Día 1 - contacto visual

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Hermione era una bruja lista y lo sabía. No por nada era la mejor de su generación, al menos en su casa, y Ravenclaw estaba repleto de genios. Le hubiera gustado decir que era la mejor de toda su generación incluyendo las otras tres casas pero sería una triste y decepcionante mentira.

Por un lado, Slytherin Tom Riddle obtenía el primer lugar sin si quiera intentarlo (o eso parecía) y por otro, Gryffindor Harry Potter peleaba con todo por ese primer lugar, quedando atrás por pocos puntos, dejando a Hermione, su gran esfuerzo y sus infinitas horas en la biblioteca (tanto de Hogwarts como de la Sala Común de Ravenclaw) en el tercer puesto.

¡Y lo peor era que Potter tampoco parecía esforzarse demasiado!

Sí, se notaba que estudiaba mucho y cuando no estaba entrenando para Quidditch, estaba inmerso en sus notas y libros, pero todos sabían que lo hacía para quitarle a Riddle el primer lugar. Si solo fueran Hermione y él, Potter le ganaría sin siquiera abrir un libro. Y nada tenía que ver que Hermione fuera hija de muggles, o que Potter fuera uno de los 28 apellidos de familias mágicas antiguas, o que Riddle descubriera en quinto año que era descendiente del mismísimo Salazar Slytherin por parte de los Gaunt. Ninguno de los tres creció en un ambiente mágico, ninguno sabía lo que eran hasta los once años, y Potter y Riddle habían crecido huérfanos en una casa hogar dónde, si los rumores eran ciertos, sobraban niños y faltaba comida.

Quizá por eso siempre competían entre sí. Ni siquiera cuando eran pequeños de primero buscaban refugio el uno con el otro, a pesar de no conocer a nadie más en el castillo. Cada uno, en su propia casa, consiguió la admiración de sus compañeros, uno por Quidditch y otro por hablar con las serpientes (y ese era un recuerdo un tanto macabro). Y desde la primer clase que compartieron las serpientes y los leones se formó esa rivalidad académica que todos conocían.

Algunos incluso decían que Riddle y Potter se odiaban a muerte, pero Hermione creía que solo eran exageraciones. Creía que había algo más en su relación, algo que crecía cada verano cuando regresaban a su casa hogar y ocultaban en Hogwarts, y se había propuesto descubrirlo antes de que todos se graduaran y se perdieran en el mundo mágico.

Su plan era simple: observar.

En las clases que compartía con Gryffindor veía cómo Potter apenas y se esforzaba por resaltar, prefiriendo que los Ravenclaw se pelearan por responder alguna pregunta o que sus compañeros leones se adelantaran a participar en los ejercicios prácticos. Y en sus clases con Slytherin, Riddle tampoco se molestaba en alzar la mano y ganar los puntos antes que algún Ravenclaw, esperando a que los profesores lo llamaran directamente. Sin embargo, algo que tenían en común, era que cuando se les pedía responder o participar, ambos siempre sabían la respuesta correcta y sus encantamientos, hechizos, pociones y manejo de criaturas y plantas mágicas era perfecto.

—Pues cuando estamos con Slytherin siempre son los primeros en alzar la mano — refunfuñó Ron, cuando Hermione le contó sus observaciones — Harry se enoja cuando Riddle le gana, y en Defensa siempre quiere trabajar con él. Igual Snape los empareja porque tienen el mismo nivel. Los demás no duraríamos ni cinco minutos con alguno de ellos. En realidad es asombroso. Deberías venir un día al club de duelo. Sus demostraciones te dejan sin habla.

Hermione debatió si de verdad valía la pena desperdiciar ese tiempo de estudio, pero al final su curiosidad ganó y, si al final de todos modos quedaría en tercer lugar, no importaba pasar ese tiempo observando a los chicos.

Y no era ese un pensamiento extraño.

Así, Ron y Ginny la recibieron en la siguiente reunión del club de duelo, le explicaron las reglas, los puntos, y todo lo que había que explicar.

Evil grows in meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora