Capítulo 1

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—¿Tengo que hacer todo esto?

—Si quieres bajar de peso, sí, si no, quédate acostado todo lo que quieras. —Emilio comenzó a estirar, al mismo tiempo que Joaquín, que comenzó a quejarse ruidosamente. Gritaba, llamando la atención de algunos que estaban jugando ahí.

—Te dije que es mala idea venir a entrenar mientras ellos entrenan.

—Ellos siempre entrenan cuando yo lo hago, jamás me han dicho nada, tal vez saben respetar.

—Tal vez han visto tremendo bulto que tienes ahí.

—¿Puedes dejar de hacer chistes sobre eso? Ya tuve mucho con lo de la mañana.

Joaquín torció sus ojos mientras alcanzaba la punta de sus pies, y volteó a ver a el mayor.

—¿Mañana puedo volver a hacerlos?

—Sí, pero sabes que solo tienes límite para tres.

—¡No es justo! Tengo límite para cinco.

—Ésta semana no.

Volvió a torcer sus ojos mientras repetía lo que hacía Emilio, moviéndose muy rápido.

—¿Te enojaste por mi propuesta?

No recibió respuesta porque el mayor comenzó a trotar, dejando atrás a el menor, que hizo un puchero y comenzó a trotar a su velocidad.

—¿No era ejercicio lo que estábamos haciendo?

—Era estiramiento, ¿Alguna vez haz hecho ejercicio? —asintió y miró a su mejor amigo con ojos curiosos, haciéndolo alzar la ceja y hacer una mueca. —¿Entonces por qué preguntas?

—¿Cuál es la diferencia?

Emilio tenía un humor de perros desde que el menor le preguntó si podían tener sexo, no era la petición, porque si fuera por él con gusto lo haría, estar con el chico que más amaba desde hace años, lo que le molestó fue el propósito.

¿Bajar de peso solo para que Eduardo se fijara en él, cuando ya lo ha rechazado indirectamente? Joaquín era terco y si quería lo conseguía, aunque sus métodos no eran siempre los correctos, mostrándolo con la petición.

Discretamente volteó a ver a el menor, que estaba trotando con dificultad mientras intentaba cantar una canción de moda. No lo quería hacer hablar, porque tal vez así le iba a cansar más rápido, pero quería romper ese silencio tan incómodo que se formó después de la pregunta, o el silencio que se formó desde la mañana.

A Emilio realmente le gustaba Joaquín como era, con todo y kilos, rollitos, y esas mejillas que siempre amaba besar y estrujar. Le gustaba más allá de su cuerpo, porque era una persona tan linda y gentil.

Cuando reprobó año y tuvo que repetirlo, Joaquín fue el único que se le acercó para poder entablar una conversación.

Al final resultó que Emilio espantaba a todos por su apariencia y Joaquín era amigo de todos, así que cuando el pequeño se le acercó a el castaño para preguntarle si era nuevo, todo el salón se asustó porque pensó que el mayor lo sujetaría del cuello, lo lanzaría por la ventana y amenazaría a todos de que no se le acercaran, al final todo acabó en una amistad inseparable. Con el menor enseñándole a hacer amigos y ser algo 'social', y el mayor enseñándole trucos con la patineta, trucos que, todavía le faltaban aprender por completo. Esos raspones en su rodilla confirmaban eso, pero había gente que malpensaba mucho.

Cuando un chico se acercó para hacerle una broma sobre sus rodillas a Joaquín, terminó siendo amenazado por Emilio, que comenzó a decir que si volvían a hacer estúpidas bromas él mismo los iba a matar con sus manos. Tal vez no fue lo correcto porque comenzaron los rumores de que ellos dos eran pareja.

Los rumores no molestaban a Emilio, porque era una de sus mayores fantasías, pero sabía que no tenía que darlo por sentado sabiendo que en verdad a el menor le incomodaba mucho esas palabras, así que en todas las oportunidades tenían que negarlo.

—¿Recuerdas esa vez que lo vi? ¡Me quería morir de la vergüenza! Aunque si...

—Ya te dije que no lo vamos a hacer de esa manera, haremos ejercicio como personas normales y te sacaré una cita con mi nutriólogo.

—¡Pero es que leí que esa opción en una página! La información era 100% verídica y volví a checarlo en otras páginas, es verdad.

—Claro, se lo pregunto a el doctor Ortega y si dice que sí, bajaremos de peso de esa manera. —Supo que hizo una apuesta a ciegas cuando vio los ojos de Joaquín achicarse con su sonrisa, y el castaño dejó de fruncir su ceño.

—Iré comprando los preservativos, porque sé que digo la verdad.

—No estoy tan seguro de eso, no creas en todo lo que diga internet.

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—Es cierto, no es un secreto que el sexo es bueno para la salud, pero en general a los chicos ayuda a bajar 101 calorías y a las chicas 69 calorías, ¿Por qué preguntan eso? ¿Ya lo harás tan rápido, Emilio?

—¡No! Es solo que, el otro día Joaco me dijo eso y no pensé que fuera cierto.

El doctor ve a los dos menores, el mayor con un gran sonrojo que parecía una cereza, y el menor con una sonrisa que por nada del mundo se borraría. Ya sabía que esa era noche de sexo.

Alzó sus cejas mientras cerraba sus ojos, y alzó una sonrisa incómoda viendo a ambos chicos.

—Ya sé que tendrán sexo, Emilio, los preservativos están saliendo de la mochila de el señorito Bondoni y tú estás más nervioso que cuando me enteré que rompiste mi collar de perlas.

—¿Los preservativos? ¡¿Los compraste?!

—¡Ya sabes que soy un chico preparado!

—¡Pero no acepté eso!

Joaquín volvió a torcer sus ojos, cruzó sus brazos, y se volteó a donde no estaba Emilio, ignorándolo enfrente del señor Ortega, que los miraba cansado.

—Solo tengan intimidad ya, aparte de ayudar a dormir ayuda a aliviar el estrés y eliminar piedras del riñón.

—¡¿Y por qué hasta ahora las piedras en el riñón?!

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Nuevamente, muchas gracias a la autora kttyongie por permitirme adaptar su historia.

La Iris que no se llama Iris, les ama. ♡

Diet Of Sex || EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora