Once. La Torre Eiffel

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Tom llamó a la puerta justo cuando me estaba poniendo los zapatos. Abrí y entró a mi habitación.
-¿Lista?
- Si, cojo la chaqueta y el bolso y ya estoy.
- Perfecto, pues vamos.
- Tom,¿Dónde vamos?
- Ya lo verás.
Salimos de la habitación y bajamos. Estaba algo nerviosa pues no sabía ni qué hacer ni qué decir.
Me llevó a un restaurante cercano a la Torre Eiffel. Mi cara lo decía todo al ver aquellas vistas.
-No sabía que te gustara tanto París.- dijo sentándose a la mesa que teníamos y veía como yo miraba embobada por la ventana.
-¡Oh, Tom! Siempre he querido venir aquí, pero por las circunstancias de la vida nunca he podido.
- Ya veo. Cenemos y ahora pasearemos cerca de la Torre.
Me senté junto a Tom y un camarero se acercó trayendo la cena. Tom lo tenía organizado.
- Espero que no te haya importado que haya elegido yo la cena.
- No, no, tranquilo. Mejor así, yo no sabría que pedir.- reí
Cenamos, hablando tranquilamente. Me sentía muy agusto allí con él. Su mirada, su sonrisa... Era todo perfecto.
Suspiré.
-¿Sucede algo, Sofía?- preguntó.
-No, no, solo te escuchaba hablar.
Rió y volvió hablar.
- ¿Estás preparada para dar un paseo?
Asentí.
Nos levantamos, y salimos del restaurante. Supuse que ya estaba todo pagado. Y nos encaminamos hacia aquel paseo que me prometió.
Paseamos un poco por los Campos Elíseos hasta llegar a la Torre Eiffel. Un buen paseo, pero llevaba unos zapatos cómodos, además lo que más me importaba, era la compañía. Las vistas eran maravillosas. Y aunque, hacía bastante frío (estábamos a principios de febrero), no me importaba.
Todo era precioso.
Llegamos a la Torre Eiffel y nos sentamos en las escaleras que había allí, quedando aquella obra enfrente de nosotros. De repente, me entró frío. Maldije para mis adentros no haber cogido el abrigo en vez de aquella chaqueta.
Tom se dió cuenta. Noté como pasó su brazo por mis hombros y me acercaba a él.
-¿Quieres mi abrigo?- preguntó.
- No te preocupes, estoy bien.- dije.
-¿Por eso tiritas?- dijo él levantando una ceja.
Giré la cabeza de nuevo hacia él. Su boca y la mía se hallaban a pocos centímetros.
¿Y si...?
No, no. Tenía que quitarme esa idea de la cabeza.
Suspiré de nuevo.
- Anda, póntelo. Y vámonos hacia el hotel, no quiero que te refriees.
Se levantó antes que yo y se quitó el abrigo. Me lo puso por encima de los hombros.
- Pero, Tom, tú te vas a poner malo.
- No pasa nada. Pidamos un taxi y vayamos al hotel. Mientras no te pongas tú mal, no importa.
- Tom...
Cogió mi mano y tiró de mí. Paró un taxi y nos dirigimos al hotel. Subimos hasta nuestras habitaciones. Le devolví el abrigo en la puerta de mi habitación.
La verdad es que no quería separarme aún de él. Tenía que hallar el momento de contarle lo que siento. Pasara lo que pasara, tenía que decírselo. No aguantaba más esto, aunque no sabía en qué momento hacerlo. Se estaba portando conmigo demasiado bien.
Me paré al abrir mi puerta para decirle que si quería pasar a ver una película, cuando los dos nos llamamos a la vez.
-¿Sofía?
-¿Tom?
- Vaya los dos a la vez- rió.
- Dime.
-¿Vemos una película juntos?
- Pensaba decirte lo mismo- respondí.
- ¡Qué casualidad! ¿En tu habitación o en la mía?
- Como quieras. Sólo déjame ponerme el pijama. Estoy helada. - respondí pasándome las manos por los brazos.
- Estupendo, pues la vemos aquí en la mía si quieres- asentí- Vale, pues ponte el pijama y ahora te veo.
- Vale. Cinco minutos.
Entré en mi habitación e intenté ponerme el pijama lo más rápido posible. Luego, me dirigí a la habitación de Tom. Llamé a la puerta y, cuando me abrió la puerta, vi que él también tenía el pijama.
Entré y Tom cerró la puerta. Me indicó que me sentara en el sofá y vi que se dirigió al armario, de dónde sacó una manta. Se sentó conmigo y la extendió entre los dos.
- No quiero que pases más frío.
- Gracias por cuidar de mí- le dije sonriendo.
Me devolvió la sonrisa y cogió el mando de la televisión para darle al play. La película empezó.
-¿Sofía?
- Dime.
Lo oí suspirar.
- Me gustas.
- ¿Qué?- no creía lo que acababa de oír.
Tom se giró hacia mí.
- Que me gustas, Sofía. No sé en qué momento pudo suceder. Pero me gustas demasiado. Yo... Yo creo que me estoy enamorado de ti.
Me quedé paralizada en el sitio. No me esperaba aquello.
- Yo... Yo...- empecé a decir.
- Imagino que querrás decirme que tú no sientes lo mismo y lo entiendo. Varias veces me dijiste que éramos amigos simplemente. Pero quería decírtelo. Espero que no te incomode y que no perdamos está amistad.
- ¡Ains, Tom! Yo... Yo también siento lo mismo que tú. Pero no sabía cómo decírtelo.
- Te entiendo.
- Tenía miedo con todo lo que me ha pasado. Y más después de lo aquella vez en la tienda. Pero mis amigos me han animado mucho para dar este paso.
- Para mí tampoco ha sido fácil. Más que nada por qué sabía todo lo que habías pasado. Pero ya no podía más, tenía que decírtelo.
-¡Oh, Tom! Esto me parece increíble- dije con una sonrisa nerviosa.
- A mí más. Pero ahora me alegro de haberte dicho todo.- suspiró
- Yo también- respondí.
Giré mi cuerpo hacia él y allí estaba. Mirándome con aquellos ojos azules tan bonitos que tenía. Levanté mi mano hacia él y la coloqué en su mejilla. Estaba suave, sabía que se había afeitado antes de ir a cenar. Tom cerró los ojos ante mi gesto y volvió a suspirar. Sentí su mano en mi cintura, por debajo de la manta y abrió los ojos.
- ¿Te molesta?
Negué.
- No, puedes estar tranquilo. Me has ayudado a poder ir superando todo esto.- respondí y bajé mi mano hasta su cuello.
- Te mereces todo lo mejor que te pueda pasar. Y si yo puedo ayudarte, haré todo lo que esté en mi mano para hacerlo.
- Gracias.
Sonrió y le respondí a la sonrisa.
- No tienes que darme las gracias, iremos poco a poco. No quiero dar un paso ni hacer nada que tú no quieras, ¿Vale?
- De acuerdo.
Mi mano bajó hacia su pecho, donde se encontraba su corazón. Su mano aún estaba en mi cintura.
Sus ojos conectaron con los míos. Sentí unas terribles ganas de besarlo, pero me contuve. Aunque, instintivamente, nuestros cuerpos se acercaron. Apoyó su frente en la mía. Nuestras bocas estaban a tan solo unos milímetros...
Sus labios rozaron los míos en un suave beso que hizo que, una corriente eléctrica recorriera todo mi cuerpo.
- Perdón, yo...
Lo callé. Mi mano volvió a su cuello y lo atrajé hacia mí, devolviéndole el beso, que él aceptó de buenas ganas.
-¡Dios!- exclamó cuando nos separamos.
Yo suspiré. No me creía que me hubiera atrevido, al final, a besarlo.
Me recosté sobre su pecho y él besó mi frente. Acabamos de ver aquella película, la cual no sabía ni de lo que iba. Creo que me dormí de aquella manera.
Sólo recuerdo a Tom abrazándome junto a su cuerpo. Los latidos de su corazón palpitaban de una manera que hicieron que me quedara dormida.

Dulce Amor (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora