La aventura romántica de los gemelos Pines había durado mucho tiempo ya. Había comenzado como simples besos, tomarse las manos de forma discreta y muchas noches en las que se escabullían a escondidas a la habitación del otro para tener un momento a solas, ¿cómo detener algo a lo que se habían vuelto adictos? Cada roce, cada caricia, cada palabra, cada suspiro se volvía más y más intenso... hasta culminar en esto.
Fue durante una noche de lluvia en la que sus cuerpos ardían en deseo, luchaban por reprimir sus instintos, pero dado este paso ya no había vuelta atrás, nunca más la habría y aunque no les molestaba, la experiencia de ver sus cuerpos desnudos resultaba tan surrealista que parecía sacada de un sueño, de una fantasía. Una de sus más íntimas fantasías que se había vuelto realidad.
El toque de sus lenguas húmedas e impacientes llenaba de endorfinas cada uno de sus sentidos. En poco rato, la firme erección de Dipper escurría y apuntaba hacia la húmeda vulva de su hermana; fue como una descarga recorriendo sus cuerpos cuando por fin se unieron. Hubo un gruñido ansioso por parte de ambos, un gemido ahogado que repetía sus nombres. Las manos cálidas y suaves de Mabel se aferraron a su espalda, encajando sus uñas en ella al sentir el pene de Dipper entrando y saliendo, en movimientos intensos que le sacaban gemidos cada vez más placenteros.
—Ma-Mabel... te-te amo —susurraba Dipper en su oreja, mordiéndola
—Yo ta-también te amo... Mason —contestó ella.
Y nuevamente, en un arranque de excitación al escucharla decir su nombre, Dipper atacó su cuello, succionando y besando hasta dejarle una marca roja, no tardó en hacerle otra en su hombro, apretándola por las nalgas mientras seguía embistiéndola.
Las cosas habían cambiado mucho en muchos años...
Ese momento era suyo y de nadie más; sin importar cuántas bocas hayan probado, a cuantos más se habían entregado antes de por fin caer en los brazos del otro como tanto habían soñado mientras se sentían ahogados en la culpa.
Dipper se mordía el labio, aguantando la respiración y resistiendo sus tremendas ganas de liberar su orgasmo, pues sólo con escuchar los gemidos de Mabel se sentía en el límite de sus sentidos, y tan traviesa como era ella, le sonrió al voltearse en la orilla de la cama poniéndose en cuatro, invitando a Dipper a seguir y él no desaprovechó ni un segundo.
Al poco rato, sus gemidos y el sonido de sus caderas chocando contra las nalgas de Mabel eran lo único que se escuchaba en su casa, además de la lluvia y los truenos que azotaban la calle. Mabel apretaba las sábanas, sintiendo las gotas de sudor resbalando por su frente, el miembro de Dipper entrando y saliendo... sintiéndose llena, excitada con cada caricia y apretón que sentía en su trasero.
Hubo un último grito cuando los dos alcanzaron su orgasmo; Dipper aferró las caderas de Mabel a su cuerpo, sintiendo su cálida excitación recorrerle hasta las bolas, mientras ella sintió cada palpitación y chorro tibio de semen de su hermano liberándose dentro. Luego hubo silencio, besos, y suspiros de cansancio.
Había muchos misterios alrededor de la vida de Dipper y Mabel Pines, quizá el más grande eran ellos mismos a los ojos de los demás, siempre disfrazados como aquellos hermanos que parecían ser los mejores amigos, y en parte así era. Lo más preocupante en la mente del otro, que todavía rondaba los temores sociales, era lo mucho que habían disfrutado el haber tenido sexo, el haber roto esa última barrera entre su hermandad y su romance. La tormenta seguía, y cuando voltearon a mirarse con aquella expresión de complicidad, supieron que su idilio no acabaría, no al menos por esta noche.
Y volvieron a besarse, perdiéndose una vez más en los ojos y el cuerpo del otro.
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Momentos
RomancePequeñas o no tan pequeñas historias románticas entre la relación de Dipper y Mabel. Porque cada momento es especial, y lo prohibido lo es más. (PINECEST FLUFFTOBER)