22. Dahlia Noir

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Dahlia Noir

William

15 de enero 2079

Habían pasado ya unas semanas desde Navidad y en unos pocos días celebraríamos la boda. Aunque acordamos que Astraea se mudaría aquí después de la boda había estado pasando aquí la mayoría de su tiempo.

Ya que entre preparar la boda, y que mientras le ayudaba a organizar los preparativos siempre acabábamos en la cama pues...

La situación en París había estado bastante tranquila. No habíamos tenido más ataques desde el que tuvo lugar en mi casa, pero pronto se nos acabaría esa paz.

Estaba con Astraea en la mesa del comedor organizando las mesas para la ceremonia cuando me vibró el móvil. Ella no le dio importancia y siguió con el ceño fruncido organizando la mesa de solteros.

Miré el número que me llamaba: Desconocido.

Cogí el teléfono y me lo llevé a la oreja.

—¿Sí?

—Capitán General—dijo con un tono burlesco una voz robotizada—. Os veo feliz con la señorita Liv.

—¿Quién eres?—dije en tono duro y Astraea levantó la cabeza para mirarme sorprendida ante mi tono.

—Creo que ya lo descubriste, pero si quieres acabar con todo y que no le hagamos nada a la chica...

—Como le pongas un dedo encima hijo de puta te mato. Te. Mato—no me importaba hablar así aún que Astraea estuviera delante. No le iban a tocar.

Oí una tétrica carcajada—. Ay capitán general reuniros conmigo dentro de una hora en el callejón junto a la opera de París, no lleguéis tarde.

Y colgó.

Intenté abstenerme de tirar el teléfono q través de la habitación para no asustar a Astraea que seguía sentada apuntando algo en el ordenador.

—Me tengo que ir—solté.

—¿Ahora?

—Sí, lo siento. Sé que hago esto a menudo y...

Ella me sonrió con un brillo en los ojos.

—No me molesta, de verdad. Ve.

Asentí y subí al cuarto a ponerme el uniforme y bajar a coger el coche. Llamé a Rahim para que enviara refuerzos, íbamos a coger a ese cabrón, ese mismo día.

Atravesé las viejas calles de París hasta llegar a unas calles atrás de la opera. Llegué a la callecita junto a la opera. Lo único que se pasó por la cabeza en ese momento era Astraea.

¿Y si me pasaba algo? ¿Qué sería de ella? Nunca nos habíamos despedido, no... y en ese momento lo supe, la quería, la quería. Y no estaba seguro de si ella me quería a mi. Y que si algo salía mal nunca tendría oportunidad de decírselo.

En el callejón pude ver la sombra que había aparecido todas aquellas veces, en el Louvre, en mi casa... solo que diferente, el traje era igual. Pero no parecía la misma figura, ¿habría estado equivocado? Sería un hombre el desconocido y no una mujer. Pero si nuestras sospechas eran correctas el hombre bajo el traje sería Adrián Bertinelli y yo habría estado equivocado.

Me acerqué en silencio dispuesto a acabar con todo eso. Levanté la navaja hacia su cabeza pero me desarmó con un movimiento rápido de muñeca después de girarse de golpe para hacerlo.

—Oh... lo siento capitán general. No será así de fácil—cogió la navaja pero en vez de hacer un ademán de clavármela la tiró lejos de nosotros.

Resiliencia¹ (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora