El miembro ahora duro de el mayor se encontraba en los labios de Joaquín, que sonrió levemente al sentir la dureza en sus belfos. Era como su nuevo dulce que le encantaría chupar y chupar.
Emilio llevó su cabeza atrás, exhaló, y su mano se dirigió a la cabeza de el menor, acariciando su cabeza mientras relamía sus labios. Puede que había olvidado la sensación, porque en cuanto sintió la calidez de los labios contrarios. Inhaló profundamente, y volvió a exhalar. En un momento a otro, y Emilio no supo de dónde Joaquín aprendió eso, la cabellera pelinegra comenzó a subir y a bajar en su miembro, haciendo a el mayor gemir.
El simple hecho de tener a el menor de esa forma le provocaba cosas que no había sentido con nadie más, pero el literal, que su miembro estuviera en su boca, superaba todos los limites de sus más oscuros y perversos sueños. Tragó saliva al escuchar a el menor quejarse en cuanto sacó su miembro de su boca.
Relamió sus labios, sus manos comenzaron a moverse en su miembro, y sonrió.
—Pondré el preservativo. —De su bolsa sacó uno, rompió la envoltura de la forma correcta, y comenzó a enrollar el miembro de el mayor en el látex, haciéndole gemir de manera involuntaria. Rió al poner su mano en él y comparar el tamaño. Era tan grande.
De una manera cuidadosa se quitó las bragas, dejándolas por el asiento trasero, y se intentó acercar a el otro, posicionando sus piernas a cada lado de las contrarias, dejando el erecto falo de el otro rozar contra su entrada, y puede que ambos rieron, pero estaban nerviosos.
Los ojos tristes de Emilio sólo veían su miembro erecto mientras sostenía la cintura de su menor, y suspiró. Una de sus manos se dirigió a su miembro, donde comenzó a acariciarlo, haciendo que su mejor amigo gimiera bajo en su oído. Se retorció en su pecho, gimió de nuevo, y se recostó en su hombro. Una canción vieja sonaba de fondo, que podía que casi tapaba los gemidos de el otro.
Era una canción romántica que no concordaba para nada con sus acciones.
Relamió sus labios, miró los de el menor, y se aceró para besarlos, tomándolo por sorpresa. Nunca se iba a cansar de besar a Joaquín, porque podría pasar más de mil años besándolos, sintiendo lo suaves que son, la calidez con la que lo recibía a él, los gemidos que eran ocultos por el beso. Incluso parecía que el menor sentía algo por él en ese beso.
Se separó de él, tragó saliva, y su mano fue a la mejilla contraria, comenzando a acariciarla. Acunó su rostro de una manera tierna, viéndole a los ojos.
''No quiero que sólo sea un polvo.''
Fue la frase que nunca dijo.
Sus ojos tristes se dirigieron a la radio, después a la palanca, y en un buen rato, volvió a ver a el menor. Apartó un mechón que caía en su bello rostro, sonrió al verlo, y su pulgar comenzó a repartir caricias sobre esa mejilla regordeta que siempre amaba acariciar.
Mejilla que próximamente alguien podría acariciar.
Emilio no lo culpaba, él sabía que eso era algo justo porque él jamás se había atrevido a confesarle a Joaquín lo que en realidad sentía por él y en cambio, se había quedado callado, disfrutando por un simple toque cálido de su mejor amigo. Y era completamente consciente de eso. Sólo volvió a suspirar.
—Voy a meterlo.
—Con cuidado. —Dijo, sujetando su cintura de ese modo. Lo acarició, riendo viéndole.
La belleza de Joaquín era increíble, Emilio pensaba que Joaquín era el chico más hermoso en toda la tierra y que era totalmente encantador, tierno, agradable, y en pocas palabras, era la mejor persona del mundo, así que sus ojos viajaron por todo el rostro de el menor mientras lo analizaba detenidamente, sonriendo al ver esas tiernas mejillas sonrosadas. Él de misma manera sonrió.
El ruido de una palmada llegó a él, la música clásica seguía, pero ambas gimieron, Emilio al sentir la estrechez del interior de Joaquín, y este, por ser llenado por completo. Ahora eran sólo uno.
El ceño fruncido de el mayor le gritaba a el menor que lo estaba disfrutando, el vapor que llenaba las ventanas del carro, la gota de sudor que recorría su frente aunque era invierno. Joaquín sintió latir su corazón más fuerte, y en el fondo, muy en el fondo, sabía que no era por la cansada acción que estaban a punto de cometer. Rió, viéndole a los ojos.
Y no recordaba que los ojos de su mejor amigo fueran tan tiernos, claros y lindos, hasta que hizo eso.
Él volvió a acercarse para besarlo, sintiendo cómo su corazón latía en su boca, y gimió en medio del beso al sentir un leve movimiento de caderas involuntario. Sólo se separó, tragó saliva, gimió, y volteó a verlo de manera tímida.
—La verdad es que ya no sé que hacer. —Confesó, tímido, haciendo reír a su mejor amigo. Ahora amante. —Nunca lo había hecho.
—Yo tampoco. —Rieron, viéndose, y se volvieron a besar mientras gemían en sus labios.
Besos húmedos suavemente repartidos por todo el cuello de el menor, sus manos que se dirigían a los cabellos castaños de el contrario, y sobre todo, gemidos. Joaquín había comenzado a moverse de manera circular, como había visto en unos videos, logrando que el mayor gimiera alto, sosteniendo su cintura. Su cuello se veía totalmente apetecible, sus labios hinchados y entreabiertos. Era una imagen sorprendentemente deliciosa para el pelinegro, que sólo veía todo sorprendido.
Sus ojos abiertos, sus labios entreabiertos, y sus mejillas sonrosadas. Jamás había pensado así sobre su mejor amigo. Gimió cuando elevó su cadera unos centímetros y se dejó caer, pero en medio de todo, de una manera torpe, la imagen de Mario llegó a su mente. Mario jamás podría hacer lo que estaban haciendo él y Emilio, y jamás, pero nunca, desearía que lo hicieran.
En ese momento era totalmente posesivo. Relamió sus labios en cuanto volvió a repetir la acción, sin la imagen de el rubio en su cabeza, y todo se volvió absolutamente más placentero. El roce de sus cuerpos, su sudor, los vidrios que cada vez se empañaban más y sus gemidos que a medida que aumentaba la velocidad, estos aumentaban.
Era el cielo, para ambos. El cielo en un carro.
A medida que comenzaba a moverse más, se acercó a besar más a Emilio, a rozar sus labios, o por lo menos, a acercarse a gemir en ellos. Se veían fijamente, gemían constantemente, lo estaban gozando.
Era realmente un goce.
Sus gemidos se volvieron entrecortados en cuanto sintió un movimiento brusco golpear en él, un sentimiento suelto en su vientre, y leves espasmos tocar su cuerpo. Segundos después escuchó cómo gemidos suaves salían de la boca de el menor, cómo maldecía levemente, y después, cómo comenzó a respirar de una manera irregular. Se miraron, se besaron de nuevo, y Joaquín no quería admitirlo, pero sabía que ese día había cambiado todo.
Y puede que sus sentimientos.
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Volví y no para quedarme hahahahaa *risa malévola*
La Iris que no se llama Iris, les ama. ♡
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Diet Of Sex || Emiliaco
Фанфик''Emilio Marcos, ayúdame a bajar de peso.'' · Adaptación