Cuando el coche se detuvo de repente, tanto Adrien como Marinette se bajaron.
El calor del sol de verano empezaba a hacer mella en los lugareños. Había puestos de helados en cada esquina y todo tipo de paraguas de colores. Era una escena bastante bonita de presenciar, y Adrien no pudo evitar sentirse un poco intrigado.
No salía mucho, así que toda esta experiencia era un poco abrumadora.
Marinette entrecerró los ojos mientras se frotaba el sudor de la frente. Sentía un calor increíble, pero se alegraba de estar por fin en casa, donde podría ponerse algo fresco e incluso ir a la piscina más tarde.
Mientras esperaba pacientemente a su conocido rubio, el aroma de los deliciosos pasteles le llamó la atención. Ahora que lo pensaba, sentía un poco de hambre.
Su ansiedad la dominaba, haciendo que sus dolores de hambre fueran reprimidos durante largos períodos de tiempo. Estaba hecha un manojo de nervios, pero no conseguía encontrar la causa de su repentino desequilibrio emocional.
Sin pensarlo, miró al adolescente que parecía estar perdido en otra dimensión. Sus ojos permanecían fijos en un niño pequeño con mechones de miel. Cuando el pequeño se raspó las rodillas, su madre corrió inmediatamente hacia él con los brazos abiertos.
Marinette siguió mirando fijamente mientras se preguntaba qué estaría pasando por su mente. Adrien parecía estar reviviendo un recuerdo doloroso, pero no dijo ni una palabra.
Su mente inquieta parecía encerrarlo en las profundidades de una vergüenza no deseada. La chica de pelo negro se moría por decir algo, pero se detuvo. Le dedicó una suave sonrisa y le tocó vacilantemente el hombro.
—¿Estás bien? — Murmuró.
Inmediatamente, él la miró con unos ojos tan vacíos que eran casi irreconocibles. Disimuló su dolor y rápidamente puso una cara valiente.
—¡Sí, estoy bien! — Su tono era duro, pero parecía ocultar algo más.
Marinette no sabía cómo reaccionar, pero optó por no decir nada. Con sus amargas palabras fluyendo en sus tímpanos, le dirigió una mirada vacía y luego se empujó al lado de su rígido cuerpo.
Frunció el ceño y se cruzó de brazos sin prestar atención al mundo que la rodeaba. Se sintió bastante decepcionada cuando se dio cuenta de que había vuelto al punto de partida...
Creía que Adrien estaba empezando a ablandarse con ella, pero parecía que no era así. Había agotado sus intentos y decidió dejarlo pasar.
Podía hacer todo lo posible para intentar cambiar la forma en que él veía la vida, pero eso no significaba que tuviera éxito. Se hartó y lo dejó atrás.
Sólo había caminado unos dos pasos cuando sintió que una gran mano la rodeaba por la muñeca, lo que hizo que se congelara en el acto.
—¡Mira, lo siento mucho! Me has pillado desprevenido... — Se frotó el cuello con vergüenza, esperando que ella aceptara sus disculpas.
Había mucha sinceridad en sus ojos. Marinette no pudo evitar sentirse un poco sorprendida por un segundo. Al instante apartó la mirada, mientras se preguntaba qué era ese sentimiento.
Marinette dudó, pero asintió con la cabeza: —De acuerdo.
Ninguna de las dos dijo nada más mientras se dirigían al interior de la panadería. Ambas fueron recibidas por el aroma de los croissants recién horneados, que hizo que se les hiciera la boca agua inmediatamente.
Adrien hacía tanto tiempo que no comía croissants que casi había olvidado a qué sabían. Sus ojos se iluminaron al instante cuando vislumbró los gloriosos montones de croissants que descansaban en una pila ordenada.
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Para Ti
RomanceCuando Adrien Agreste se enfrenta a una difícil ruptura, se queda vulnerable y solo. Al no sentir más que dolor y rechazo, construye inconscientemente un muro emocional tan fuerte que nadie puede romperlo. Todo cambia cuando una nueva alumna, Marin...