Capítulo 16

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Se encontraban todos reunidos en la mansión del conde Higurashi, excepto por los duques Andrews, ya que ellos habían preferido irse a descansar a casa, el duque había dejado órdenes explicitas de que cuando apareciera su futuro yerno, le dieran aviso. La condesa Higurashi se había retirado a su habitación, ya que en esos momentos no se encontraba bien de salud. Su hermana Marian había ido a la cocina a ordenar que preparar algo de té.

Lady Kade tenía entre las manos un crucifijo, rezando porque su sobrino y la señorita Kagome se encontraran bien. No podría describir el dolor tan grande que sentía. Cuando esos bandoleros entraron a la mansión, no sintió miedo por las joyas robadas, sino al ver como se llevaban a su sobrino.

Su sobrina Kikyo se encontraba a un lado de ella, acariciando su hombro.

Cuatro personas estaban reunidas en la biblioteca, el conde Higurashi estaba sentado en frente de Koga, Lord De la Rosa y un hombre que parecía ser el teniente.

― ¿Cuándo fue la última vez que los vieron? – preguntó por enésima ocasión.

―Escúcheme – el conde Higurashi perdió la paciencia que le quedaba – Se lo voy a repetir por última vez. Esos malditos bandidos entraron a ese baile, nos quitaron nuestras pertenecías, nos acorralaron – enumeraba cada uno de los actos que habían hecho esos hombres – Y por si fuera poco secuestraron a mi hija y al marques Taisho ¿Alguna duda más?

―Si – asintió en teniente, observando al prometido de la joven ―¿Dónde estaba usted, Lord De la Rosa? – se levantó de su silla y se detuvo a un lado del joven ― ¿Y por qué su prometida bailaba con otro hombre?

―Disculpe mi interrupción – dijo Koga – Pero eso no tiene importancia aquí. Lo único que nos debe importar es encontrar a la señorita Higurashi y a mi primo, el marqués Taisho.

―Yo no me haría tantas esperanzas en encontrarlos – respondió con frialdad y sinceridad – No quise decir esto en frente de las mujeres. Pero hoy en día no es seguro andar por las calles de Londres en la noche. Hay muchos salteadores de caminos, hombres despiadados que roban y asaltan carruajes y si encuentran a una virtuosa mujer, ellos la...

― ¡Suficiente! – Interrumpió al teniente – Usted se concentrara en encontrarlos, así que vaya y comience con sus averiguaciones.

El teniente asintió y antes de salir por la puerta, se detuvo y miró a los tres hombres que se encontraban en el despacho.

―Es interesante – comentó él.

―¿Qué es interesante? – preguntó el conde.

―¿Por qué llevarse a la hija de un conde? – Preguntó el teniente – Si yo hubiera sido un bandido, habría secuestrado a la hija de un duque.

―¿Insinúa que mi hija no es superior?

―No señor. Simplemente le digo que tal vez el secuestro fue planeado. Por alguien muy cercano, alguien que sabía perfectamente que acudirían a ese baile –hizo una reverencia – Con permiso caballeros. Que pasen buena noche. ― después de haber sembrado la duda entre los tres hombres y se marchó, cerrando la puerta tras de él.

Una vez solos. El conde Higurashi no dejaba de observar a su futuro yerno. Lo miraba con el dejo fruncido, el dedo índice de la mano derecha lo tenía sobre sus labios, mientras que golpeaba la mesa con la yema de los dedos de la otra mano.

Las palabras del teniente habían dejado al conde con una gran duda.

―¿Y usted dónde estaba cuando pasó todo esto? – interrogó el conde.

CONQUISTAR A UN LORDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora