—¿Terminaste? —Emilio asintió rápidamente, viéndolo a los ojos, sonriendo. Poniéndose su camisa y pantalón, intentó arreglarse al mismo tiempo que veía a Joaquín intentar levantarse de la cama, batallando levemente.
—Deja te ayudo...
—Por favor, me duelen las piernas. —Rió levemente al comentario de el menor, y comenzó a vestirlo rápidamente, poniéndole cada una de sus prendas. El sentir la piel caliente de Joaquín, tocar su aterciopelada piel levemente, más con lo que acababa de pasar, todo fue el cielo para Emilio, que la sonrisa jamás se le iba a quitar del rostro.
—¿Qué le dirás a tu mamá? —Las sábanas estaban siendo retiradas para que Joaquín las hiciera bola y las cargara con una mano, y después lo vio.
—Que no puedo mover las piernas porque me hiciste estirar muy fuerte, estilo mariposa y casi me rompes una pierna. —Se le acercó, y lo besó. Si ese era el mejor día de Emilio, nada, nada en la vida podría superarlo. Le sonrió a el menor, alegre, y después dispuso a arreglarse a él, desde eliminar el sudor de su cuerpo, a arreglar su cabello.
—De acuerdo, ¿Y de la sábana?
—Que estabas comiendo frituras y se te cayó una salsa que tenían esas cosas, manchando mi cama.
—¿Por qué todo yo?
—Porque mi mamá te ama, así que cualquier cosa que hagas a ella le encanta, sea o no sea buena. —Leves caricias en su mejilla izquierda, y después sale de la habitación, bajando las escaleras en pequeñas maldiciones que Emilio encontró graciosas.
Él preferiría que Joaquín se acostara a su lado, abrazarlo y cuidarlo por más de dos horas para que pudiera caminar bien después, pero al parecer no pudo. Y podría.
Estaba trabajando últimamente en la panadería familiar y recibiendo la justa paga, así que él podría pagar un hotel o por lo menos, un motel para poder compartir un momento especial con el menor. Quería hacerlo.
Tomó su mochila, bajando, y se encontró con la señora Bondoni cortando algunas verduras para ponerlas en un sartén. En cuanto se vieron, se sonrieron, y la mamá de Joaquín lo abrazó con tanta fuerza que el castaño sentía que no podía respirar, pero aún así anhelaba ese abrazo y recibir uno todos los días.
Su madre no lo abrazaba mucho ya que ella era muy seca y distanciada. No sólo era así con su hijo mayor, era así con toda la familia. Emilio jamás había visto a su madre abrazar a alguien, o decir un 'te amo', no comprendía cómo es que su papá seguía casado con ella, él siendo tan sensible y sentimental.
—¡Emilio, hace años que no me saludas como se debe! —Un beso en su mejilla, y la señora lo acarició, bajó el fuego de la estufa, y sentó a su menor en la mesa, viéndolo con alegría. —¿Cómo estás?
—Hoy estoy de tan buen humor, que nada, lo juro, Elena, nada podrá hacerme sentir mal.
—¿Joaco se te declaró? —O tal vez solo eso. Emilio dejó de sonreír al mismo tiempo que negaba, y la señora Bondoni solo suspiró, como si estuviera cansada. —De verdad que mi hijo es tonto y ciego como para no notar el amor que tú le tienes, ¿Por qué mejor no te le declaras tú?
Era algo gracioso el recordar cómo la mamá de Joaquín descubrió la condición de Emilio, sus preferencias sexuales y el tierno amor que le tenía a su hijo. En una alberca. Cuando invitaron a el mejor amigo de su hijo a la primera reunión familiar, Elena notó esa mirada que el castaño tenía sobre su pequeño, el cómo lo cuidaba y sobre todo, cómo lo ponía ante todo, y lo de su condición... un pequeño accidente donde se vieron involucrados los pantalones cortos de Emilio y las torpes manos de el menor.
—No tengo el coraje.
Elena juntó la palma de sus manos, y apuntó al cielo.
—Señor todopoderoso, tú que todo lo ves, por favor guía a mi hijo por el camino de la sabiduría y que note el tierno y puro amor que le tiene Emilio, tú que estás en los cielos, ayúdanos, amén.
—Ele-
Una palma, silenciando a el menor.
—Santa María, madre de Dios, tú que eres madre, por favor, ayúdame a guiar a mi hijo por el camino correcto del amor y sabiduría eterna, tú que eres madre ayuda a Emilio a tener coraje, dale valentía a su corazón y razonamiento a su mente, tú que eres madre, ten piedad por nosotros. —Sus manos guiando de su cabeza a sus hombros y después a sus labios, y después vio a el menor. —¿Qué decías?
—Amén. —Hizo la misma acción de la mujer, que sonrió.
—¿Mi dulce Joaco se ha acercado a Eduardo? —El castaño asintió, viéndola a los ojos. —Dios, ¿Por qué es tan tonto y se fija en personas que solo le hacen mal?
—Escuché que Eduardo dijo que saldría con Joaco si él bajaba de peso, no sabe la furia que tengo desde ese día, si de verdad estaría dispuesto a salir con Joaco que lo haga ya, no puede pedirle eso a una persona. —Elena asintió, tomando sus manos.
—Sé que la furia vive en tu cuerpo al saber qué hay gente que dice que el de Joaco es feo solo porque 'está subidito de peso', pero Emi, la violencia no es una opción. —Ladeó su cabeza, viéndolo a los ojos. —Sé que te metes en cada pelea solo para defender a Joaquinito, pero no dejes que la furia te gane, corazón.
—Es sólo que, el saber qué hay gente que se puede burlar de Joaco solo por su cuerpo, me llena de furia.
—Dímelo a mí, soy su madre. —Escuchó que la mujer tronó sus dedos. —¿Qué es lo que más te gusta de mi Joaco?
—¿A qué vino eso?
La mayor alzó sus hombros, pero sonrió. —Jamás te he preguntado. —Emilio asiente.
—No hay nada de Joaquín que no me guste, todo de él me parece perfecto. —Un suspiro de ambos.
—Es un chico tan hermoso, ¿Verdad?
—Sí.
—Los genes hicieron bien su trabajo. —El menor rió, viendo a la madre de su mejor amigo. —Aquí viene Joaco, hay que fingir una conversación... ¡Ah, Emilio, me alegra que te esté yendo mejor en mate ahora que Joaco es tu tutor!
—¿Cómo lo sabe? —Preguntó en un susurro, y la otra le guiñó un ojo.
—Joaquinito me cuenta todo, corazón.
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¿Qué tan segura está señora Elena?
La Iris que no se llama Iris, les ama. ♡
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Diet Of Sex || Emiliaco
Fanfic''Emilio Marcos, ayúdame a bajar de peso.'' · Adaptación