Un año

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Vania Isabel

La casa está llena, las voces abundan en cada esquina. Mamá, papá, mis hermanos, incluida Selene, el tío Carter, la tía Bree, el tío Konrad y la tía Dania y sus hijos. Todos están disfrutando de la cena de noche buena, pero hay algo que a mí no me deja estar tranquila.

Răzvan.

Parece que murmuran su nombre en mis oídos. Esta mañana, al verlo…Verlo convertido en otro ser, uno totalmente diferente al que conozco, tuve un sentimiento de extrañeza, quizá solo estaba asustada. Ojos plateados, tan brillantes como estrellas liquidas, las venas oscuras que enmarcaban las zonas inferiores de sus ojos, las garras que sobresalían de sus manos y aquel sonido antinatural. Un escalofrío recorre mi cuerpo, ¿en verdad era él?

—¿Bells? —la tía Bree está sentada a mi lado. A posado su palma sobre mi puño apretado contra el tenedor—. ¿Te encuentras bien?

—Sí —respondo rápido y la veo chasquear la lengua y fruncir el ceño.

—¿Qué pasa? A mí no me engañas. Algo debe preocuparte —baja la voz—, ¿qué es? ¿Paso algo? Bells, si algo pasó, lo que sea, cuenta conmigo. Incluso sí es algo que no quieres que sepan tus padres, cuentas conmigo. —la tía me toma de las manos y clava sus ojos en mí con fervor.

Confío en ella, me ha guardado secretos antes, como la vez que fui yo quien quemo la cocina…Pero, aunque quisiera decírselo, realmente no puedo y no puedo porque este secreto no es solo mío.

—Cosas de la escuela…

La tía mira en ambas direcciones, y como el tío Carter está tan enfrascado en una conversación con mamá sobre métodos de cuidado para los cachorros de la manada, aprovecha para levantarse y hacerme una seña para que la siga. Voy tras ella hasta llegar a la cocina.

—¿La escuela? —sus ojos me fulminan. No se lo traga—. Pequeña, yo sé que quizá es difícil para ti ser de las mayores en tu curso por haber perdido un año, pero no creo que eso te afecte. A mi parecer, la escuela no es problema para ti, no tanto como para tenerte con esa expresión.

Era verdad que perdí un año. Cuando pasaba noches en vela a causa de mis “pesadillas” y sobre todo, cuando una gran tormenta azotó Green Cold y me rehusé a salir de casa por el viento atroz, me rezagué en los exámenes, bajé mis notas y perdí un año.

—¿Qué expresión? —pregunto.

—Esta —y la tía hace una imitación cómica de un rostro afligido, eso me roba una sonrisa—. Es que acaso… ¿Se trata de un chico? Porque sí es así, déjame decirte que no vale la pena, y si es eso, te voy a dar un buen sopapo.

—¡No es eso! —tal vez—. Solo tengo un asunto que me preocupa…—bien, iba a decir la verdad a medias—. Lo que pasa, es que tengo un conocido. Este conocido parece estar metido en ciertos problemitas, y se rehúsa a recibir ayuda.

—Okey…—dice la tía—. ¿Qué tipo de problemitas?

Lo pienso antes de responder— Con gente que solo busca lastimarlo.

—Entones hablamos de un chico —me muerdo la lengua. Debo ser más cuidadosa si no quiero dar más información de la debida—. ¿Él se buscó los problemas?

—No lo sé —eso si es verdad. Yo no tenía mucha idea de cómo comenzó todo, o del porque están tras él o… ¿Nosotros?

—Yo creo que no deberías involucrarte, es lo más sensato, pero, eres hija de tu madre y pedirte eso, es como pedirte que no respires —me da un abrazo fuerte y cuando se separa de mí me toma de las mejillas—. Si necesitas ayuda de la familia, pídela. Cariño, estamos para ayudarnos.

MI LOBA DE PRIMAVERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora