8. Baile lento

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Otra cita fallida a su bitácora y realmente estaba pensando en asesinar a Stark, desde que él y  Rogers comenzaron una relación se había empeñado en conseguirle una pareja a ella también. No importaba la de veces que rechazara sus ideas, ni todas las personas que le presentó; ninguna valía la pena, no para ella.

Se encontraba en el bar del restaurante; Tony realmente debía sentir culpa por todos los escenarios cursis que la hacía presenciar, al menos lo suficiente como para pagar la cena en aquel sitio, todo con tal de que asistiera. Pero otra vez, el tipo era un aburrido y, por más difícil de creer que le resultara, intentaba impresionarla con sus historias donde encontraba un tan preciado objeto para su jefe. Sí, Rogers quedaría viudo para la mañana siguiente. 

—¿El sitio está ocupado? —al menos sabía con seguridad que esa no era su cita, así que podía relajarse; apenas le dedicó una corta mirada y negó en silencio.

El hombre se sentó a su lado, inundando sus fosas nasales con el fuerte aroma de la que seguramente sería su colonia.

—¿Puedo invitarle un trago, qué está bebiendo? 

—No

—De acuerdo, un no para la señorita —fingió pedir la bebida, si no estuviera harta por el fracaso de esa misma noche, hasta habría apreciado el intento.

—¿Sabe? Este no es el momento; ya tuve que lidiar con un idiota que creía ser encantador, dos ya sería demasiado.

—Cree entonces que soy encantador

—Sé que lo intenta, pero justo ahora sólo empeora mi noche

—Bien, ¿entonces qué le parece una compañía silenciosa? —lo observó por el rabillo de su ojo, de cierto modo había captado su atención y, por lo que decía, estaba dispuesto a mantenerse callado— Vi su cita, hasta yo quería dejarlo 

—Al menos entiende por qué no quiero más intentos

—No estaba intentando nada, pero dicen que un buen momento puede vencer a uno tan aburrido como el de hace un rato

—¿Y se cree capaz de mejorarlo?

—Parece usted más interesada en mí que en su bebida, así que sé que tengo un par de puntos a mi favor 

—Natasha Romanoff —y, como si intentara demostrarle que no tenía ningún punto, su mirada pasó de estar sobre él a observar el estante de licores frente a ella, dándole un sorbo a su trago.

—Un placer, Helmut Zemo

Como lo prometió, el hombre de elegante porte se mantuvo en silencio un par de minutos, todo hasta que ella decidiera que quería romperlo.

—¿Va a quedarse así toda la noche?

—Creí que le disgustaban los parlanchines 

—El de antes, por supuesto, pero usted parece tener mucho más que contar, ¿por qué no me dices qué haces aquí, Helmut?

—Me gusta disfrutar de una buena comida de vez en cuando, y si hay una compañía como la suya, sin duda la noche se lleva un trofeo

—¿Qué tan seguido le funciona esa frase?

—Usted dígamelo, es la primera vez que digo algo como esto —el lugar estaba en completa calma casi no notaba que el desconocido había desaparecido de un momento a otro.

Decidió no darle importancia del todo, se supondría que esa noche sería su motivación para dejarle en claro a Tony que no necesitaba de una pareja, de ser posible con bastante fuerza bruta de por medio.

Tras dar un sorbo a su nuevo martini pudo escuchar música suave empezando a ser tocada, casi podría decir que le agregaba algo de romanticismo al ambiente. El combo entre el alcohol, que empezaba a subírsele a la cabeza, y la música empezaba a hacerle sentir relajada; su mano descansaba en la barra y de no ser por la tranquilidad que se había apropiado de su cuerpo, la peliroja habría pegado un ligero brinco al sentir una mano extraña posarse sobre la propia.

—¿Me permite? —se incorporó para encontrarse con el dueño de aquella voz, el hombre que recién conoció aquella noche— Solo una pieza, puede irse después si me encuentra sumamente aburrido —con una amplia sonrisa en su rostro, se giró sobre el taburete en el que había estado desde que su cita terminó y elevó su mano a la altura del pecho del castaño.

—¿Sin trampas?

—Sin trampas ni nada —le aseguró al tomar su  mano y depositar un beso sobre sus nudillos.

Le guio hacia la pequeña pista de baile y pudo sentir cómo su cintura era tomada con firmeza y su mano se elevaba un poco. Una acción tan simple como lo sería guiar se convirtió en una silenciosa batalla; cada giro era ligeramente tosco mientras la peliroja intentaba tomar la batuta de guía. Poco le tomó al más alto darse cuenta y decidirse a cederle el mando del baile que compartían. 

Cuando la batalla por fin se disipó, ambos pudieron relajarse y disfrutar de la calma, dejarse llevar por el ritmo lento de la música. Hubo un punto durante el mismo en el que se encontró más apegada al cuerpo ajeno, y podía disfrutar el aroma de su colonia, al que había empezado a acostumbrarse. No era normal que ella tuviese tanto apego a nadie, ya ni hablar de un desconocido.

La música terminó y con ella el corto baile llegó a su fin; y a pesar de ello, a la peliroja le tomó un par de segundos extra regresar sus pies a la tierra.

—¿Podré volver a verla? —agradecía mentalmente que él fuese quien verbalizara la duda que a ella también le había atacado.

—Por supuesto —se limitó a sonreír mientras caminaba de regreso hacia la barra, sin siquiera soltar el agarre que tenía en apenas dos dedos del castaño.

Nuevamente en aquel punto del restaurantetomó una servilleta y se dispuso a apuntar su número en esta. Al momento de entregársela, hizo un ademán de arrepentirse, simplemente para plasmar su rojo labial en aquel mismo trozo de papel.

No iba a decírselo a Stark, pero por fin una de sus citas basura había tenido un buen resultado, y ni siquiera con la persona que él esperaba

Fʟᴜғғᴛᴏʙᴇʀ [2021]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora