5. Cafetería

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Las ventajas de crecer además de una cierta cantidad de pelo en el pecho, era que sus padres ahora les dejaban viajar en auto a visitar a sus tíos abuelos, cuando estos regresaban por un merecido descanso después de una de sus cuantas aventuras.

El viaje era largo, casi unas diez horas si es que no decidían parar en el camino, cosa que Dipper sabía que harían varias veces durante todo el trayecto.

Podía ver la sonrisa de su hermana, estaban a unos cuantos minutos de llegar a esa vieja cafetería en medio de la nada, nunca creyó encontrar algo peor que la que atendía Linda Susan, sin embargo, el camino le demostró lo contrario. Según Mabel tenía un encanto difícil de encontrar en California, si es que puedes llamar encanto el violar la mayor parte de las normas sanitarias de cualquier establecimiento de comida.

—¡Ahí esta! — gritó Mabel sumamente emocionada. Dipper se estacionó, pensando seriamente en únicamente pedir un vaso de agua.

—Ah, nunca entenderé por qué te gusta este lugar —Mabel tomó de la mano a Dipper y los dos caminaron hacia el interior de la cafetería.

Se sentaron en la cabina que se veía “menos sucia”, Dipper miró de reojo a los que comían en aquel lugar, eran principalmente camioneros, motociclistas, hippies, incluso uno que otro vagabundo. Mabel veía con entusiasmo el menú, pensando en lo que pediría, realmente se sentía hambrienta, la mesera se acercó a ambos, Dipper pensaba en por qué seguía usando ese anticuado uniforme.

—¿Qué te puedo ofrecer guapo? —le preguntó la mesera con un tono amable, aunque acompañado de una voz extrañamente gruesa.

—Solamente un café y un sándwich de pavo, por favor—respondió sin siquiera haber mirado el menú.

—Muy bien, ¿y para tu hermosa novia? —la mesera usó el mismo tono anterior, Dipper se puso completamente rojo, estaba a punto de corregir el error, cómo era posible que pensaran que Mabel era su novia, pero antes de hablar lo hizo su gemela.

—Quiero una hamburguesa con papas y una malteada de fresa por favor— le dijo sonrientemente a la mesera. La mujer anotó la orden, y les dijo que en unos cuantos minutos estaría lista.

Dipper por varios minutos no dijo nada, odiaba tener que organizar su cerebro en muchas ocasiones antes de siquiera poder hablar.

—¿Por qué no le dijiste que eres mi hermana? —dijo Dipper con cierto tono de angustia.

—¿Qué diferencia hubiera hecho? —respondió Mabel jugando con los sobres de azúcar sobre la mesa. —Después de todo sólo somos unos viajeros más, no es como si siquiera nos recuerde en unas horas.

—Bueno si, pero —Dipper no encontraba como terminar su frase.

—Vamos Dip, cada viaje es una aventura, y si algo nos enseñó Stan es que el camino nos permite ser cualquier persona—Mabel sonreía mientras tomaba las manos de su hermano.

Eso era verdad, ellos en esos momentos, en aquel lugar donde nadie los conocía podían ser quienes quisieran. Se miraron por más tiempo del que se dieron cuenta, jugaron con sus manos, con la sensación cálida de sus dedos entrelazados. Aquello se sentía tan bien, Dipper estaba tan inmensamente feliz, por un momento perdido en el mar verde de los ojos de su hermana pensó en besarla, en por fin quitar esa distancia que los separaba, por fin se atrevería.

—¡Lista la orden para el joven galán y su novia! — decía la mesera mientras dejaba la comida sobre la mesa.

Tuvieron que soltar sus manos, ambos comenzaron a comer, mientras seguían hablando de las mil y un cosas sin sentido que se le ocurrían a Mabel.

Mientras le daba un sorbo a su café Dipper pensó que después de todo esa cafetería no estaba nada mal.

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