Capítulo 3

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—Éste folleto tiene información sobre las pastillas anticonceptivas y cómo tomarlas de manera segura, háblalo con tu madre, y ajá.

—Mi mamá ya sabe que tomo pastillas. —Miente Joaquín, pero los otros no saben que lo hizo, porque el rostro neutro de el menor indicaba eso, seriedad. Tal vez era un buen mentiroso porque no indagaron más sobre eso.

—Okay, antes de tener cualquier actividad sexual verifiquen si los condones no están caducos o rotos, si va a ser su primera vez utilicen la de perrito. —No pudo terminar porque Emilio suprimió sus labios, evitando una sonrisa. —¿Dije algo gracioso?

—Mi primera vez fue con la del misionero.

—Porque tú eres el activo, idiota, por la seguridad de Joaco háganlo de esa forma, no lo hagan tan duro si no quieres desgarrarlo, no lo metas todo si no quieres desgarrarlo, y no seas brusco, si no quieres desgarrarlo.

—Lo que menos quiero es hacerle daño a Joaco. —El mayor entrelazó sus manos, viéndolo con una sonrisa, que fue aceptada.

—La primera vez será dolorosa, sí, y tal vez no puedas caminar, te duelan las piernas porque según tengo entendido, el tamaño de Emilio es-

—Las poderosas 10 pulgadas. —Joaquín alza una sonrisa, que hace que Samuel voltee a ver a el castaño para que le recodara que no eran pareja. —Es solo que una vez lo vi, y tuve la curiosidad de medirlo.

—¿Por qué decidiste hacer eso? ¿Tenias alguna razón?

—Curiosidad, pero al parecer no fue nada, míranos, reforzamos la amistad. —El mayor de todos cierra sus ojos y acaricia sus párpados, tratando de no reír ante los comentarios fuera de lugar de el menor. —¿Entonces podremos tener relaciones sexuales ya?

—Toma primero las pastillas y verifica que no te hagan nada malo, luego, tienes que ir con el ginecólogo, hacerse exámenes para saber si tienen alguna enfermedad sexual o algo así.

—Cuando tuviste sexo con esa tipa usaste condón, ¿Verdad?

—Tengo cara, pero no estoy. —Emilio volvió a ver a el menor con una sonrisa, posando para él, pero el otro solo lo vio serio. —Fueron de marca Playboy, revisé si no estaban rotos, verifiqué que ella tomara pastillas y al final de todo vi si el condón no estaba goteando.

—Así me gusta, Emi, así me gusta.

El mayor miró a el castaño, indicándole que le estaba diciendo '¿Así o más gobernado?' y después volvió a ver a el menor, que miró con una gran sonrisa a ambos mayores.

—Ya he ido con el ginecólogo y me he realizado exámenes, tomaré las pastillas, aunque hasta ahora sé que no soy alérgico a ningún medicamento.

—Es tierno, lindo, una masita, inteligente, directo, ¿Qué hizo mi sobrino para ser tu mejor amigo? Oh, ya sé, reprobar año. —Al parecer toda la familia seguía enojada con Emilio por haber fallado de año, cosa que notó Joaquín al momento de ver el gesto triste de su mejor amigo.

Bajó su cabeza, y comenzó a jugar con su pantalón deportivo, moviendo su pie de un lado a otro. Por alguna razón a Emilio le importaba mucho lo que pensara su familia de él, de sus calificaciones y de personas que le rodeaban, incluso, tal vez a la familia Marcos le caía mil veces mejor el pelinegro que su propio hijo. Tal vez por eso se frustra mucho cuando algo no me sale bien, o algo más. Estaba decidido, iba a hacer algo que podría mejorar el día de el mayor.

Se levantó, sujetó la mano de Emilio y miró a el doctor con una sonrisa.

—Nos vamos, gracias por atendernos y por las pastillas. —Una reverencia a el mayor, después se dirigió a el castaño para darle un piquito en la comisura de labios y después poner sus manos en sus anchos hombros. —Vamos a mi casa, ¿Si?

Un anonadado mayor asintió, y después sus labios se elevaron en una sonrisa. Sabía que los besos en la mejilla alegraban a Emilio, pero esta vez perdió el equilibrio y no hubo otra opción más que besarle ahí. Se fueron del consultorio con sus manos entrelazadas, el mayor sonriente, nada podría empeorar su día desde ahora, pero eso no era lo que le iba hacer Joaquín para poder alegrárselo.

—¿Para qué vamos a tu casa? —Emilio pasa su tarjeta para subir al bus, después de que Joaquín hizo lo mismo.

—Te tengo una sorpresa.

—No te escuché, ¿Qué dijiste?

Joaquín volteó a ver a el mayor, pero solo vio su estómago y casi sin querer vio la entrepierna de Emilio, que estaba siendo tapada por sus pantalones de chándal. Él tosió, y la mirada de el menor fue a sus ojos.

—Te tengo una sorpresa, lo sabrás en cuanto lleguemos.

Y el mayor se quedó con la duda en todo el viaje. ¿Sorpresa?

Los ojos de el castaño fueron hasta el celular de el menor, que estaba viendo sus redes sociales. ¿Volvió a tener saldo? Porque él no. Iba por la vida sin poder hacer llamadas porque el otro se los gastaba cuando le compartía los datos a su celular, le descargaba música o descargaba juegos, pero quién se le podría negar a Joaquín.

Era cierto lo que había dicho el mayor, ¿Quién iba a negarle algo a el menor cuando ponía ese lindo puchero y sus ojos casi lagrimeaban, haciéndolo ver más tierno? Porque Emilio no podría. Tal vez por eso al final del día no tenía ni dinero, ni saldo, ni energías por el menor, que le gastaba todo eso. Para muchos Joaquín era un aprovechado, pero el castaño nunca se negaba a que su mejor amigo tuviera las manos vacías. Su política de 'si te gusta algo, y veo que te gusta, eso ya está comprado' al parecer era algo riesgoso para su salud, porque a el menor se le iluminaban los ojos con cada cosa que veía y Emilio nunca aceptaba un no.

"—Yo sé que quieres ésta funda de Steven Universe.

—A mí ni me gusta Steven Universe.

—Pero sé que la quieres."

Con razón nunca lo veía con esa funda. Emilio frunció su ceño cuando recordó esa conversación, y pensó en pedirle la funda a el menor para por lo menos, venderla.

—Emilio, llegamos. —Bajaron del transporte, y caminando por dos minutos llegaron a la casa de Bondoni, mientras Emilio se seguía preguntando qué iba a hacer el menor.

Cruzaron la puerta, evadieron el pastel de chocolate de la mamá de Joaquín (pastel que Emilio iba a aceptar en cuanto se fuera) y se encerraron en el cuarto del menor, deleitando las fosas nasales de el castaño.

Siempre iba a amar el olor de su mejor amigo, deleitarse con el, ese increíble olor a fresas que le encantaba. Abrió sus ojos con felicidad, y se sentó donde le indicó Joaquín.

Su sonrisa se fue borrando poco a poco cuando sintió la entrepierna de el menor rozar con su miembro, que solo estaban siendo separados por su ropa. Joaquín por sus bragas y Emilio por su pantalón de chándal. Tragó saliva fuerte, y cerró sus ojos, no mirando a el menor.

—Emilio. —Fue un gemido, definitivamente fue un gemido. Sintió que estaba a medio endurecerse, pero tampoco quería parar los leves movimientos de el menor en su entrepierna. —Veme, si no me ves no sirve de nada.

—¿Qué? —Abrió sus ojos, y el rostro enrojecido de el menor fue suficiente para hacerlo endurecer por completo.

—¿Crees que pueda chupártela hoy?

—¡¿Qué?!

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¡Ay, Dios mío! 😳

La Iris que no se llama Iris, les ama. ♡

Diet Of Sex || EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora