Prólogo

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—¿Tu nombre?—preguntó la mujer de rasgos gitanos cogiendo mi mano.

—¿No deberías saberlo? ¿No lo ves todo?

—Muy bien Astraea—que supiera mi nombre me sorprendió pero mantuve la misma expresión rígida en el rostro—. Sabes como funciona todo esto.

Miré a Claude detrás mío que me incitaba a escucharla. Rodé los ojos y me concentré en la chica frente a mí.

—Veo... veo una profecía—dijo en un tono misterioso.

—¿Una profecía?—pregunté en tono burlesco.

—Sí. Esto pasa pocas veces—como si yo creyera en estas cosas—. Es antigua, muy antigua. Relatada por la primera profeta de nuestra historia. Una profecía... de dos amantes. Uno proviene de la luz, de la estabilidad, de la pureza. Y el otro proviene de la oscuridad de la pasión, del poder y de la traición. Pero apesar de venir de mundos completamente opuestos, algo los unirá. Y apesar de que estén a millones de kilómetros de distancia se amarán. Se amarán hasta el día de su muerte. Esa será la condena de uno y el regalo de otro. Que llevará a nuestro mundo a un nuevo comienzo.

—Escuchadme cuando os digo que sois una de esos dos amantes.

—No creo en el amor—dije volviendo a colocar mi cortos guantes.

—Que tu no creas en el no significa que no exista.

Resiliencia¹ (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora