Capítulo 23

284 27 1
                                    

—¿Por qué venimos? —Preguntó Emilio mientras veía a el rubio y al pelinegro caminar frente a él, y ambos asintieron. —Pregunté por qué.

—Porque Eduardo invitó a Joaquín y si alguien invita a Joaquín, nosotros como buenos parásitos tenemos que ir para hacernos más populares y conquistar más chiquibabys. —Bromeó, pero Joaquín volteó a verlo con el ceño fruncido, y Mario bromeó. —Bueno porque ni Emilio ni yo tenemos novio, tú si.

—Espera, ¿Novios? —Emilio corrió hacia el, y Joaquín asintió, no muy contento, y Emilio asintió, suspirando. —Felicidades.

El castaño sólo comenzó a caminar de una manera lenta, con lágrimas en sus ojos y pateando cualquier cosa que se cruzara en su camino. Se sentía inútil, completamente inútil porque ni le pudo dar el lienzo, ni pudo hacerle algo de comer o tocarle la canción, se sentía estúpido, inútil, e incompetente, y eso era.

Sólo levantó su mirada, encontrándose con la casa y entró detrás de los otros, saludando a uno que otro conocido.

Joaquín tampoco estaba tan feliz. Emilio no le había vuelto a decir nada y sólo había comenzado a pasar más tiempo con Mario, por lo que supuso que le iba a decir que le gustaba el rubio. Con su corazón roto porque sus sentimientos no fueron correspondidos por segunda vez, buscó a Eduardo porque había escuchado que un clavo saca otro clavo, aunque no era así.

El que el pelinegro se haya entregado de una manera fácil hizo que Eduardo se preguntara qué había pasado entre los dos amigos, pero no le preguntó nada más y sólo disfrutó el, ahora, delgado cuerpo de el otro.

Sólo lo vio y le pidió que se sentara a su lado, besándolo al instante, y Emilio soltó una lágrima. Qué fácil sería todo si tan sólo hablaran, aunque ninguno conocía sus verdaderos sentimientos.

Mario abrazó a Emilio, dándole una botella de alcohol, pero este la rechazó y subió, buscando algún cuarto para meterse y llorar en el porque realmente no tenía muchas ganas de estar en la fiesta.

Entró azotando la puerta pero después verificó que no hizo algún mal en el cuarto ajeno. Segundos después vio a Mario entrar, sonriendo tímido.

—Perdón, pensé que ya sabías.

—No sé por qué no me dijo. —Llevó sus dedos a sus ojos y limpió las lágrimas que habían comenzado a brotar, pero no impidió que siguieran bajando. —Siento que morí. —Relamió sus labios, tragó saliva, y volteó a verlo. —No siento nada, no siento el brazo izquierdo, Mario, no me siento con vida.

—Hey, hey, no digas eso. —Lo abrazó, haciendo que hunda su cara en el hueco de su hombro y cuello, y comenzó a acariciar su cabeza. —Si quieres lo convenzo de que termine con él o sedamos a Eduardo y mando al payaso a que-

—No, por favor, no me trates de animar, sólo... déjame en este silencio. —Apretó la camisa, comenzando a sollozar. —¿Por qué todo es tan difícil para mí?

—No lo sé. —Respondió, aunque el otro le había pedido silencio y después se separó de él. —¿Sabes qué? Ve y bésalo en ese instante, o besa a alguien más, dicen que un clavo saca otro clavo y aunque no tenga razón por lo menos tendrás a alguien a quien meterle algo.

—¿Un clavo saca otro clavo? —Preguntó mirándolo, y después su vista bajó a sus labios.

Emilio algunas veces no pensaba en nada, no pensaba en las consecuencias que tendría algo, sus acciones o sus palabras, aunque él sabía que era un ser pensante y con razonamiento, él muchas veces no lo utilizaba para nada y hacía las cosas de manera rápida, estúpida, pero eficaz.

Pero no sabía que se encontraría besando a Mario en esa cama.

El rubio frunció el ceño, pensando que eso estaba mal. A él no le gustaba de una manera romántica Emilio, pero no negaba que se sentía atraído a él. Sólo alzó sus hombros mientras aceptaba el beso y se hacía levemente para atrás, dejándole entrar entre sus piernas.

Emilio llevó sus manos a la cintura de el otro, y las metió bajo su camisa, sintiendo su cálida piel.

Recordó la primera vez que lo hizo con Joaquín, pero sólo frunció su ceño mientras llevaba su agresiva mano al pantalón de el otro, queriéndoselo quitar, pero rompiéndolo en el proceso, asustándolo.

Un clavo sacaba otro clavo.

Dicho que igual había usado Joaquín, que en ese momento estaba buscando a su mejor amigo para tenerlo a su vista porque se sentía mal mientras no estuviera él, pero no lo encontró.

Y no quiso entrar a la habitación donde se escuchaban varios ruidos, suspiros, y puede que un cuadro caer al suelo.

Mario sólo vio cómo él castaño sacaba un preservativo de su bolso y lo envolvía en su miembro, y lo miró. Emilio no tenía sus ojos color miel naturales, tenía sus ojos oscuros, llenos de dolor y puede que de furia porque el trato que estaba recibiendo no era el más cuidadoso ni sedoso.

Pero no negaba que era lo que le gustaba.

Gimió alto cuando lo levantó y lo pegó a la puerta, y Joaquín semi-gritó al escuchar la puerta ser azotada. Iba a entrar para ayudar a cualquiera que estuviera recibiendo tal trato, pero escuchó la voz de su amigo, y la de Mario jadeante.

—No voy a ser atento, ni suave, y sé que te dolerá, ¿Quieres parar? —Llevó sus manos a su rostro para evitar lanzar un quejido, y Joaquín se acercó más a la puerta para asegurarse que eran sus amigos.

—Emi, a mí me gusta rudo, si escuchas un 'para, lento' no me hagas caso, haz lo que quieras. —Y gemidos, golpes a la puerta y puede que gritos fue lo que comenzó a llenar esa habitación mientras Joaquín sólo se deslizaba de manera suave por la puerta, sollozando en silencio mientras escuchaba a su mejor amigo tener sexo con alguien más, y ahí, él igual se sintió inútil.

Nada de esto hubiera pasado si aquella vez que tuvo sexo con Emilio después de la discusión hubiera aceptado sus sentimientos.

Ahora, mientras escuchaba los gemidos, casi gritos de el otro, los gruñidos de Emilio, y sus silenciosos sollozos que aguantaba por su mano.

Si tan sólo lo hubiera admitido él primero. Si hubiera hablado con Emilio, pero recordó.

El hubiera no existe, así que ahora sólo dispuso a disfrutar del dolor que sentía su corazón, a llorar cada vez más fuerte, pero al mismo tiempo silencioso, y sentirse morir.

Tanto así le gustaba Emilio, pero nunca lo admitió.

°  ————— 🔥 —————  °

5mentarios, ¿Cuál es su reacción?

La Iris que no se llama Iris, les ama. ♡

Diet Of Sex || EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora