Epílogo

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Răzvan

El murmullo pacifico del bosque colindante a la casa me guía hasta el borde del jardín. Suena a vida en su máximo esplendor, huele a verde, sí es que el color tiene un olor. Mis pasos crujen cuando mis pies chocan con las piedrecillas del camino. Siento la hierba rozándome los dedos de las manos. Y ahora tarareo una melodía que se me ha pegado luego de escucharla en Ofelia, una melodía que aprendió en la pequeña estancia infantil del pueblo donde cuida de los niños. ¿Qué tienes dudas de que ha pasado en estos tres años? Sí, han sido tres años. Luego de tomar la decisión de venir a casa, a nuestra casa, nuestro pequeño y perfecto hogar. Ofelia y yo pasamos días enteros recorriendo el bosque. Ella me hizo contarle todo cuanto yo viví en sus años de ausencia, y su historia favorita es la de Bronia. Conocer a mi querida Bronia fue un pequeño destello de esperanza durante esos años solitarios. Ella fue una mujer que me empapo con su sabiduría y sus consejos de vida. Una mujer que me ayudo a conocer más a fondo a los hijos de la noche, e incluso, me ayudo a conocerme mejor a mí mismo.

—Quisiera haberla conocido —Fueron las palabras de Ofelia. Y ojalá lo hubiera hecho, porque la habría amado.

Bronia era fuerte, dulce y decidida. Con una personalidad poderosa y mágica a la vez. Bueno, como no iba a ser así, sí había vivido más de trescientos años de historia humana, e incluso había ayudado a escribirla.

Todas las noches, Ofelia y yo las pasábamos acurrucados frente a la chimenea, aún lo hacemos. No tenemos carencias económicas de ningún tipo, la razón: Mi pequeña y humilde fortuna amasada en secreto mientras aguardaba por ella. Aunque, creo que la razón por la que eligió salir de casa para trabajar en algo que le gustase, fue mi culpa.

—Răzvan, esa no es mi mano. —Me reprendía—Răzvan, esa no es la cuchara. —Mascullaba divertida cuando mi mano traviesa pero aparentemente perdida tocaba zonas que no debía, al menos no en ese momento.

Este nuevo estado, donde mis ojos pueden estar abiertos de par en par y no ver nada, me sigue sabiendo amargo.

Todas las mañanas, cuando escucho a Ofelia darme los buenos días, siento un picor en las manos, y lo reconozco como una cruel ansiedad. Quiero verle, quiero ver su hermosa sonrisa, sus pestañas de vaca mientras duerme, sus mejillas rosadas...El cabello dorado y brillante cuando le da la luz del sol. Mentiría si dijera que me he acostumbrado, que me he conformado, porque no es así.

Ofelia, sin embargo, se esfuerza día a día por compensar esa "perdida", y es tan dulce, tan buena...¡Tan perfecta en todo sentido! ¿La merezco? No lo sé, pero ni de broma la dejaría marchar. Ahora ya solo la comparto con ese montón de pequeños que babean y la llaman "Señorita Ofelia". Ahora es Miss en un una guardería y cuida de los pequeños con tal diligencia que los más confundidos la llaman "mamá".

—Sí tanto te gustan los niños —le ofrecí una vez—, yo podría hacerte uno.

Se lo pensó un poco, luego se carcajeó, me acarició el rostro y susurró en mi oído—. Por ahora no, gracias. Pero...No nos vendría mal practicar.

Finalmente tengo todo lo que quería. A mi Ofelia, una vida feliz, un hogar, una familia. Y esa última sí que era de admirar. Dante sigue siendo Dante, altanero y mandón. La señora Annie siempre es an amable y pacífica. Y los hermanos de Ofelia, son agradables, exceptuando a Alex, que no deja de implorarme ayuda con Wrenna. Aunque ya tiene un avance, al menos ella ya recuerda su nombre.

Todos han venido a vernos de vez en cuando, y para navidad, siempre viajamos a casa de sus padres. El frío en Green Cold es más agradable que aquí, eso no tengo como discutirlo. El hermano de Ofelia, Carter, se casará este año, a finales de septiembre. Y por lo que Ofelia dice, él y su prometida son una pareja que encaja a la perfección, son un destino que ya estaba escrito.

MI LOBA DE PRIMAVERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora