Silencio atroz

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Vania Isabel

La lluvia cae sobre mis hombros, mi rostro, mi cabello, y para aminorarla, me cubro la cabeza con la mochila.

—Estoy loca, estoy loca, estoy loca —me digo una y otra vez dejando que el ensordecedor ruido del viento sofoque las palabras.

Debería estar aterrada, corriendo sin parar hasta llegar a mi casa, pero en este momento, ni siquiera el atronador viento me lastima. Estoy loca, sí, definitivamente lo estoy.

Răzvan

Su nombre resuella en mi cabeza, haciendo un hueco en mi pecho y provocándome un hormigueo insistente en las puntas de mis dedos. He conocido finalmente a ese chico, lo he tocado. He comprobado que su existencia no es efímera, y muy por el contrario, es larga y no tengo idea de que tanto. ¿Un vampiro? No, un hijo de la noche. Así es como él se refiere a sí mismo. Cualquiera diría que las vidas pasadas son una mera invención ficticia para compensar a los corazones rotos, dándoles la justicia de que en algún momento tuvieron una vida mejor, o peor. Ahora sé que no es ninguna ficción. Tuve una vida junto a Răzvan. Pensar en su nombre me obnubila la razón. Estoy tan conmocionada, y tan impávida a la vez, que no sé qué haré ahora. Una parte de mí quiere dar la vuelta y volver al bosque para encontrarlo de nuevo. Otra, la más sensata, quiere llegar a casa para poner las ideas de mi panal mental en orden.

Cuando la casa empieza a ser visible, acelero mis pasos. Llegando en cuestión de segundos. Y me quedo frente a la puerta, indecisa. ¿Dónde está la llave? No puedo pensar, no puedo recordar, en mi cabeza solo está él. Me toco las bolsas de mis pantaloncillos, y al no encontrar nada, rebusco en mi mochila hasta dar con la pequeña llave plateada que até a un listón trenzado de color verde. Giro la llave y entro sin hacer mucho ruido.

—¿Hola? —llamo en voz alta—. ¿Hay alguien en casa? —no hay respuesta. Estoy sola. Avanzo hasta mi habitación, subiendo por las escaleras a toda prisa. Arrojo la mochila en mi cama y voy directo al baño.

Mis prendas están ligeramente mojadas, pero lo que dijo Răzvan es cierto. Debo darme un baño. Su olor está ahí. En cuanto me saco la blusa, un tenue destello de fragancia sale y llena el baño.

—¿En verdad dije que esto era olor a muerte? —ahora me parece que es una reverenda tontería. Sí hay trazas de madera, musgo, lluvia. Una sonrisa boba aparece en mi rostro—. Huele a bosque, justo a eso —y por debajo de aquello, había otro aroma, uno que persistía. Ese aroma no sería del todo agradable, al menos eso es lo que me pareció al principio. Como la tristeza, y el olor de lo que no está vivo. Ese aroma que emana de las rocas, de la madera descompuesta, de las hojas secas y de... Los cuerpos sin vida de cualquier ser.

Răzvan

Su nombre reverbera otra vez en mi cabeza. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Cuánto tiempo hemos estado separados? Le tenía miedo a lo desconocido, algo normal para cualquiera. Y ahora, que ya sé quién es, y quién fue, estoy ansiosa por conocerle aún más, y sobre todo, porque mis recuerdos vuelvan. Deseo que vuelvan. Sería cruel que solo yo olvidara todo por lo que pasamos, quiero detalles, muchos más. ¿Avaricia? ¿Deseo? Da igual, no creo que eso sea malo en absoluto.

Abro la llave de la ducha y dejo que el agua caliente me golpee la espalda. Me limpio a conciencia para mitigar su olor. Mi familia exigiría respuestas si me descubren impregnada de aquel extraño efluvio. Cuando termino en la ducha, bajo a toda prisa y meto en la lavadora la ropa, le echo un montón de jabón y suavizante y enciendo la máquina. Es entonces cuando respiro aliviada.

—¿Qué haces? —me toma por sorpresa haciéndome saltar y golpear la espalda contra la lavadora que ya se pone en marcha.

La tía Bree está recostada en el sillón de la sala. Se talla los ojos y se pone en pie con un ligero movimiento de sus largas piernas.

MI LOBA DE PRIMAVERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora