Capítulo 4

793 50 0
                                    

—No no, hasta que llegue el día que tengamos que hacer ejercicio. —No quiere decir que iban a tener relaciones sexuales porque sólo quiere verlo como un trámite. Las películas que siempre le enseñaba que al momento de tener relaciones sexuales las personas involucradas iban a terminar enamoradas terminaron en falsedades, porque no siempre era eso.

Tragó saliva más fuerte al sentir a Joaquín menear sus caderas en su miembro, rozando sus cuerpos. De verdad se sentía demasiado bien, tan bien que Emilio abrió su boca al sentir sobre su pantalón la humedad de el menor, sintiendo los pliegues sobre esa ropa. Gimió cuando volvió a sentir el movimiento igual de fuerte, y ahora esas manos bajaron hasta donde estaban esas traviesas caderas, impulsando a moverlas como antes.

—¿Puedo? Tus manos no te obedecen. —No recordaba la voz de Joaquín tan seductora de ese modo, no era así, pero le gustó como su voz salió ronca, tanto como le gustó sentir la lengua de el menor en su cuello y sus labios atrapar la piel de ahí, succionando levemente.

—Solo no intentes meterlo todo.

El menor sonrió porque su mayor había cedido a sus encantos, caminó hasta su cama, agarrando un cojín para ponerlo en el suelo y arrodillarse en el, frente a donde Emilio estaba sentado.

Puede que había soñado eso, pero solo una vez en su vida y fue cuando estaba caliente de ver esos vídeos que nunca había visto. Miró a los ojos a el castaño, que alzó su ceja y su barbilla comenzó a temblar, indicándole que estaba nervioso.

—No estés nervioso. —Un beso sobre la tela, que hizo a Emilio temblar y levantar levemente sus caderas, sacando leves suspiros, y seguían teniendo ropa. —Te prometo que te va a encantar.

Ambas cabezas comenzaron a doler para Emilio, una porque ya estaba dura y la otra porque quería pensar otra cosa que no fuera que el amor de su vida le iba a hacer una mamada, ya estaba seguro que le iba a encantar, porque iba a venir de Joaquín, y todo lo que viniera de él, le encantaba, fuera pequeña cosa.

Elevó sus caderas para que el menor pudiera quitar ese pantalón de chándal, y volvió a alzar una sonrisa tierna cuando notó el bulto entre la tela azul rey, uno grande. Sus manos se dirigieron a el y lo volvió a besar, tensando el cuerpo de Emilio.

—Tan grande, tan mío. —No servia para el mayor que su mejor amigo estuviera diciendo eso, porque sentía su miembro palpitar de placer y lo ultimo que quería era hacerle saber a Joaquín que su toque le ponía duro, y así de duro. —¡Está palpitando!

—¡No... grites! —Emilio acaricia la cabeza de el menor, incitándolo a alejarse de su falo pero el otro seguía ahí, sonriendo. No sabía que le gustaba ese ángulo de el menor, donde estaba junto a su pene, acariciándolo. —Solo hazlo ya, me tengo que ir.

Suspiró cuando sintió el frío golpear su miembro, que había sido liberado, pero sintió que su respiración se cortó al momento que sintió la mirada fuerte de Joaquín en el, que tenía su boca abierta, la cerró para tragar saliva, y la volvió a abrir, haciendo a Emilio cerrar sus ojos para evitar ponerse más ante la tierna imagen de su mejor amigo viendo su miembro duro, que falló porque el menor relamió sus labios y sus dedos fueron hasta la punta rojiza, acariciándola con su índice.

Hacía círculos con el, y después con su pulgar comenzó a jugar con el líquido pre-seminal que salía de ahí, soltando una pequeña risa.

La punta rojiza del miembro brillaba por el mismo líquido que brotaba de ahí, y sus manos se aferraron a la silla cuando sintió los labios de Joaquín dar un piquito ahí, haciéndole gemir levemente.

—¿Cómo te masturbas? —Su dedo índice y medio comenzaron a masajear la punta, y Emilio como pudo alcanzó papel del escritorio, agarró una noble cantidad, y se apartó levemente de el menor para mostrarle.

Con el líquido pre-seminal que estaba en la punta comenzó a acariciar todo el tronco, y comenzó a mover su muñeca en movimientos suaves pero rápidos, sacando suspiros calientes de su boca que maldecía levemente. Jamás pensó que se estaría masturbando frente a el chico de sus sueños, que tenía un rostro concentrado ante las acciones de el mayor. Las pequeñas manos apartaron las de Emilio, y su boca fue hasta la punta, dejando saliva para poder hacer la acción mejor.

Las manos calientes de el menor se sentían mil veces mejor que sus manos frías, la boca tibia de Joaquín recibía la punta casi con felicidad, y los ojos de Emilio se dirigieron hasta esos labios que apresaron su miembro, y quiso gritar cuando sintió esa lengua envolverse en la punta rojiza, abrazándola en calor.

Reviró sus ojos, soltó una leve maldición, y se apoyó por completo en el respaldo de la silla, dejando que el menor recibiera su miembro con alegría.

Se notaba la inexperiencia de el otro, pero aún así se sentía como el cielo para el mayor, que pensó que Joaquín siempre sería mejor ante cualquier persona.

Recordó su primera vez, con una madre de familia que tenía experiencia con su lengua, pero no se le podía comparar con el toque inocente de el menor. Nada se le podría comparar a ser tocado por la persona más especial de tu vida, y Emilio lo comprobó.

Sintió su respiración entrecortada cuando sintió las muñecas de Joaquín moverse en su tronco, de arriba a abajo, sacándole varios suspiros y quejidos que no quería callar, pero debía. Mordía su muñeca para evitar soltar maldiciones y sentía la boca de Joaquín recibir su miembro, que ahora metió leves centímetros más para volver a intentar enrollar su lengua en el, y Emilio maldijo alto cuando vio y sintió la cabeza de el menor moverse en el mismo movimiento de sus manos, arriba y abajo, succionando, el cielo para el castaño.

Se relajó, cerró sus ojos, y se dispuso a disfrutar del trabajo que le estaba haciendo el menor. Y pensar que hace minutos se estaba negando a eso, se alegró de no haberse ido.

Completamente apoyado en el respaldo de la silla y con la mitad de su miembro en la boca de el menor, que se movía rápido, estaba relajado, ahora sí. Pensó en las ventajas que tendría hacer ESO con Joaquín, y sonrió ante el comentario de su mayor.

Aprovecha su calor, lo que estaba haciendo justo ahora.

Quería gritar el nombre del chico que le estaba haciendo la mejor mamada de su vida, quería que esas cuatro paredes lo escucharan, quería que su madre escuchara lo bueno que era su hijo en su primera vez, pero siguió mordiendo su muñeca para evitar soltar esos gemidos.

No quiso mover sus caderas para impulsar a el menor a seguir con más, y jamás lo haría, pero le encantaría follar esa boca. En esa faceta pervertida estaba admitiendo lo sucio que podía llegar a ser si seguía así, y realmente pensó si era eso lo que quería, cosa que aseguró en menos de dos segundos cuando sintió la sensación fuerte en su vientre y levantó levemente sus caderas, viniéndose en la boca de el menor, que tenía rastros de saliva y semen saliendo de ahí.

—Escúpelo si quieres, no es...

Joaquín lo había tragado con sus ojos cerrados, y luego volteó a ver a su mayor, sin fijarse que su rostro seguía teniendo rastros de líquido blanco.

—¿Lo hice bien? ¿Te gustó?

Emilio con el papel que había obtenido antes limpió el rostro de el otro, y le sonrió.

—Sí, muchas gracias por eso. —¿Por qué agradeció? Ni él sabía, pero alzó una media sonrisa al ver a Joaquín sonreír cerrando sus ojos, sus mejillas rojas, y sus labios algo hinchados, y tragó saliva, tratando de no ponerse duro. —Creo que me tengo que ir.

—¡Noo, quédate! —Unas manos rogonas en su brazo que estaba subiendo sus pantalones, y vio ese puchero. Se sentó en la cama de el menor con esa media sonrisa, y Joaquín volvió a reír. —Eres el mejor, ¿Sabías? —Un beso en su mejilla y prendió la tele que tenía en su cuarto para verla ambos, y Emilio no pudo borrar de su memoria lo que había pasado ese día.

°  ————— 🔥 —————  °

La Iris que no se llama Iris, les ama. ♡

Diet Of Sex || EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora