Lasciarlo Andare

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XX

Siente el viento frío que entra por la ventana dando en su espalda. Las sábanas están tibias y se le hace más difícil poder despertarse. No hay ningún ruido y aun sin mirar a su alrededor, siente que se encuentra solo entre esas cuatro paredes sombrías. Se remueve entre las sábanas, tratando de despertar su cansado cuerpo. Por costumbre, mueve el brazo izquierdo tratando de encontrar el cuerpo que siempre lo abraza al dormir y se le hace extraño que en esta ocasión no le esté privando de oxígeno; al casi dormir sobre él.

—¿Agust?— su voz sale ronca y rasposa por el llanto, sus ojos arden al parpadear hacia un costado y encontrar el lugar de su hermano vacío.

Se incorpora rápido, con el corazón agitado y zancadas rápidas hacia el baño. Sus ojos temerosos lagrimean al imaginarse de nuevo aquella horrible escena frente a sus ojos. Yoongi sabe que nunca la podrá olvidar, aquella sensación amarga de casi ver al amor de su vida morir en sus brazos y el alivio amargo al poder detenerlo de hacer algo tan espantoso.

Mira con ansiedad cada rincón del cuarto de baño y suspira al encontrarlo vacío. Sus rodillas tocaron el piso frío y su cabeza cayó hacia el frente, el alivio y cansancio punzando en todo su cuerpo.

Sabía que las cosas no volverían a ser iguales, no mientras su gemelo se mantuviera en ese cuadro depresivo y ansioso. Creía saber que si algún día llegase a presenciar una situación como la de Agust, él sabría cómo actuar, porque se había informado, había leído y sabía cómo ayudar a la víctima.

Pero todo es más difícil al ponerlo en práctica y más cuando la víctima es renuente en tomar justicia. Después de llorar durante horas entre los brazos de sus padres y cobijar a un inconsciente Agust, se permitió dormir entre los brazos de su madre asustada. El pánico de su padre al ver sus manos llenas de sangre al igual que la camisa de Agust y el llanto de su madre al verlos así y a su gemelo inconsciente, le apretó el pecho hasta provocarle un ataque de pánico. Aún sentía su nuca cosquillar y los dedos temblorosos, el sudor recorriendo su frente como si hubiera corrido por horas, los jadeos eran fuertes y le hacían doler el pecho hasta hacerlo descontrolarse aún más.

Tuvo que mirar a su padre hacer los ejercicios de respiración como si tratara con una embarazada a punto de parir. En otra ocasión, Yoongi se hubiera reído hasta llorar, pero en ese momento, cada lágrima era de desespero mientras sentía asfixiarse.

Respiró hondo para relajar la tensión de sus músculos antes de salir del baño y buscar a su hermano.

Sus pies descalzos se detuvieron al inicio de las escaleras, preparándose para poder sostener a su hermano. El olor a té de frambuesa y a café, lo hizo sonreír.

—Buenos días— murmuró al estar tras el cuerpo encorvado en la mesa, su madre sonrió y dejó una taza de café frente a su padre.

SungHoon asintió antes de darle un sorbo a su café. Sus ojos no perdieron de vista ningún movimiento de su hijo menor; el cómo mordió su labio nervioso y apretaba la taza entre sus manos, antes de ponerse de pie y encarar a su hermano.

—Gigi...— le sorprendió la voz suave y frágil, al igual que las mejillas rojas que acompañaban la enorme sonrisa de su hijo mayor.

Los ojos brillantes y esas sonrisas cálidas, le recordaron el porqué aceptó aquella relación. Porque al mirar como Yoongi apretaba entre sus brazos el cuerpo del menor, con una fuerza dulce, tratando de sostenerlo y protegerlo entre sus brazos, y el cómo Agust se aferró a su cuerpo; desesperado, aferrándose con sus pálidos dedos a la negra camisa del contrario hasta ocultar su rostro en el hueco cálido de su cuello. Los miró relajarse, como si la vida regresara a su cuerpo, como si sintieran que regresaban a su hogar.

RIVINCITA | YOONMIN/AGUSTMIN |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora