Tom Riddle no se dejaba llevar por cosas tan tontas y sin sentido como lo eran "los sentimientos". No había nadie, ni en el mundo muggle ni en el mágico que alcanzara siquiera la suela de sus zapatos. Entonces, ¿de qué le servía perder el tiempo con personas que ni siquiera le servirían para lograr sus metas?
Pero su mejor amigo de la infancia estaba probando que igualarlo no era tan difícil.
Era verdad que durante la mitad de primer año, Harry no se esforzó demasiado en ser parte del nuevo mundo al que eran bienvenidos. Sin embargo, después de una extensa plática con el director Dippet y el profesor Snape, Harry había mostrado su aptitud para lo académico, lo práctico y lo extracurricular. Llegó un punto en que Tom tuvo que poner atención, conscientemente, para no dejar que su amigo lo sobrepasara.
Y, conforme crecía, Tom de pronto comenzó a sentir cosas.
No podía dejar de mirar al adolescente en que Harry se convirtió. No había rastro del niño que llegó mudo y abusado a su casa hogar. Los genes de una de las más antiguas familias mágicas eran bastante claros en el rostro del chico. Tom empezaba a pensar en Harry como alguien... atractivo, apuesto, tentador.
Lo peor de todo: Tom empezaba a sentir celos de los compañeros de casa de su amigo.
Harry era suyo, de Tom, no de esos leones ni esas niñas tontas que le sonreían demasiado.
Él no quería sentir nada por nadie. No podía dejar que algo tan estúpido lo distrajera de sus estudios y sus ambiciones. Pero Harry... Era Harry. Desde que tenían nueve años, siempre habían estado ahí, el uno para el otro. Tom creía que debería verlo más como un hermano menor a quien proteger, no como... algo que poseer.
Ni siquiera sabía de dónde habían salido esos sentimientos.
¿Lo habrían hechizado? ¿Era efecto de una poción?
No parecía normal soñar con tu mejor amigo haciendo cosas.
Su jefe de casa fue inútil, y no se atrevía a preguntar a Snape sobre lo que le ocurría, o al director Dippet. No, sería vergonzoso para todos los involucrados. Tenía que hacer algo para eliminar esos sentimientos y dejar de tener esos pensamientos.
Supuso que el Avada Kedavra siempre era una buena opción.
Esa maldición imperdonable que destellaba del mismo modo que hacían ciertos ojos... Agh.
—Oh, señor Riddle —Madam Pomfrey ocultó una sonrisa detrás de su mano pero Tom podía ver en los ojos de la bruja que se estaba riendo de él —No le pasa nada malo. Es solo parte de su crecimiento —sacudió la cabeza —No puedo creer que nadie haya hablado de esto con usted. ¿Supongo que el señor Potter está igual de pérdido?
Tom jamás aceptaría que en ese momento hizo un puchero. Harry parecía tan normal como siempre. Metiéndose en problemas, paseando por el castillo, explorando el bosque prohibido, jugando quidditch. No parecía tener los mismos problemas que Tom, y eso solo confundía más al mayor de los huérfanos.
(Y tal vez le hicieran sentir un poco mal el que Harry no quisiera pasar cada segundo de su tiempo con él, como Tom parecía querer hacer con Harry.)
—Bueno eso no importa —dijo Madam Pomfrey antes de que Tom pudiera responder —tendré que citarlo para tener la misma plática que tendré con usted. Por lo mientras, póngase cómodo, tengo que ir por unos libros. No tardo.
Sobra decir que fue una muy incómoda pero esclarecedora plática.
Después de eso, Tom trató de evitar a Harry. Trató de ignorarlo a él y a sus sueños recurrentes. Trató de negar sus pensamientos cuando se daba cuenta de que estaba pensando en el menor. No importaba cuánto lo extrañara o las expresiones dolidas que Harry le enviaba cuando lo ignoraba.
ESTÁS LEYENDO
Evil grows in me
LosoweTom Riddle no se dejaba llevar por cosas tan tontas y sin sentido como lo eran "los sentimientos". No habia nadie, ni en el mundo muggle ni en el mágico que alcanzara si quiera la suela de sus zapatos. Entonces, ¿de qué le servía perder el tiempo co...