19. Prometida

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Prometida

Astraea

Jugaba nerviosa con el zafiro que llevaba en mi dedo mientras Claude peinaba mi cabello. Esa noche teníamos la fiesta de compromiso. Ya que había salido en todos lados, periódicos y revistas de todo el país.

Mi vestido esa noche era azul, combinando con el zafiro. El vestido tenía un solo tirante del que caía una especie de capa por atrás. Apenas llevaba ya corsé, supongo que le debía a William quitarme esa mala costumbre. Era de terciopelo, decorado con detalles dorados en la parte de arriba de este. La falda no era demasiado ancha, era más cómoda para esa noche.

Mi pelo retirado de mi cara en un moño dejaba ver mis pendientes de zafiros también. Todo combinando con mis ojos.

—Claude...—la llamé mientras me colocaba mi gargantilla.

—¿Sí, señorita?

—¿Alguna vez has sentido que estás haciendo lo correcto... pero a la vez estás dañando a alguien más?

Obviamente estaba pensando en Adrián. Cuando se lo conté por teléfono no dijo absolutamente nada, me dejó terminar y colgó y después dejó de responder a mis llamadas.

—Es una pregunta muy especifica.

—Lo sé.

—Lo que hacemos no siempre puede estar bien o mal. Hay un balance siempre, y hay veces en las que tenemos que ser egoístas y elegir lo que más nos beneficiará a nosotros.

—No lo hace más justo para lo de nuestro alrededor.

—Señorita creo que...

—Da igual, olvídalo.

Y me observé en el espejo.

—Estáis preciosa, estoy segura de que vais a tener un matrimonio muy feliz. Esta noche solo preocuparos de estar con vuestro prometido.

Suspiré y justo se escuchó el timbre abajo. Era William que venía a buscarme para llevarme a la fiesta, que tendría lugar en el palacio, había movido demasiados hilos para ello.

La familia real estaría allí, ayer se anunció que la princesa Hemera estaba embarazada, de lo que todos esperaban que fuera un varón.

William me sonrió cuando me vió bajar y posó sus labios sobre mi mano.

—¿Vamos?—asentí.

Llegamos allí y cuando fuí a abrir la puerta para bajar vi que había puesto el seguro.

—No voy a entrar a la fiesta recién follada.

—¿Qué? No, no es para eso. Tienes una mente sucia yeux sahirs.

Fruncí los labios algo avergonzada y él cogió mi mano.

—Eso va a ser como una masacre te van a matar a preguntas. Y probablemente te presionen bastante, si quieres salir, sales. ¿Me oyes?

—Que sí—agarré su nuca y besé sus labios. Era un suave beso para no joder el pintalabios—. Todo va a salir bien, confía en mí.

—Siempre.

Siempre.

Y dados de la mano entramos en palacio, como si fuéramos los putos reyes del mismo. Los dos andábamos como si el mundo nos perteneciera y no solo esa noche, siempre. Porque aunque la familia real existiera los verdaderos líderes de la sociedad en aquel momento eran los Dubois, de ahí que William hubiera estado tan... cotizado. Los Dubois a pesar de no tener sangre real eran la columna vertebral de la familia real francesa si ellos se rompían, la realeza caería con ellos.

Resiliencia¹ (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora