Día 7 - Enfermo (lastimado)

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Tom caminaba velozmente por los pasillos de Hogwarts. Por suerte, el castillo estaba semidesierto, con la mayoría de los estudiantes aún saliendo de las gradas de Quidditch. De todos modos, los estudiantes que estaban dentro del castillo se hacían a un lado para dejarlo pasar. Si no estuviera preocupado, disfrutaría de aquello.

Empujó las puertas de la enfermería, ignorando el regaño de Madam Pomfrey al hacer que éstas golpearan contra la pared. No tenía tiempo de buenos modales, discreción, o regaños. Tenía que ver a Harry. El muy tonto había dejado que Malfoy lo tirara de la escoba. Imbécil.

—Pero aún así gané —sonrió el torpe, aun con la snitch del juego tratando de escapar de su puño.

—¿Eso vale la pena? —Tom arrugó el entrecejo.

—Por supuesto —respondió el Gryffindor, muy quitado de la pena —¿No viste la cara de tu amigo? No lo podía creer.

Tom puso los ojos en blanco. Tan solo era su segundo año y Malfoy ya estaba intentando matar a Harry. Tendrían que hacer algo para que la situación no escalara.

—No es mi amigo —murmuró Tom —¿Olvidas que mi casa me detesta?

—Pff —Harry sacudió una mano, restándole importancia —solo están celosos que un "sangre sucia" —dijo con una voz boba e hizo comillas con sus dedos —sea mejor que su sangre incestuosa.

Tom bufó.

—¿Incestuosa?

—Tal vez no hablemos de las líneas de sangre con Binns, pero sí puse atención en las clases muggles, Tom —sonrió de lado y ladeó la cabeza. —Actúan como si fueran realeza, incluso reproduciéndose entre primos —fingió un escalofrío. —Por eso ya hasta están locos.

Harry dejó escapar la snitch y la observaron revolotear por la habitación.

—¿Cuánto tiempo tardará en sanar? —preguntó Tom, mirando con recelo la pierna enyesada del menor.

—Madam Pomfrey dice que para mañana ya está arreglada —se encogió de hombros —y dependiendo de cómo me sienta me dejará salir para el almuerzo o la cena. Según ella, la poción es rápida pero dolorosa —sonrió de oreja a oreja.

—Sádico —dijo Tom, pero no pudo evitar sonreír al ver la sonrisa del otro, por enferma que se viera ante la situación.

—Creo que la palabra es "masoquista" —corrigió Harry sin borrar su sonrisa. —Además, no es lo peor que me ha pasado.

La pequeña sonrisa de Tom desapareció y su malhumor se reflejó en su rostro. Desearía que Harry dejara de hacer eso. Aunque tenía razón, Tom lo admitía, una pierna rota no era nada comparado con las cosas que sus tíos le hicieron. Y Tom aún no sabía la mitad de las cosas por las que el menor tuvo que pasar antes de terminar en casa de la señora Cole. A Harry no le gustaba hablar de eso, y cuando Tom lograba sacarle algo, se molestaba y dejaba de hablar por un buen rato.

—No debería pasarte nada, ese es el punto —Tom discutió —se supone que aquí estás a salvo, estamos a salvo, y no tendríamos por qué salir lastimados.

—Solo fue Quidditch —Harry dijo en voz baja, desviando la mirada —un accidente.

Tom entrecerró los ojos y decidió no pelear más, a pesar de su necesidad de gritar que aquello no fue un accidente. Todos vieron como Malfoy empujó al otro buscador para evitar que agarrara la snitch. Harry igual la atrapó a media caída, ganando el partido, pero para Tom, ganar un partido de Quidditch no valía una pierna rota. ¿Tal vez podría hacer que Harry renunciara al equipo?

Pero Harry estaba recostado en la cama, feliz, sin una muestra de dolor o incomodidad en su rostro, y sus ojos seguían los rápidos movimientos de la pequeña pelota dorada. No. Harry amaba el Quidditch. Tom no le quitaría eso.

Suspiró.

—Promete mantener las dos manos en la escoba hasta que sea realmente necesario —ordenó.

Harry rio.

—Lo prometo. Pomfrey igual me hizo prometerlo.

—Bien —Tom asintió con la cabeza —entonces seremos dos personas las que te golpearan si te vuelves a caer.

—No creo que Madam Pomfrey me golpee —volvió a reír Harry.

—Tal vez, pero no quiere decir que me lo vaya a impedir a mí —Tom dijo con una ceja levantada, retando a Harry.

Harry rodó los ojos con afecto y su sonrisa se suavizó.

—Prometo no volver a caerme de la escoba —dijo, incluso levantó una mano a su pecho e hizo una cruz sobre su corazón.

—Bebé —soltó Tom, pero lo aceptó.

—¿O quieres que lo prometa por el meñique?

—Ya déjalo así.

—¿O un apretón de manos con saliva?

—Harry.

—Bueno, ya —Harry cerró los ojos con una expresión contenta —¿Un pacto de sangre?

Tom salió de la enfermería, dejando detrás la risa de su muy inmaduro amigo.

Evil grows in meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora