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Mi mano temblaba por completo. Sentía que a la hora de tocar el timbre estaría firmando mi sentencia de muerte, pero no tenía otro lugar a dónde ir.
En cuanto se abrió la puerta me arrepentí por completo, tenía un mal presentimiento de lo que podía suceder una vez adentro.
Sentía las gotas de sudor correr por todo mi rostro al igual que las palmas de mi mano que estaban llenas de sudor, con cada paso que daba mi corazón se aceleraba cada vez más y más.
Miré a la señora Taylor de reojo quien estaba tras de mí, sin previo aviso me tomó del cabello y me azotó contra la pared con toda su furia. Las lágrimas no tardaron en salir, temía por lo que pudiera sucederme y ni siquiera estaba Eren para defenderme.
Aun con mi cabello en su mano me levantó de golpe y me miró fijamente al rostro.
— ¿Dónde estaban? — no respondí.
Volvió a azotar mi cabeza contra la pared, pero esta vez estampo mi rostro. Sabía que esta pesadilla no terminaría rápido, no podía hacer más que aguantar en silencio hasta cumplir los dieciocho años o morirme.
— ¿Por qué te tomaste la molestia en volver a mi casa?— hizo énfasis en las últimas dos palabras.
Estando el suelo noté la presencia de los tres niños en la punta de las escaleras atemorizados. La señora Taylor usualmente solía recordarnos porque estábamos aquí, les decía a los niños mentiras sobre sus padres y que prácticamente los hogares adoptivos consistían en un castigo a los niños desobedientes.
Aún tendida en el suelo con dolor de cabeza y la vista levemente nublada me atreví a hablar.
—Algún día vas a pagar todas las cosas malas que has hecho.
No sabía de dónde había sacado tanta valentía para haberle dicho eso a la señora Taylor.
—Por favor, no seas ridícula — soltó una risita burlona —. Dime, ¿Quién se encargará de hacer justicia? ¿Tú? No me hagas reír, simplemente eres una chiquilla tonta.
Cuando llegué a este lugar, solo nos gritaba. Nunca llegaba al punto de golpearnos hasta que una noche Eren metió en la lavadora ropa blanca y varias prendas de colores, entre ellas un vestido caro de la señora Taylor el cual se destiñó y quedó inservible, creí que le gritaría o lo castigaría pero desató su ira con él.
Eren muy pocas veces parecía afectado, siempre estaba sonriente viéndole el lado positivo a todo y burlándose de aquella detestable mujer.
— ¿Qué haces aún en el suelo? ¿La cena se hará sola?
Cómo pude me levanté. Estaba algo mareada pero podía mantenerme de pie, fui por un momento al baño y al mirarme en el espejo tenía el ojo derecho con moretones alrededor y de mi nariz salía sangre. Sin duda, si los trabajadores sociales hicieran una visita sorpresa y vieran el deplorable estado en el que nos tenían no tardarían en ir a la cárcel.
Me lave la cara y la sangre desapareció por completo, pero el moretón seguía allí. Me di un último vistazo en el espejo y salí de allí antes de que fuese peor.
Estando en la cocina me dediqué a hacer pasta con albóndigas. Mientras hacía las esferas de carne molida rápidamente recordé cuando Laura, mi antigua madre adoptiva dedicó al menos seis años de su vida en enseñarme trucos de cocina, el sazón que traían todas sus comidas tenían un sabor sin igual.
Fui a la alacena por unos condimentos y me percaté que había veneno para ratas, pero desistí inmediatamente de aquella idea ya que los niños también comerían de allí. Ella no merecía morir instantáneamente, tenía que pagar por todo lo que nos había hecho.
Terminé la comida y llevé todo a la mesa cuando me fui a sentar para servirme noté que la señora Taylor me veía con desaprobación.
— ¿Quién te dijo que te podías sentar a comer? —se cruzó de brazos.
—Creí que... — bajé la cabeza sintiéndome avergonzada.
— ¿Creíste qué? Primero me amenazas con que pagaré todo lo que he hecho y luego te sientes con el derecho de sentarte en mi mesa a comer — se levantó y tiró mi plato al suelo — recógelo y te vas a tu cuarto.
Me levanté de la silla y me puse de cuclillas para comenzar a recoger aquel plato roto mientras ellos cenaban, deseche todos los pedazos, barrí por esa zona para que no quedara ningún vidrio y me retiré a mi habitación sin despedirme ni nada por el estilo.
Me acosté en mi cama y me quedé viendo hacía el techo mientras pensaba en dónde podría estar Eren. Esperaba que volviera pero lamentablemente no podía aguardar hasta que él volviera por mí, tenía que escapar de aquí lo más pronto posible.
Sentía que no aguantaría hasta cumplir los dieciocho.
|𝐋𝐄𝐕𝐈|
— ¿Por qué le preguntaste su apellido a ______? — le consulté a Erwin mientras revisaba mi celular.
—Vas a seguir insistiendo, ¿no? — Respondí asintiendo con la cabeza — En el momento en que la vi se me hizo muy parecida a una ex novia de la adolescencia, se llamaba Mia — sonrío con algo de nostalgia mientras recordaba aquello.
Disimulé lo impresionado que estaba, muy poco sabía sobre la juventud de Erwin.
— ¿Y qué ocurrió? — dejé el teléfono a un lado para prestarle atención.
—Todo cambió desde que comencé la universidad y ella a trabajar, siempre estábamos ocupados y hablábamos poco. Me costó dejarla ir, pero era lo más sano —hizo una pausa y me miró al rostro — Años después me enteré que se casó con Aarón Bennett y desde allí no supe más nada de ella.
Me quedé en silencio viendo fijamente hacía el sofá y allí estaba el abrigo de ______ y recordé sus últimas palabras antes de despedirse.
No puedes llamarle hogar a un lugar dónde te maltratan.
Era pura coincidencia que Erwin conociera a la supuesta madre de _____, sin embargo, veía muy poco probable que nos volviéramos a encontrar aunque tenía el presentimiento que pronto nos encontraríamos una vez más.
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Holaaaa, ¿cómo están? todo esto estaba destinado para publicarlo ayer en la noche, pero estaba cansada, en fin, espero que les guste.
Quizá este un poquito aburrido porque es relleno, pero ya se viene lo bueno.
Estoy eternamente agradecida con ustedes por leer mi historia uwu
