Bronia

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Dante

Todo se va a la mierda en un solo instante. Los hombres que discuten arriba los acuerdos de la negociación sobre la ciudad roja están al tanto de lo que ocurre, pero no al tanto sobre mí.

—¿Dónde está el señor Vikram? —dice uno de ellos—. Creímos que él estaría presente.

—Sí lo está, solo que por una particularidad está encargándose de otro asunto. Uno que requiere de su total atención.

—¿¡Es acaso una burla!? —espeta un sujeto que parece tener agallas. Sin embargo, se las sacan en cuando alguien golpea la mesa y esta se vence, para caer contra el suelo y provocar gemidos en los otros humanos presentes—. Solo, solo...Él debería estar aquí.

—¿Desea que le informemos de este insulto a su señor Vikram? —Hay un silencio en respuesta—. Eso pensé, como ya les hemos dicho. Él está aquí, pero ocupándose de otro asunto.

¿Está aquí? ¿En la ciudad roja? ¿O en el hotel?

Trato de pensar, ¿es una trampa? Porque tiene pinta de serlo. Miro a los alrededores, hay varios edificios que lo rodean, pero solo uno está lo suficientemente cerca como para lograr llegar desde él hasta acá, y eso, sí tienes ciertas habilidades. Y ese edificio no es ningún otro, que el mismo en el que está ese vampirito.

—Mierda —mascullo en cuanto lo entiendo—. Ese bastardo ya sabe dónde está.

Levanto las manos y las cruzo en una "x", trato de llamar su atención, sí esta apostado mirando desde el edificio, debe verme, debe darse cuenta que el tal Vikram, está, o yendo hacía a él, o es muy tarde y ya están enfrascados en alguna clase de pelea. Es muy tarde para cuando veo como un par de cristales caen desde las alturas, y ahí, en aquel espacio que dejan a la vista, logro divisar tres figuras.

—No tiene caso que este aquí esperando. La pelea es allá —me digo y salgo a grandes zancadas de la estrafalaria habitación del Peninsula.

Al bajar las escaleras y salir a la puerta principal, muevo del camino a un par de transeúntes que se quedan pasmados cuando me ven pasar, no se mueve, así que los hago a un lado con una sola mano. Y me sorprende que en la calle un pequeño taxi rojo se me cierra a gran velocidad. Muevo los pies para que las llantas no me aplasten los dedos.

—¡Que carajos! —grito y cambio la dirección para continuar avanzando.

—Muchachón —la voz frágil y curiosa de Bronia sale del taxi.

—¿Bronia?

—La misma que viste y calza.

—¿Qué rayos haces aquí? —atareada y con gestos de que le cuesta mucho bajar del taxi, le ayudo a descender.

Entonces mira al sujeto de rasgos asiáticos que está al mando del pequeño vehículo.

—Xiaobei —ella lo llama—. Gracias por tu ayuda.

—Mā, ¿qué piensas hacer? Sí es verdad, no podrán con él —el sujeto al que llamo Xiaobei, tiene el rostro lleno de preocupación.

—No subestimes a Răzvan.

—Deja que me quede, quiero ayudarlos. —Los ojos de Xiaobei se llenan de agua salada. Tiene lágrimas y está luchando para contenerlas. ¿Por qué?

—No. Esto no es algo que un humano pueda ver y salir ileso. Sí te quedas cerca, podrías morir. Ahora vete, nos ayudarás más si haces como te dije. Todo estará bien —Bronia le ofrece una sonrisa cálida y se gira con lentitud hasta mí—. ¿Nos vamos? Tenemos que llegar con Răzvan ahora mismo, el tiempo corre.

MI LOBA DE PRIMAVERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora