23. Mariage

90 7 1
                                    

Mariage

Astraea

28 de enero de 2079

Si tengo que ser completamente sincera nunca pensé que iba a llegar a ese día. Nunca pensé que me casaría por amor, nunca pensé que podría tener la opción de casarme con quien quisiera.

Pero se había hecho realidad.

Claude terminaba de abrochar la parte de detrás de mi vestido. Mientras mi pelo estaba completamente recogido en un moño de rizos. Los tacones reposaban sobre la cama, blancos de charol con detalles de pedrería dorada en el tacón en forma de delicadas ojas.

Desgraciadamente no me habían dejado invitar al servicio. No me gustaba demasiado la idea ya que Claude y Francesca no las consideraba del servicio sino que como dos amigas más y no podía invitarlas. Por lo menos vendría Camille y dado los lazos que tenía William con la monarquía también vendría la familia real.

Claude terminó de abrochar el corsé me mandó sentarme para ayudarme a ponerme los zapatos ya que con la enorme falda no podía.

—Considero que ya estáis lista—dijo revisándome—. Lleváis algo azul—el anillo de compromiso—. Algo nuevo—el vestido—. Falta algo viejo.

—Bueno da igual ya se lo pediré a mi madre, seguramente ella tenga algo por ahí.

Ambas nos giramos cuando escuchamos como alguien tocaba la puerta.

—¿Puedo pasar?—era la tía.

—Adelante señora—Claude le abrió la puerta y después salió por ella.

—Tengo algo para ti—se acercó y puso una caja sobre mi mano—. Ábrela.

Lo hice y dentro había un pequeño brazalete hecho de hilos blancos y azules.

—Lo tengo desde hace años y pensé que tal vez te gustaría llevarlo como algo viejo.

Sonreí y me lo até a la muñeca.

—Muchas gracias.

Ese sería el momento para a un abrazo pero ni la tía ni yo éramos mucho de abrazos. Por lo que le dediqué una sonrisa y ella puso sus manos sobre mis  brazos dándoles un apretón.

—Hoy empieza tu vida Astraea.

Yo sentía que había empezado a respirar cuando Will me besó por primera vez.

—Creo que tu madre nos observa desde la puerta con miedo a entrar.

Me giré y efectivamente mamá esperaba escondida detrás de la puerta.

—Me habéis pillado—dijo saliendo con las manos levantadas.

—Le estaba diciendo lo mayor que está.

Hice mi mejor sonrisa e intenté avanzar hasta la puerta pero era casi imposible dada la anchura de la falda. Mamá y la tía se rieron y agarraron mi falda para ayudarme a salir.

Conseguimos meterme en la limusina y mi falda ocupaba la mitad del vehículo. Pronto llegamos a la iglesia y todos los invitados habían entrado ya. Los emblemas de las casas de todas las familias importantes de París incluida la familia real estaban presentes en las matrículas de los coches.

Resiliencia¹ (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora