Día 22 - Atardecer

1K 175 1
                                    

A Blaise le gustaba la mansión. Tenía casi tantos secretos como Hogwarts y bastantes lugares en los que jugar, incluyendo el campo de quidditch que, aunque no era tan grande como el de su colegio, tampoco era nada pequeño. Además, las encargadas y los encargados siempre estaban dispuestos a ayudar con las tareas y practicar hechizos o encantamientos. Era como tener tutores privados durante vacaciones pero sin las tareas u horarios obligatorios.

Tenía una habitación para él solo, una cama cómoda, cobijas que se adaptaban al clima, tres comidas al día, y, lo más importante, se sentía seguro. No era que su vida en casa fuera mala. Su madre era de las mejores brujas que conocía y lo amaba con todo su corazón y alma. Pero su madre... Ella nunca le hizo nada malo a él, nunca lo tocó o lo golpeó. Fue su último esposo quien se creyó tener el derecho y la obligación de "educar" al hijo de la hermosa bruja. Claro que, en cuanto se enteró de lo sucedido, la madre de Blaise no dudó en hacer algo al respecto. Todo hubiera estado bien, ya que el rumor de una maldición en su sangre explicaba las muertes súbitas de la mayoría de sus esposos, pero una mentira de envidia logró que la mandaran a Azkaban.

Si no fuera por los Riddle, Blaise hubiera terminado en algún orfanato.

Harry James Riddle y Tom Marvolo Riddle. Los magos más poderosos del último siglo. Los huérfanos que lograron mejorar el mundo mágico desde su interior casi sin oposición alguna.

Tom, quien era ministro de magia y había comenzado a compartir sus planes e ideas a diferentes partes del mundo, mostrando como ejemplo el cambio que ya hizo en Gran Bretaña, pasaba mucho tiempo fuera. Harry, quien solo pisaba el ministerio o cualquier sitio político si era realmente necesario como acompañante de su esposo, era lo opuesto a Tom y gustaba de llegar a la mansión desde temprano para ayudar y jugar con los niños y niñas del lugar. Blaise había mejorado bastante en quidditch gracias a los mini-torneos que el mayor organizaba al final de las vacaciones de verano.

Pero cuando estaban los dos, cuando Tom tenía tiempo libre y decidía visitar su antigua residencia en vez de solo robarse a Harry a su hogar en Godric's Hollow, el ambiente de la mansión se transformaba. En lugar de un orfanato, un refugio, era sólo un hogar. Los huérfanos, los nacidos de muggles que tuvieron que dejar a sus intolerantes padres, los abusados que escaparon de sus familias, todos se olvidaban de sus pasados y sus diferencias físicas y sus diferentes apellidos. Eran una familia. Una familia con dos padres cariñosos que los alimentaban, arropaban, y protegían.

Blaise no sabía si Harry y Tom los amaban, pero supuso que eso no era importante si al final solo podían quedarse hasta terminar Hogwarts y tener un lugar seguro al que ir o planes y deseos de hacer algo más. Incluso los que habían querido viajar en vez de trabajar o continuar sus estudios tenían una habitación a la que volver si así lo necesitaban. Pero solo era temporal. Tom se aseguraba de que todos y cada uno de sus niños tuviera un sueño que cumplir y se aseguraba de que las oportunidades no faltaran.

No significaba que él hiciera todo por ellos, más bien que les daba la oportunidad de lograrlo por sí mismos. Como Luna Lovegood, una chica extraña cuya madre murió cuando ella era pequeña y cuyo padre no superó la pérdida y se ahogó en alcohol y deudas. Luna quedó olvidada hasta que un Weasley la encontró vagando sola en el campo cerca de su casa.

A Luna le fascinaban las criaturas mágicas y parecía poder ver cosas que los demás no. Tom, en lugar de creerla loca como la mayoría de sus compañeros de Hogwarts y algunos de los profesores, le daba libros de criaturas de todo tipo y le presentó a Newt Scamander, un viejo mago que viajó por todo el mundo recolectando información sobre diferentes criaturas y sus cuidados. Cuando salió de Hogwarts, Luna comenzó un viaje con el nieto de Scamander y ahora se dedicaba a lo que más le gustaba. Además de qué ahora tenía su propia familia, la cual sin duda crecería algún día.

Harry era más relajado que Tom cuando del futuro se trataba. Blaise le había admitido a él que no tenía idea de qué quería hacer una vez que saliera de Hogwarts. Era bueno para las pociones, pero no se veía viviendo de ello como los maestros pocionistas o como su profesor dando clases. Harry, como era de esperarse, no se molestó ni lo presionó para pensar en algo, lo cual era una de las razones por las que Blaise había decidido hablar con él y no con Tom (no porque Tom diera algo de miedo, claro que no) y simplemente le dijo a Blaise que tendría tiempo para pensar en eso.

"Si tienes que dedicar tu vida a algo al menos asegúrate que sea algo que ames", había dicho. "No elijas solo por elegir o porque los demás esperan que elijas. Es tu vida, puedes vivirla como desees y tomarte el tiempo que necesites para encontrar ese algo que te haga sentir vivo y no solo te ayude a vivir, ¿me explico?."

Blaise había asentido sin responder nada, esperando que cuando encontrara ese algo del que hablaba Harry entendería lo que el mayor había querido decir.

Mientras tanto, debía evitar cualquier plática con Tom que tuviera que ver sobre sus planes de vida o ambiciones. Sí, Blaise era Slytherin, pero la única ambición que tenía hasta ese momento era ganar la copa de quidditch. Cuando le había dicho eso a Harry, el mayor pareció entender y se había reído, recordando que en su tiempo él fue la razón de que Gryffindor ganara seis años consecutivos. Pero justo por la reacción de Harry supo que esa no era una buena respuesta para Tom.

Igual no tenía que preocuparse por el otro mago en ese momento, parecía que Harry tenía toda su atención. A Blaise le gustaba pensar que lo estaba distrayendo para que no lo molestara a él. A veces deseaba que hubiera alguien más de sexto a quien Tom pudiera interrogar sobre el futuro. Ser el más grande en la mansión tenía sus desventajas.

Los Riddle estaban sentados en los columpios que Harry había instalado para los más pequeños hacía unos años atrás. Al principio, según contaban, Tom había amenazado con quitarlos, pero finalmente Harry lo convenció de dejarlos y hasta instaló un sube-y-baja, una resbaladilla, y un pasamanos. Para que los pequeños demonios se cansaran afuera en vez de correr por todos lados adentro, había dicho. Harry se columpiaba lentamente sin despegar los pies del suelo, y Tom solo lo miraba mientras el otro hablaba sobre quién sabe qué. Blaise podía casi sentir el cariño que se tenían desde donde los veía en la entrada de la mansión Riddle.

—¡Blaise! ¡La cena estará en cinco minutos! —gritó la señora Prewett, una bruja mayor a cargo de la mansión y sus habitantes. —Ve y lávate las manos, y por favor, si ves a Pansy dile que se lave las suyas. Por alguna razón esa niña solo te hace caso a ti.

La señora Prewett regresó al comedor sacudiendo la cabeza, y Blaise no pudo evitar la sonrisa que se dibujó en su rostro. Pansy era la última niña que había llegado a la mansión, tenía nueve años, pero nadie sabía nada aún de su pasado y sabían que no debían preguntar. Nadie preguntaba nada si no querían explicar de dónde venían ellos mismos o el por qué. Pansy era bastante traviesa y le gustaba esconderse de la señora Prewett y los demás encargados y hacerle bromas inofensivas a los demás niños. Blaise no sabía por qué, pero era el único que podía calmarla si estaba más hiperactiva de lo normal, por lo que los encargados y la señora Prewett aprovechaban su presencia en verano para tomarse un descanso de la pequeña bruja.

Blaise miró de nuevo hacia los columpios antes de entrar. Riddle había tomado una de las manos de Harry y la sostenía sobre su regazo. Los dos magos ya no estaban hablando y Harry ya no se columpiaba. Tenían la vista fija en el horizonte donde el sol comenzaba a desaparecer poco a poco. Blaise debía admitir que era una hermosa vista. La mansión, originalmente muggle, parecía tener más magia que cualquier lugar que él hubiera visitado, a excepción de Hogwarts, por supuesto.

Mientras miraba, Tom jaló del brazo de Harry y lo obligó a bajar de su columpio para sentarse sobre su regazo mientras miraban la puesta de sol. Blaise hizo una mueca y decidió que no quería ver qué más pasaba entre los magos. Ya disfrutarían una cena familiar cuando ellos dos se les unieran en el comedor. Estaba seguro que a los otros niños les encantaría tenerlos a ambos en casa esa noche.

Evil grows in meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora