Epilogo

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—Es peligroso Sofie— dijo un niño de pelo castaño y ojos color verde.

—No seas cobarde Antonio — respondió una pequeña de ojos marrones y cabello negro. Era más pequeña que él. — Además nuestros papás no se enteraran.

—Podríamos hacernos daño Sofie — comentó la hermana gemela de Antonio.

—Catalina ¿Estás conmigo o no?

Catalina, que era idéntica a su hermano pero con ojos parecidos más a su madre, miró a su hermano mayor y después a su prima y por último negó.

—No — respondió. Escondiéndose en la espalda de su hermano —Es peligroso.

Sofie puso sus brazos en jarras, frunciendo su pequeño cejo, mirando a sus primos. Entonces, se dirigió hacia la base de la escalera, tomó asiento y se sostuvo por un rato en la rendija.

—No lo hagas Sofie — Exclamó su primo Antonio.

Pero la pequeña no dijo nada y se dejó resbalar por toda la rendija.

Justo en ese momento Inuyasha iba pasando por el vestíbulo y al ver a su hija deslizarse por las escalaras salió corriendo a su encuentro, pescándola en el aire antes de que saliera proyectada.

La tomó en brazos y la puso en el suelo.

Entonces, estalló en un grito severo.

—Sofie Elizabeth Taisho – dijo el nombre completo de su hija — ¿En que estabas pensando al deslizarte por las escaleras?

La pequeña se mordió el labio inferior y esbozó una encantadora sonrisa, de esas que sabía muy bien como derretir a su padre.

—Nada papi – ella negó —Antonio y Catalina me obligaron hacerlo.

—Nosotros no...

Inuyasha interrumpió al pequeño Antonio quien bajaba las escalaras tomado de la mano de su hermana. Se estaba defendiendo sin que su tío se lo hubiese pedido. Pero Inuyasha conocía muy bien al pequeño diablillo que tenía bajo la mira.

—Antonio, lleva a Catalina al jardín. La abuela Kaede los está esperando.

Aunque la tía Kaede era sólo eso, los hijos tanto de Kikyo, Koga como su propia hija, le decían "la abuela Kaede"

—Tengo que hablar con mi hija seriamente.

Sofie tragó con fuerza, pues sabía cómo le iba a ir con su padre. Aunque un ligero movimiento de pestañas con una sonrisa lograría derretir su mal humor. Así como había visto tantas veces a su madre hacerlo.

Cuando Catalina y Antonio los dejaron solos. Inuyasha se cruzó de brazos y miró a su hija. Estaba arrodillado frente a ella, esperando una explicación.

—Sofie. ¿En qué pensabas al querer deslizarte por las escaleras?

— Papi ya te dije que...

—Sabes muy bien como yo que no creo que Catalina y Antonio te hayan obligado hacerlo. Conozco como eres. Idéntica a tu madre.

La pequeña agachó la cabeza.

—Solo quería demostrarles que era divertido.

—Lo sé. Pero es peligroso y no quiero que vuelvas hacerlo. Algo les pudo haber pasado.

Ella asintió.

— ¿Me prometes que no lo harás de nuevo?

Asintió nuevamente.

CONQUISTAR A UN LORDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora