7. Sick partner

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La habitación era un sauna, y a él nunca le habían gustado, cuando menos no aquellos provocados por la intensa fiebre que había estado presentando hace un par de días. 

Se las había arreglado para continuar asistiendo y cumpliendo con sus tareas en el trabajo, a la par que le ocultaba a su prometida que había pescado un resfriado. Su plan iba de maravilla hasta que, un día, de la nada, el resfriado decidió subir la apuesta y hacer que el que antes había sido un leve cosquilleo en su garganta se convirtiera en un ardor horrible; algo que por supuesto ella notaría, en especial con lo ronca que se ponía su voz con el paso de las horas. Era casi imposible seguir ocultándoselo; y la vara de dificultad subió cuando escuchó la puerta del departamento que compartían abrirse.

—Cariño, estoy en casa, traje la cena —normalmente ella solía llegar más tarde pues siempre había crisis de último momento por solucionar, y contaba con eso; justo ahora tenía que fallar—. ¿Estás bien? —escuchó como dejaba las bolsas de comida en el comedor y sus pasos firmes mientras se dirigía hacia la habitación.

No había a donde correr, ni cómo ocultarse; su prometida sabría de su condición y seguramente le obligaría a estar en cama hasta que la fiebre bajara... De acuerdo, si lo veía desde ese punto era bastante llamativa la idea de ser cuidado por Natasha.

—No te acerques

—¿Qué? —un ceño que demostraba su confusión se adueñó de su rostro por completo— ¿Piensas que soy contagiosa o algo así? Déjate de juegos, Helmut, solo vine a casa a tiempo 

—No, no —conforme hablaba, su voz se tornaba más ronca, y eso fue suficiente para que la peliroja entendiera de qué se trataba todo el alboroto— ¿Querida...? —ya no había confusión en el bello rostro de su prometida, no, ahora había decepción en él, era claro que estaba enfadada y se notaba a la perfección por la forma en la que caminaba, acercándose a él. 

—¿Hace cuánto que-? No, ni siquiera me lo digas —de no ser por la baja estatura de la mujer, seguramente lo habría cargado en brazos, pero tuvo que conformarse con irlo empujando levemente con ambas manos posicionadas en su pecho—; tienes claro que no saldrás de este apartamento hasta que mejores, ¿verdad? —el alemán estaba por responder, pero apenas abrir la boca el delgado dedo índice de su amada se acercó a sus labios, así que simplemente asintió— Perfecto —terminó por hacerlo recostar en la cama con un último empujón.

Lo regañaba, incluso había momentos en los que maldecía en ruso, mientras lo despojaba de su vestimenta; lo primero que sintió fue el frío entrar por sus pies, sus zapatos habían caído, le siguieron su chaqueta y camisa, y así continuó la menor hasta dejarlo prácticamente desnudo. Iba a quejarse de ese detalle, pero de nuevo le hizo guardar su voz y le explicó que solo quería que estuviese más cómodo durante su recuperación. 

Le pidió en silencio que le permitiera vestirse por sí mismo, y ella aceptó pues todavía tenía que hacerse de algunos aditamentos para el cuidado de su prometido. Mientras Helmut se vestía, ella se encargaba de llenar un pequeño bowl con agua ligeramente fría para contrarrestar su fiebre, un jarabe para su lastimada garganta y un poco de té para ayudarle con los malestares en general.

A lo largo de otro par de días, Natasha no se despegaba de su futuro esposo; revisaba su temperatura cada tanto, se encargaba de darle los medicamentos recetados en el segundo exacto que la hora era marcada por el reloj, su total y completa atención era para Helmut Zemo y su pequeño resfriado.

—Querida... —se había sentido mejor con respecto al ardor de su garganta, así que se permitió hablar.

—Ajá —mientras remojaba nuevamente la pequeña toalla que ponía en su frente, le indicó que podía continuar.

—Me siento mejor

—Por nada, cielo, pero no estás curado del todo —si bien no era mentira que había tenido una mejoría respecto al primer día que fue cuidado por la rusa, pero ni el tratamiento ni la enfermedad habían terminado y ella no parecía dispuesta a dejarlos de lado así como así.

Después de colocar la fresca y empapada toalla sobre su frente lo observó por unos cuantos segundos, acarició su mejilla y dejó un beso en la punta de su nariz.

—Eres fuerte, Helmut Zemo, pero pedir ayuda nunca está de más, ¿de acuerdo?

Fʟᴜғғᴛᴏʙᴇʀ [2021]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora