Doce. La pregunta

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Aquellos días en París junto a Tom fueron increíbles. Paseábamos, enseñándome así la capital francesa. Me di cuenta que era muy detallista: me regalaba una flor, o compraba un helado. Y no solo con lo material, si no también como cuando me cogía de la mano, pasaba su brazo por mis hombros o me cogía de la cintura. Gestos que para cualquiera, no tendría mucho que decir, pero para mí, después de aquel episodio de mi vida tan dañino, lo eran todo.

Volvimos el lunes por la mañana. Por la tarde, me incorporé. Christine ya estaba en el trabajo cuando llegué.
- ¡Hombre, mi amiga la francesa, llegó!- exclamó cuando me vio entrar.
-¡Uy!, se me había olvidado lo exagerada que eras- dije sacándole la lengua.
Se acercó a mí y me abrazó.
- Necesito que me cuentes todo.
- Tom se me declaró. Con eso te lo resumo todo.
Mi amiga soltó una palabra mal sonada, y después soltó:
- Dime que te ha pedido ser su novia, o lo aniquilo con mis propias manos.
- Aún no, quiere que vayamos despacio y se lo agradezco.
- Pero, ¿te ha besado? Entiendo que queráis ir despacio, pero no debes de tener miedo. Todo saldrá bien, ya verás.
- Si, nos hemos besado. Es muy atento, Chris, me gusta mucho como me trata... Es muy especial estar a su lado.
Mi amiga sonrió.
- No te imaginas lo que me alegro, Sofy. Ya te tocaba por fin.
- Gracias, amiga. Empezemos a trabajar o nos dan las tantas.
- A sus órdenes, jefa.

Aquel sábado de finales de febrero, llovía y no poco. No había salido, Paul no estaba en Londres y Christine, tenía cena con la familia de su novio. Así que que estaba sentada en el sofá, viendo una película, con Blanquito en mi regazo, cuando llamaron a la puerta. No serían más de las siete de la tarde.
- ¿Quién será a estas horas?- pregunté cogiendo a Blanquito y poniéndolo en el sofá.
Su respuesta fue un maullido.
Me dirigí a la puerta y al abrirla, me encontré con él. Llevaba una caja con una pizza en las manos.
- ¡Tom!- exclamé emocionada.
Llevaba casi dos semanas sin verlo, había comenzado a rodar de nuevo. Y no me creía que estuviera allí delante de mí.
Agarró la caja con una sola mano para que pudiera abrazarlo.
- Hola, preciosa. ¿Cómo estás?
- Te he echado de menos, ¿te sirve eso como respuesta?- respondí soltandome del abrazo.
- Me vale, me vale- dijo riendo.
Entramos en casa y fuimos a la cocina.
- He traído pizza para cenar. Supongo que aún no habías cenado, ¿No?
- No, de hecho no sabía que cenar.
- Vale, perfecto. Pero antes, déjame hacer algo.
- ¿Qué?
Se acercó a mí y cogió mi cara entre sus manos. Me besó y sentí que a todo mi cuerpo lo recorría una corriente eléctrica.
- Yo también te he echado mucho de menos.- dijo mientras me soltaba- ¿Cenamos?
Asentí y me senté a su lado en la barra de la cocina. Me contó, mientras comíamos, como había ido esos últimos días de rodaje. Para continuar hablando después de cenar, nos fuimos al sofá. Allí estaríamos más cómodos.
- Mañana por la tarde, me tengo que volver a ir. Rodamos el lunes bien temprano.
- ¿Tan poco tiempo?- pregunté tristemente.
- Si, pero quería verte. No podía aguantar más, llevamos dos semanas sin vernos.
- Si, al menos nos hemos visto.
- Pero quería pedirte algo.
Levanté mi vista, mirándolo.
- Dime.
Suspiró y habló:
- Ya que sabemos lo que ambos sentimos por el otro, me preguntaba algo. ¿Querrías ser mi novia, Sofía?
Mi corazón empezó a palpitar rápido. Las palabras salieron solas de mi boca.
- Si, claro que sí.
No dijo nada, solo me besó en los labios y yo le seguí el beso encantada. Noté una de sus manos en mi cintura y mi mano derecha fue a parar a su cuello.
- Me daba miedo que me dijeras que no.- dijo mientras me besaba.
- ¿Por qué?
- No sé... A veces soy demasiado tonto.
Me separé de él un poco.
- No digas eso más. Eres el ser más bueno del universo. Quítate eso de la cabeza. Gracias a ti he superado el miedo de conocer a otros chicos, en este caso a ti. Y no me arrepentiré jamás de todo esto.
- Sofía...
Me abrazó, colocando su cabeza en el hueco de mi cuello. Mis brazos lo abrazaban por la espalda. A veces, mi estatura me incomodaba. Tom era tan alto...
Se separó de mí y me miró a los ojos. Su mano izquierda, la puso sobre mi mejilla y, su mano derecha, sobre su corazón.
- Prometo hacerte la persona más feliz del mundo. Si alguna vez hago algo que te incomode, solo dímelo. Repito lo que te dije en París: iremos poco a poco, no quiero prisas. Qué todo llegue cuando tenga que llegar. No pienso presionarte en absoluto. Te mereces que te traten como una reina y yo intentaré hacer todo lo posible.
-¡Oh, Tom! Eres la mejor persona que he conocido en la vida. - dije con lágrimas en los ojos.
- ¡Ey! No llores- dijo secandome las lágrimas con sus dedos.
- Eres tan bueno...- dije y lo volví a abrazar.
- Solo soy una persona normal, Sofía. Contigo soy yo, sin presiones ni nada. Contigo me siento bien, me gusta estar contigo. Entre tus brazos, me siento cómodo, bien... Estas dos semanas sin ti, sin  verte, sin estar contigo, han sido demasiada largas.- dijo mientras me abrazaba y una de sus manos acariciaba mi espalda.
- Yo me siento así...- dije y me separé de él para mirarlo a los ojos.
Me acerqué a Tom y lo besé. Sentía como esas mariposas se volvían adueñar de mi estómago.
- Quédate conmigo esta noche, Tom- dije separándome de él.
- Sofía...
- Por favor, si voy a estar varias semanas sin verte, déjame pasar esta noche contigo.
- Está bien. Me quedo- dijo y suspiró.
Sonreí y él me devolvió la sonrisa. Quería sentirlo cerca, habían pasado muchos días sin verlo. Me conformaba solo con estar abrazada a él y oler su perfume.
Y así dormí aquella noche. Abrazada a Tom y sin creerme aún, que me hubiera pedido ser su novia.

Dulce Amor (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora