Treinta y ocho. Cena en la cocina.

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Agosto llegó y con él, la vuelta de Tom.
Y allí estaba yo, ansiosa, de un lado a otro en su casa, esperándolo. No quiso que lo recogiera en el aeropuerto por los periodistas.
Los nervios me estaban comiendo por dentro. Willow, me miraba sentada en la alfombra de la entrada. La pobre pensaría que estaba loca.
Me pasaba la mano por el pelo suelto, por el pantalón, por la blusa... Todo de los mismos nervios. Obté por hacerme una trenza en el pelo, o era capaz de ponermelos como loca de tanto pasarme las manos por él.
Sobre las cinco de la tarde, oí unas llaves y abrirse la puerta de la casa. Corrí, literalmente, de la cocina a la entrada. Y allí estaba él, soltando la maleta en el suelo y recibiendo a Willow. Levantó la mirada y me tiré sobre él, quien me acogió entre sus brazos sorprendido.
-¡Sofía!
- ¡Ains, que ganas tenía de verte!- exclamé emocionada y con lágrimas en los ojos.
- Yo también tenía ganas de verte, mi vida.
Me separó de él un poco para poder besarme, beso que recibí encantada. Llevaba mes y medio casi sin poder besarlo y ese beso me supo a gloria.
Nos separamos, y fuimos a sentarnos en el sofá. Tom no soltó mi mano en ningún momento.
- No veía el momento de estar contigo otra vez- dijo sonriendo.
- Yo tampoco, pero ya estamos juntos de nuevo- dije acariciándole la mejilla.
Él asintió, con su particular sonrisa. Se acercó de nuevo a mí para besarme, poniendo una de sus manos en mi cintura, acercándome a él. Puse mis piernas sobre las suyas. Terminamos de besarnos y apoyé mi cabeza sobre su pecho, inclinando Tom la cabeza sobre la mía y abrazándome con ambos brazos. Suspiré y él me besó en la cabeza.
Era lo único que quería, estar con él. Era mi lugar seguro en el mundo.

Los días pasaban, pero al menos tenía a Tom al lado, que los hacían más llevaderos. Él volvió a venir a la pastelería de vez en cuando. Lo que al principio, provocaba que Alice se sorprendiera tanto que, a veces se le cayera algo de las manos o tartamudeara en su presencia. Cuando sucedía eso, me alegraba que Christine no estuviera cerca, pues en más de una ocasión soltaba un comentario irónico. Yo la regañaba, sobre todo recordándole los grititos que daba al principio de conocer a Tom, los cuales me iban a volver loca.

Pero por lo general, todo iba bien. Debía de reconocer que la prensa había veces que era muy inoportuna. Había ocaciones que había encontrado fotos mías por internet cuando salia a comprar con Christine o con mi madre, cuando simplemente estaba tomándome un café con mi hermano o haciendo cualquier cosa.
"La vida cotidiana de la nueva novia de Tom Felton", "La novia del actor británico Tom Felton acude cada día a su dulce trabajo", "El actor Tom Felton y su novia acuden al cine a ver una película en una romántica jornada"...
Y así eran algunos de los titulares que podía leer. Yo me reía, pues me provocaban eso. No les daba importancia, yo seguía con mi vida con total normalidad. Es verdad que, en alguna ocasión, alguna chica se me acercó y me dijo que tenía mucha suerte de tener a Tom como novio. Otras sin embargo, me ponían mala cara o murmuraban al pasar por mi lado aquello de que estaba por su dinero o por la fama o que había visto Tom en una chica diez años menor que él.
Yo hacía oídos sordos, pues a lo largo de los años y de todo lo que había pasado, había aprendido a no hacer caso a ningún comentario malo hacia mí, sobre todo después de lo ocurrido con Mike. Mi psicólogo me había ayudado mucho en esas cosas.

Aquella noche de finales de agosto, me encontraba en mi casa, sentada en un taburete de la isla de mi cocina viendo como Tom cocinaba. Le miraba como se le marcaban los músculos de la espalda en la camiseta que llevaba y me mordí en labio mientras apoyaba mi cabeza en mis brazos, que los tenía apoyados sobre la encimera de la isla. Se giró hacia mí y me pilló mirándolo. Alzó una ceja y con media sonrisa, dijo:
- ¿Quieres cenar lo que estoy preparando o me quieres cenar a mí? Te lo digo por como me estás mirando.
- ¿Tengo que decidir que quiero de cenar primero?- pregunté en tono pícaro.
Tom rió.
- Como tú quieras, princesa.
- Bueno, eso que cocinas, huele rico y sería una pena no comérselo- dije con una sonrisa.
Me levanté del taburete y me acerqué al cajón donde tenía los cubiertos. Saqué un par de tenedores y cuchillos, mientras Tom seguía moviendo la comida. Aquel día estaba cocinando unos filetes de pollo a la carbonara y sinceramente, tenía bastante hambre. Puse los cubiertos sobre unos salvamanteles que cogí y dispuse en la encimera de la isla. Y mientras Tom emplataba la comida, cogí algo de pan, los vasos y una botella de agua de la nevera.
Él colocó un plato en cada salvamantel y nos sentamos a cenar.
- Oye, Tom, esto está de lujo- dije al probar la cena.
- Me alegro de que te guste, es la primera vez que lo hago- dijo sonriendo, antes de meterse la comida en la boca.
- Pues está exquisito- añadí.
- Oye, amor, ya mismo es tu cumpleaños.¿Te gustaría hacer algo en especial?- preguntó.
Lo miré. Era verdad, en unos días era mi cumpleaños, precisamente el ocho de septiembre.
- Pues no sé, la última vez cené en un restaurante con Paul y Christine, pero este año entre que Christine estará embarazada de siete meses, Paul tiene novia y yo estoy contigo, no sé si será buena idea ir a un restaurante o celebrar algo aquí. Realmente no me importa celebrarlo o no, no es algo que me importe mucho. Pero podríamos hacer algo aquí en casa, podría preparar algo y hacer yo la tarta, claro...
- Sofía ...- me calló.
- Dime- respondí mirándolo.
- Podemos celebrarlo en casa. Allí podremos caber más personas, podrás invitar a tus padres y a tu hermano o a quien quieras. O si lo prefieres, podemos ir a cenar los dos solos. Pero quiero que pases un bonito día.- dijo cogiéndome de las manos.
Asentí.
- No me importa hacer lo que sea, pero siempre que estés tú- dije y me levanté.
Lo abracé y él me volvió a acoger entre sus brazos.
- Eres el mejor novio que hay en el mundo- dije y le di un beso rápido en los labios antes de volver a sentarme.
- Todo es más fácil contigo, Sofía. Como ya te he dicho tantas veces, contigo soy yo.- nos miramos y sonreímos- Anda, terminemos de cenar o se enfría la cena.
Volví a asentir y terminamos la cena, hablando de cosas sin sentido y riéndonos por cada tontería que decíamos.
La verdad es que, con cualquier cosa que hacía con Tom, me alegraba cada vez más el haberlo conocido.
No me cansaba de decir que era la persona más maravillosa del mundo. Él había hecho que volviera a creer en el amor y hacia de mi mundo más bonito.

Dulce Amor (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora