Capítulo 7

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Joaquín sujetó la mano de Emilio para llevarla a su entrada, haciéndolo sonrojar, más de lo que ya estaba. Su rostro era completamente rojo, por el calor del momento y por estar así con el 'amor de su vida'.

La mano fue a parar al centro de sus mejillas, descontrolando más a el mayor.

El deseo de tocar a ese alguien amado, de tener todo tipo de contacto, el deseo de solo estar con él, Emilio ya lo estaba experimentando cada vez más fuerte. Relamió sus labios, y dos de sus dedos separaron sus paredes anales, haciendo gemir a el menor que se aferró a su hombro. Por alguna razón a el castaño le encantó ese gesto.

Esos mismos dos dedos comenzaron a acariciar la entrada de el menor, que gimió levemente más fuerte, causando un leve temblor en su cuerpo. Silencio era lo que habitaba en su habitación al momento, silencio que fue remplazado por el sonido obsceno de la humedad de Joaquín. Sus dedos volvieron a acariciar la zona, tanteando, y después metió uno. Otro gemido escapó de los labios de el menor. La carne rosa que pedía a gritos ser atendida, Emilio tragó saliva sonoramente, tratando de calmarse a sí mismo y no cometer una barbaridad.

Metió otro dedo, notando que su amigo estaba más apretado que de lo normal. Sentía que sus paredes asfixiaban sus dedos, y apenas había metido la mitad de dos dedos. Emilio relamió sus labios que estaban secos, y después, los metió por completo, haciendo a Joaquín gemir fuertemente. Su ceño fruncido, sus labios hinchados de tanto morderlos y sus ojos cerrados. Se veía tan tierno, y atractivo. Se concentró en volver a repetir la acción, varias veces, dándose cuenta de que el menor no estaba tan húmedo como debería.

Por suerte él trajo lubricante. Caminó hasta su mochila, sacando el bote, y se lo entregó a el menor, que lo miró fijamente.

—¿Yo-yo haré eso? —Unos labios atrapando su pezón interrumpieron sus palabras, y luego sintió que Emilio asintió, todavía mordisqueando su botón. Su pezón que relucía en su lechosa piel por ser tan rosado, el mayor sonrió, y volvió a chuparlo, haciendo gemir bajo a Joaquín.

—Solo mete tus dedos en el lubricante, y mete tus dedos en tu... zona. —Un beso en sus clavículas y después escuchó de nuevo el sonido de la humedad entre ellos dos, seguido de los gemidos de el menor.

Emilio se quitó él mismo su pantalón, quedando en ropa interior, llamando la atención de Joaquín, que seguía dándose placer. Su otra mano se dirigió a su miembro, recordando lo bien que se sintió cuando el mayor lo acarició, y sus gemidos aumentaron llevando su cabeza atrás. Su espalda arqueada, y gemidos cada vez más altos. El sudor recorriendo el cuerpo de Joaquín, gotas por su cuello y frente, una imagen tan linda para el mayor. No importaba que hacía, siempre resultaba encantador para el castaño.

Incluso cuando se acababa de levantar y tenía saliva seca en sus labios, incluso ahora, que se estaba masturbando.

Llegó hasta el cajón de los condones, sacando uno con cuidado, y lo abrió con sumo cuidado, enrollándolo en toda su extensión. Estaba erecta y Joaquín ni la había tocado. Desabrochó su camisa, y caminó hasta el menor, tomándolo de las caderas para voltearlo por completo, pero él de negó.

—Tengo que besarte, por lo menos verte, leí que duele si es demasiado grande, y Emi, tú ahí te cargas 25 cm, casi una regla. —Emilio asintió, separando las piernas de Joaquín y llevándose una a su hombro, haciéndolo sonrojar. —Con cuidado.

Agarró el bote de lubricante y lo llevó a su miembro, empapándolo del líquido, y después, fue metiendo la punta, sintiendo como las paredes de Joaquín lo apretaban tanto que llega a asfixiar. Esperó a que los pequeños quejidos de Joaquín pararan, y fue metiendo más, lentamente. Leves centímetros más y divisó el hilo de sangre caer de la zona de el menor. Emilio perdió la cuenta de cuántas veces tragó saliva.

Iba a seguir metiéndose lento, hasta que un grito de el menor lo asustó, casi saliendo.

—¡Mételo todo de una vez, duele de puta madre!

—¡No tengo que meter todo si no quiero dañarte!

—¡Mételo todo, Emilio, métemelo todo ya. —El mayor tenía una paciencia muy limitada esos días, así que en una fuerte estocada logró meter hasta la mitad en Joaquín, haciéndolo gemir alto, lo confundió con un quejido. Se apoyó en sus codos, viendo cómo el condón tenía varios hilos de sangre, y miró a el menor. —Ta-tarde o temprano iba a perder la virginidad, cállate y sigue metiéndolo.

Joaquín tenía razón, y Emilio agradeció su honestidad. Prefirió ser él que otro idiota, más idiotas que él mismo.

Sujetó de las caderas a Joaquín, y volvió a meterlo en una estocada, hasta que algo la hizo topar. Ahora eran uno mismo. Los ojos cerrados de Joaquín con fuerza, sus cejas fruncidas, y lágrimas amenazando con salir. Emilio sujetó ese rostro y lo besó, esperando a que el menor se acostumbrara a su tamaño. No se movió, y el menor abrió sus ojos, viéndolo atento.

—Puedes moverte ya.

—¿Tan rápido? —Unas caricias en su nuca, y Emilio sacó hasta la punta, y volvió a meterse, de una manera lenta, suave. Lo besó, seguía sujetando su cintura, y sonrió en medio del beso. Volvió a repetir la misma acción, y el gemido de Joaquín le indicó que ya no era dolor puro lo que sentía. Otra estocada suave, alborotando su corazón.

En la habitación se escuchaba el ruido de sus pieles chocando, la humedad de Joaquín, y los gemidos de ambos.

Emilio gimió al sentir la estrechez de Joaquín, y un pensamiento fugaz que llegó para quedarse. Estaban haciendo el amor. Según el mayor, estaban haciendo el amor de una manera cuidadosa, y en ese momento ya no pensó que era solo un intercambio o un polvo para que Joaquín bajara de peso y fuera feliz con alguien más, estaban haciendo el amor, ellos dos. Volvió a besar esos labios que tanto le encantaban, e involuntariamente sus movimientos aumentaron de ritmo, haciendo a Joaquín gemir más alto.

Era felicidad pura en ese momento, sus movimientos a velocidad media, los gemidos de Joaquín, que comenzó a subir sus caderas a medida que completaban una estocada, y Emilio terminó una estocada meneando sus caderas, recordando que eso le había dicho la señora Ortega al momento de tener sexo en el baño.

Quería borrar eso de su mente para siempre. Quería pensar que Joaquín fue su primera vez, y que él fue la primera vez de Joaquín. Sus labios se dirigieron al cuello de el menor, comenzando a mordisquear y chupar de su piel, llevándose entre dientes para después soltarla, el menor cada vez gemía más fuerte.

Sus cuerpos llenos de sudor, sus gemidos inundando la habitación, y el sonido de los varios besos que compartían en cada estocada que hacían. La mano de el pelinegro bajó hasta su vientre, buscando acariciar su miembro, pero palpó algo que sobresalía de su vientre. Un bulto. Y recordó que por lo menos 20 centímetros estaban dentro de él. Sus manos bajaron por completo a su miembro, logrando su objetivo, y el placer se expandió por todo su cuerpo. La velocidad que Emilio estaba utilizando era la perfecta, lo que metía y sacaba, y sus dedos complaciendo su glande, todo fue perfecto para que él alcanzara su orgasmo, y lo logró, arqueando su espalda cuando lo logró. Un gemido alto, y se corrió, empapando el miembro de el mayor con sus fluidos.

Una estocada más y después escuchó que Emilio gimió fuerte, y maldecía en voz baja. Otros gemidos, Joaquín que seguía retorciéndose y el mayor que se estaba recuperando de su orgasmo, saliendo de el menor.

El condón tenía fluidos y sangre, así que el castaño se lo sacó con un papel y con cuidado. Lo enrolló en el papel, y lo tiró, haciéndolo sonreír. Hizo el amor con Joaquín.

Sus pensamientos no pudieron llegar más lejos porque escuchó el sonido de una puerta y un "¡Joaco, ya llegué!" De su madre.

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Esto estuvo candente, a.

La Iris que no se llama Iris, les ama. ♡

Diet Of Sex || EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora