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Mark empezaba a perder lenta y dolorosamente la cordura, no sabía la razón de el porqué seguía enamorado de Johnny apesar de ser un sádico y despiadado hombre. Tenía mucho en mente la capacidad que su mayor tenía para no sentir remordimiento alguno por hacer esas cosas. ¿Y si lo descubrían? Yo no podría con tanto.

Pero en gran parte John tenía razón sobre la traición de Jaemin, justo ahora quería golpearlo por todas las mierdas que le había ocasionado, pero no podía ya que estaba muerto.
Hundiéndose en la miseria o en el infierno quizás.

Una ligera y burlona risa salió de sus labios, no le importaba que pareciese un gesto retorcido, simplemente estaba agradecido de quitar un obstáculo. Se encogió de hombros, pensaba que él no tenía la mínima culpa. Jaemin se lo había buscado.

— Ahora tiene razón Jaemin, soy un tonto. —Seguía riéndose con un semblante morboso. —Por creer y estar siempre detrás de él... — Suspiró peligrosamente, llenando esos ojitos de amargo rencor. — Pero ahora estás muerto Jae, ese es tu castigo por todas las humillaciones que tuve que soportar por tu culpa, es tuya.

Dicho eso se encaminó a un lugar al que concurría para sanar sus profundos malestares.

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Llegó a una casa muy familiar, calentita y que siempre permanecía oliendo a tés caramelizados. Ese lugar era la mismísima paz, la gloria, su fortaleza. Sin embargo, ya no habían más esos rayos de sol que salían por las ventanas. Todo lucía apagado.

De verdad extrañaba a Ten, en esos momentos era cuando más lo necesitaba, pero no tenía ni la menor idea de dónde podía estar, no habían nuevas noticias sobre la desaparición de su amigo. Su gran solecito.

Ten le había dicho que cualquier cosa que pasara, su casa siempre estaría disponible para su hermanito Mark y le dejó una llave para que fuese cuando quisiera.

Empezó a revisar cada lugar para tratar de recordar la linda sonrisa del tailandés.

Revivió la vez que se le cayó su billetera y estaba debajo del mueble que sostenía al televisor.

Miró en ese lugar esperando no encontrar nada, pero ahí estaba un papel doblado y con algo de polvo.

De nuevo un canadiense curioso abrió el recado dejando ver que se trataba de una carta con muchas palabras, escritas a mano.

         "Querido Mark, sé que algún día verás esta carta, lo sé porque eres tan curioso y te conozco como la palma de mi mano. Y éste es un buen lugar... Te quiero decir que te alejes de Suh, tal vez ya no puedo decírtelo en persona, pero ese, ese es un hijo de puta. Fue mi primer novio e incluso considerábamos casarnos, pero es un maldito egoísta que no hace cosas agradables... no está bien de sus facultades mentales.
               Por favor cuídate mucho Mark, estarás bien, te quiero...  Att: Ten"

Pudo jurar que cada que sus ojos repasaban esas letras, escuchaba la voz de su Tennie. Aunque al leer la última palabra no pudo evitar sollozar y gimotear, estaba tan triste y necesitaba un lindo abrazo de Ten, necesitaba escuchar sus consejos, su risa contagiosa, necesitaba ver su sonrisa que le daba ánimos, lo necesitaba tanto. Y esa carta no hacía nada más que, quemar su corazón en pedazos.

Cayó en cuenta con ese mal sabor de boca que quizás Johnny tenía algo que ver con la desaparición de su mejor amigo. No sabía la razón si supuestamente Ten lo hacía muy feliz. También notó que John no le traería nada bueno si en verdad era lo que decía la carta, pero se negaba a dejarlo ir; era su primer novio también... su primer amor, su primer beso. Su primera vez en muchos ámbitos. Como el tatuaje que más le gustaba, la tinta que lo manchaba pero se negaba a quitarla o le dolería más.

Ahora más que nada, necesitaba a alguien y ese alguien era su novio, no tenía a nadie más ya, había perdido a todos y no deseaba perder a Johnny, era su único refugio y quien lo hacía sentir amado apesar de todas las mierdas que decía Ten de él.

A mí jamás me haría daño ¿cierto?

johnmark - two facedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora