Capítulo 28

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— ¿Cómo se atreve hablar así de mi hija?

Inuyasha se llevó una mano a la mejilla y levantándose al mismo tiempo del suelo. Ahora sentía lo que el propio Antonio De la Rosa se había enfrentado a Koga y a él. No esperaba que el conde reaccionara de esa manera, bueno tal vez sí, pero no con esos ojos rojos que lo miraban con furia.

—Le recuerdo que es de una dama de quien estamos hablando — interrumpió el conde, antes de que Inuyasha hablara — Y además mi hija. Si algo no tolero es que hablen de mi familia. Usted — lo señaló —Se ha aprovechado de mi confianza. Me ha traído aquí, me ofreció su vino y sus puros caros. Fue preparando el terreno para decirme esta basura. Pero si hay algo que le debo decir es: Por más que haya arruinado la reputación de mi hija, como dice usted. Aun así no le daré su mano.

El ojidorado se quedó sorprendido, nunca imagino una reacción así por parte del conde. Él había asimilado que con esa declaración, accedería a entregarle a Kagome por esposa.

—Conde...

—No hable — lo interrumpió y avanzando hacia la puerta — Gracias por su hospitalidad Lord Taisho. Discúlpeme con su prima y su esposo, además de su tía Lady Clearwater. Ya es tarde y debo buscar a mi familia para retirarnos.

Dicho esto salió del estudió cerrando de un golpe la puerta tras sus espaldas. Se recargó en la puerta de roble, llevándose una mano al corazón, comenzaba a sentir pequeños hormigueos en su mano derecha.

Un joven mesero, al verlo se aproximó hacia él.

— ¿Se encuentra bien, Lord Higurashi? — preguntó el joven alarmado.

El conde se enderezó y asintió, pasó un brazo en el hombro del mesero.

—Si hijo, no te preocupes.

Dicho esto, se arregló su saco, dio media vuelta y emprendió su camino hacia los jardines donde se suponía que estaban su esposa, su hija y su hermana y si, efectivamente ahí se encontraban su hermana y su esposa pero Kagome estaba bailando con un joven.

Se acercó a su mujer y le murmuró al oído:

—Cuando termine esta pieza vas por Kagome. Debemos irnos cuanto antes.

La condesa asintió. No necesitaba preguntarle qué era lo que le pasaba, pues era más que claro que su marido estaba enfadado, aunque más que enfadado se veía ansioso de marcharse de aquel lugar.

Cuando las notas del último vals terminaron la condesa Higurashi fue por su hija. La tomó del antebrazo y le susurró suavemente.

—Cariño, debemos irnos. Tu padre no se encuentra bien.

Ella asintió y se despidió de su pareja con una sutil reverencia.

En el transcurso del camino el conde no habló, sólo se escuchaba su respiración agitada, de vez en cuando golpeaba el piso del carruaje con sus pies y jugaba con sus dedos. Por otro lado las únicas que comentaban de la boda y del vestido habían sido la condesa y la tía Marian.

En cuanto el carruaje se detuvo en la entrada principal, el conde salió como alma que lleva el diablo y ayudó a las mujeres a bajar de carruaje, en cuanto cruzaron el vestíbulo y se dirigían a sus respectivas habitaciones, el conde las detuvo con una contundente orden que las dejó heladas a las tres.

—Reunión familiar en la sala de estar.

— ¿Desea que les lleven servicio de té, señor?

Parker, el mayordomo se había acercado a él, pero su experiencia todos estos años trabajando con aquel hombre, le decía que era mejor que no lo hiciera tanto.

CONQUISTAR A UN LORDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora