Capítulo 25

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—Te amo. —Joaquín habló de forma cortada mientras sentía que el castaño hundía su rostro en el hueco de su cuello, besando ahí.

Desde que vio las marcas que había dejado en su cuerpo no le volvió a chupar o morder, sólo lo besaba, lamia y acariciaba.

El mayor sólo volvió a besarlo ahí donde mismo, sonriendo, y se separó, viéndolo. Sólo movió un poco sus muslos para bajarle un poco para verlo. Sonrió mientras se pegaba más a la pared y sostenía las manos de el menor, sonriendo.

—¿Se siente bien? —El menor asintió al mismo tiempo que llevaba sus manos a la nuca contraria, enredando sus manos en el cuero del otro, y rió. Emilio se movió lento mientras Joaquín gemía más fuerte.

—Se siente mejor que la primera vez. —Rió, pero volvió a gemir al sentir que Emilio sostuvo su rostro, haciéndolo ver.

—¿Se siente mejor que con Eduardo? —Joaquín lo vio fijamente a los ojos, y asintió, acariciándolo.

—Todo contigo se sentirá mejor...

El castaño relamió sus labios mientras sus labios volvían al cuello de el otro, besándolo, pero rió.

Volteó a verlo mientras sostenía sus manos, poniéndolas en su corazón.

—Es porque... es porque te amo. —Los ojos de el pelinegro comenzaron a llenarse de agua al mismo tiempo que él igual acunaba el rostro de Emilio, acariciando sus mejillas con sus pulgares. —Cuando haces algo con una persona que te ama, si-sientes que es, mejor que hacerlo con otra persona, y viceversa.

—Yo igual te amo, Emilio, tú fuiste el culpable de que me enamorara de ti en todos los aspectos. —El castaño sólo comenzó a arquear sus cejas mientras sentía que sus ojos se llenaban de agua y lo veía fijamente, sonriendo.

Sus manos comenzaron a acariciar sus hombros y en un pequeño movimiento estaban en la cama de nuevo.

Emilio había vuelto a mover sus caderas de forma lenta, haciendo gemir a Joaquín mientras lo veía fijamente y sonreía, relamía sus labios.

Definitivamente ambos eran los culpables de enamorarse en todos los aspectos posibles.

Porque Emilio amaba tanto a Joaquín.

Un gemido alto de el menor le indicó que este había llegado al orgasmo, así que él comenzó a moverse un poco más rápido para venirse él también.

En cuanto lo hizo, sólo se separó de él y se acostó a su lado, viéndolo fijamente.

El castaño se acostó bajo pecho, pero viéndolo sonriente. Los rasguños de su espalda no ardían para nada, no estaba agotado y mucho menos triste, pero al mismo tiempo quería llorar y dormir.

No decidió por cuál.

Joaquín se ladeó para verlo y lo besó, pero el castaño tomó un paso y comenzó a entrometer su lengua en la cavidad bucal de el otro, comenzando a acariciarse.

Sólo se separaron y un rastro de saliva los unía.

Ambos tenían un gran sonrojo, pero sólo rieron.

—¿Entonces?

—Sólo me queda terminar con Eduardo y tú con Ma-

—No, no somos nada más que amigos, nada sentimental. —Joaquín buscó un rastro de mentira en sus ojos, acercándose más, así que sólo entrecerró sus ojos.

—¿Seguro?

—¿Po-por qué? —Tragó saliva al recordar lo que había pasado el sábado. Lo vio a los ojos. Joaquín sólo pensó en si decirle la verdad o no.

—Pues, no-no lo sé... —Todos los problemas que han tenido hasta ahora habían sido porque no habían hablado, así que el menor suspiró. —El sábado los escuché tener sexo.

—Oh...

—Y de verdad quería saber si ustedes no son nada porque quiero que si llegamos a tener algo, no seamos amantes, aunque en este instante lo somos. —Emilio negó, riendo. —No te rías, la pasé mal ese día...

—Y yo igual, me enteré que tú y Eduardo ya son novios. —Joaquín suspiró.

—Él me lo pidió y yo sólo tuve que aceptar porque pensaba que tú y Mario eran novios... ¡Todo esto pasa por no hablar! —Emilio sólo torció sus ojos, y vio la almohada.

—¿Escuchaste?

—Sí... —El mayor se acostó de espaldas y buscó su mano, y la besó. —No me trates de endulzar, Emilio...

—No lo hago, pero, no te sientas mal por eso, ¿Si? —Y el otro asintió, sonriendo.

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—Yo también le gusto. —Mario abrió su boca y sonrió, abrazándolo.

—Sabía que este día iba a suceder tarde o temprano, Dios, me alegro, ¿Cómo lo hicieron? —Emilio sólo sonrió mientras levantaba sus cejas y comenzaba a jugar con el borde de su camisa, carcajeando.

—Tuvimos sexo, le dije que lo amo, y él me dijo que igual me ama, ahora él va a terminar con Eduardo porque no quiere que seamos amantes.

—¿Y estás seguro que lo va a terminar? —Asintió, señalando a un pelinegro que llegó hasta ellos y abrazó al castaño, dejando un beso en su mejilla.

—Entonces, le digo que quiero terminarlo... —Ambos asintieron. —Estoy nervioso, nunca había terminado una relación, siempre me terminan.

Emilio sólo lo vio, lo tomó por los hombros, y sonrió, dándole ánimos.

—Tú puedes, ¿Si? —Asintió de nuevo, tragó saliva, y rió. Sólo volvió a besar su mejilla y a caminar al otro castaño que igual estaba entrando a la escuela y lo detuvo.

Mario y Emilio caminaron más cerca para escuchar.

—Hey-

—Hola, hermoso. —Un beso sonoro y Mario vio cómo el menor hizo un gesto, apartándose. —¿Pasó algo?

—Mira, la verdad es que no eres lo que pensaba y creo que lo mejor sería terminar porque...

—¿Perdón? ¿Te-terminar? —Eduardo tragó saliva nervioso mientras veía a Joaquín ver nervioso el suelo, carraspeó. —Hey, Joaco, mira, no-no no hay que terminar ahora, ¿Si? Es sólo que-

—No, yo quiero terminar, no eres lo que esperaba y pensé que me gustabas, pero-

—Tú eras la perra que estaba buscando mi atención... —Emilio iba a salir pero Mario lo detuvo, rogando por una defensa de el pelinegro.

—Y ahora tú estás siendo la perra que está rogando por mí, ¿Hay alguna diferencia?

—Joaco, espera- por favor, ve- ¡Ven aquí! —Y un quejido de el otro hizo que saliera del escondite, con el ceño fruncido y con los puños listos.

Así que en cuanto vio una pequeña marca rojiza en la mano de su menor, él vio a Eduardo, y apretó su mandíbula.

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¡Se vienen los puñetazos!

La Iris que no se llama Iris, les ama. ♡

Diet Of Sex || EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora