber nada del tema, la verdad. Bastante mal lo había pasado con mi última pareja. Ya había pasado más de un año, pero estaba bien así, la verdad.
- Lo dices porque no has encontrado al amor de tu vida. Cuando llegue el chico indicado lo sabrás.
Me reí y seguí continuando mi trabajo. No me apetecía hablar más del tema.

A lo largo de la mañana, entraron varios clientes. Casi a la hora de cerrar, llegó un hombre alto, con pelo castaño y aspecto serio. Lo atendí yo misma, mientras mi amiga terminaba de recoger algunas cosas en el obrador.
- Buenas tardes. ¿Qué desea?
- Buenas tardes. Querría hacer un encargo de una tarta de cumpleaños, si pudiera ser posible.
- Por supuesto. Dígame de qué la quiere y se la hacemos a su gusto.
- A mi hermano le va a encantar de chocolate. ¿Le pudiera poner fresas naturales en la decoración? -asentí- Perfecto.
- ¿Para cuando la querría?- pregunté cogiendo la agenda.
- Para el viernes que viene. - contesto el hombre.
Miré la agenda y para ese día no había ningún pedido. Anoté el encargo.
- A nombre de quién...
- Me llamo Jonathan, Jonathan Felton.
Apunté el nombre y las características de la tarta.
- ¿Querría velas?
- Si, si, ¿Podría poner treinta y cuatro velas? Es que me encantaría ver la cara de mi hermano cuando vea la tarta.- añadió con risa.
- Sin problema alguno. Solo dígame la dirección y la hora y yo misma se la llevaré.
Jonathan asintió y me dio la dirección y añadió un número de teléfono, por si acaso. Me dejó el encargo pagado y se marchó. Justo cuando cerraba la puerta por dentro para que no llegara nadie más, apareció Christine.
- ¿Nuevo encargo? - preguntó mi amiga quitándose el delantal.
- Tarta para un cumpleaños- dije.
-¿Edad de la criatura?
- Treinta y cuatro.
- Vamos la criatura está más que criado- soltó mi amiga.
Ambas nos reímos.
Recogimos nuestros bolsos y salimos a comer. Había algo en el nombre de aquel hombre que me sonaba de algo. Pero no le di importancia. Había miles de personas en el mundo que se llamaban así.

Fuimos a un restaurante cercano a comer algo. Chris me contó que su novio quería ir a Manchester a ver a su abuela ese fin de semana y quería que ella lo acompañara. Ella estaba deseando de ir, pues se llevaba a las mil maravillas con la familia de su novio. Yo me alegraba por ella. Era como mi hermana, nos habíamos criado juntas y, para añadir algo más, nuestras madres tenían la misma relación que nosotras.
Regresamos al trabajo. La tarde se presentó muy tranquila también. El día no fue muy ajetreado, prácticamente estuvimos haciendo los encargos para aquel día. Y Chris se ofreció a llevarlos, diciendome que me fuera a descansar.
Al llegar a casa, me recibió entre maullidos, mi gato Blanquito. Lo saludé, le eché de comer y me fui a ducharme. Poco después, cené algo y me acosté.
Mañana sería otro día.

Dulce Amor (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora