Capítulo 17

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Emilio no supo cómo es que terminaron en la sala de Joaquín, abrazados, el menor acurrucado en su pecho mientras dormía plácidamente.

Su respiración caliente chocaba contra el cuello de el otro, justo en la hendidura, y el castaño sólo suspiró mientras veía la cabellera pelinegra de el otro.

"Pensé que tú eras el enamorado de mi" fue la frase que golpeó de nuevo y le hizo sentir estúpido, pero tan estúpido, que quería morirse en ese momento sin importar que tenía en brazos a el otro. Sintió que una lágrima cayó de su mejilla, y se apresuró a limpiarla.

Era un cobarde. Había tenido más de veinte oportunidades para decirle a Joaquín que le gustaba, pero en ninguna tuvo la valentía de hacerlo porque tenía miedo, el profundo miedo de ser rechazado y sabía que era mejor tenerlo bien guardado antes que decirlo y arruinar la linda amistad que tenía con el menor. Suspiró.

Llevó su nariz a la cabeza contraria, inhaló su olor, y la acarició con cuidado, pensando que el otro estaba dormido.

Pero Joaquín sólo estaba pensando en qué podía pasar. El hablar con Eduardo fue un gran avance y le hizo saber que realmente estaba funcionando lo de bajar de peso para eso. Pero hizo una mueca al recordar cómo estaba bajando de peso.

Teniendo relaciones sexuales con su mejor amigo, que no sentía nada por él pero había accedido. O eso era lo que pensaba. Cerró sus ojos, y se acurrucó más en el pecho de el otro. Realmente lo pensó antes de hablar.

—Emi, ¿Cómo sabes cuando te gusta alguien? —Escuchó cómo el otro relamió sus labios y pensó su respuesta.

—Te gusta Eduardo, deberías saberlo tú.

—Pero quiero escuchar las palabras de ti, una persona romántica. —Sintió cadenas en su cabeza, la calmada respiración de el otro, y después la mano en su cintura.

—Sientes que, sólo quieres verla feliz, sólo la puedes ver a ella aunque sea en una habitación con diez mil modelos tú irías con esa persona que te gusta, te gusta su modo de ser, sus bromas aunque sean estúpidas, te gusta, hasta su olor, el más mínimo contacto con ella, su forma de hacer las cosas aunque algunas veces tú sabes que no lo harías así, sabes que te gusta cuando, hasta con un simple toque de ella estás feliz, y sabes que es más por un rostro lindo, eso no importa cuando alguien te gusta de verdad, sólo es, te gusta porque es esa persona.

—¿Quién te gustó tanto como para pensar así?

"Tú." Desvió su mirada de el otro, y ahí iba a perder la oportunidad 21 de confesarse.

—La señora Ortega.

—Asqueroso. —Y aunque sabía que era una broma, Joaquín se había desilusionado mucho porque sabía que su amigo no le había dicho la verdad, aunque no toda. Joaquín había retratado en su mente todo lo que había dicho Emilio con como el veía a Mario.

La forma en la que reía con él, que lo veía curioso, le tocaba hasta con las manos en el suelo. Y ahí vinieron los celos.

La respuesta, cualquiera que fuera, iba a dejar a un Joaquín vacío porque no esperaba nada eso. Ni él supo por qué hizo la pregunta.

—¿Y tú? ¿Cómo sabes que te gusta Eduardo?

—Pues, porque me gusta escucharlo, es lindo, sabe inglés, me gusta sólo verlo, me gusta sentir mi corazón latir tan rápido al sentir que me toca. —Emilio asintió.

—¿Qué crees que pasará? Me refiero a ti y a él.

—No lo sé, me dijo que algún día de estos podríamos ir a tomar un café...

—A ti no te gusta el café.

—También venderán tés en esos establecimientos, Emilio. —El otro asintió y detuvo las caricias para llevar su mano a la cabeza contraria. —Acordamos que el jueves, ¿Crees que-

—Claro que estoy libre ese día, te puedo llevar si gustas. —El otro asintió, levantando su cabeza para sonreírle a su mejor amigo, y el otro sonrió al ver esa sonrisa que podía alborotar su corazón con sólo aparecer por milisegundos. Emilio llevó su mano a la mejilla derecha de el otro, comenzando a acariciarla.

—Amo tus mejillas, por favor, sigue teniéndolas. —asintió, sonriendo más fuerte para hacer que el otro sonriera, y después quiso acercarse a besarlo, pero el castaño negó. —Sería muy raro que sigamos besándonos aun cuando Eduardo ya mostró interés en ti, dejemos sólo con el polvo al mes.

Por el bien del corazón de Emilio, tenía que hacerse de piedra y distanciarse de los sentimientos que tenía por Joaquín para que no se rompiera cuando lo viera besándose con Eduardo, haciendo cosas que él podría hacer pero por cobardía no haría. Lo vio.

—Lo entiendo. —Emilio se apoyó sobre sus codos mientras sentía que el otro se sentaba en sus piernas para acomodar su pelo, y después lo vio, pidiendo que se quitara levemente. —¿A dónde vas? ¿Ya te vas?

—V-voy al baño a orinar. —Señaló la puerta blanca donde se encontraba dicho lugar, y en cuanto entró, cerró la puerta, y se echó al suelo para sostener su rostro. —Soy un idiota, debí haberle dicho...

Golpeó su frente varías veces, cerró sus ojos, y después enterró su cabeza en sus piernas. Quería llorar, sentía ese ardor en sus ojos, pero no lo iba a hacer. Sólo se quedó sentado por un buen rato, suspiró, y limpió unas lágrimas que habían querido salir de sus ojos.

Su corazón aunque quisiera que fuera de piedra, sabía que en algún momento iba a explotar, romperse en millones de pedazos, y sabía que lo iba a perder una vez que esto sucediera. Suspiró.

Salió del baño con un rostro neutro, vio a Joaquín usando su celular, y después vio su maleta.

—Ve a ponerte ropa cómoda, vamos a salir a hacer ejercicios. —El otro sonrió tímido mientras asentía y subía a su cuarto. En cinco minutos volvió a bajar con un lindo short que mostraba sus piernas y Emilio sintió su corazón latir, más por la piel mostrada, era porque Joaquín había amarrado su pelo en una media coleta tierna y sus mejillas se veían más, y más regordetas. Sonrió tierno.

—Listo, Emilio, ¿Vamos al parque?

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Le quitó los besos pero no el sexo, maravillosa jugada 😉

La Iris que no se llama Iris, les ama. ♡

Diet Of Sex || EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora