¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
●●●
TRIGGER WARNING: ESCENAS SANGRIENTAS.
NOTA: El |***| es un narrador omnisciente.
NOTA #02: No pago terapia.
Rápidamente baje hasta el sótano en donde se encontraba nuestro arsenal. Me aseguré que todos estuvieran en lo suyo, pero como cosa rara Auruo creyó que sería conveniente molestar a Petra.
—¡Ya dame el maldito chaleco, Auruo! —gritó la chica con furia mientras saltaba intentando alcanzar la prenda.
—Oblígame —retó.
Inmediatamente, Petra pateó su pierna haciendo que soltara el chaleco y se mordiera la lengua. Esperaba que todos colaboraran para salir lo más pronto posible sin necesidad de llamarles la atención, pero por lo visto no sería así.
—Les agradezco a ambos que hagan su trabajo o de lo contrario les tocará limpiar todos los retretes del restaurante con un cepillo de dientes.
—Enseguida, señor —responde Petra colocándose firme como un militar.
—¡Eres una llorona! —masculló Auruo entre dientes.
—Ya cállate o te daré otra patada —amenaza Petra en voz baja.
Chasquee la lengua al ver que ninguno de los dos tenía remedio. En ocasiones llegaban a irritarme sus estúpidas peleas y aunque tratara de comprenderlos, no lo lograba.
Giré sobre mis tobillos y revisé minuciosamente todos los vehículos esperando que no faltara nada. Usualmente llevaba lo necesario, pero ya que no sabíamos a cuantos hombres nos enfrentaríamos, tendríamos que llevar un poco más.
—Oye, enano...—escuché la voz de Hange a mis espaldas e inmediatamente volteé. Desde que le hice saber a Petra que saldríamos, la castaña comenzó a seguirme y podía imaginarme el porqué.
—¿Necesitas algo, cuatro ojos? —pregunté algo desinteresado.
—¿Podría ir contigo? —entrelazó sus manos en forma de súplica, sin embargo, no estaba dispuesto a dejarla ir así que desvié la mirada hacia otro lado— Seguramente debes tener tus razones para ir solo con tu escuadrón, y aunque estoy consciente que corro con el riesgo de morir, te pido de corazón que me dejes ir junto a ti para vengar la muerte de Moblit.
No mentiré, me dolía ver a Hange así. Aquella chispa que la hacía tan enérgica, ruidosa y en ocasiones algo imprudente había desaparecido por completo.
Mi temor iba más allá de que perdiera la cabeza en el intento de querer saciar su sed venganza. Seguramente ella creería que estaba siendo algo déspota al no querer dejarla ir, pero la verdad es que no quería verla morir.