Mentiras piadosas
Elinor
—Ten cuidado—me pidió Lisa—. No te he dicho como entrar aquí para que te mate, cosa que querrá hacer en cuanto te vea.
Bufé.
—No podrá.
Me besó la cabeza y me puse el casco antibalas. Salí del coche y lo vi alejarse hacia la oscuridad de la noche.
La valla electrificada de su casa se alzaba sobre mi junto con el sofisticado sistema de seguridad, no podía tocar la valla o acabaría en el hospital.
Suspiré y vi que me llegaba un mensaje al reloj.
"Esta desactivado, el capitán general está en su habitación, el servicio se ha ido ya."
Miré a mi alrededor cerciorándome de que no hubiera nadie. Me agarré a los barrotes de metal, y después de comprobar que no había muerto, empecé a trepar por ellos. Llegué hasta la parte superior donde había pinchos y los evité con sumo cuidado.
Pero al dar el giro para seguir bajando caí al césped del jardín.
—Joder—dije llevándome las manos al mi costado derecho. Mañana tendría un moretón, uno muy, muy feo.
Me levanté, no me dolía tanto como para pensar que me había roto algo. Me encaminé hacía la casa y vi la ventana con la única luz encendida. La puerta estaba asegurada con el sistema de seguridad y al estar desactivado pude abrirla sin necesidad de ninguna llave o código.
Subí las escaleras con mis pisadas resonando por la casa. Escuché un fuerte ruido proveniente de la habitación donde supuestamente estaba. Y me escondí detrás de una columna poniéndome en alerta.
Recé, juró que recé para que no me hubiera pillado. Seguí andando apresurando el paso y cuando abrí ligeramente la puerta de la habitación lo vi aún con su uniforme puesto.
—¿Creías que no me iba a dar cuenta?—mierda—. ¿De que has hackeado mi sistema de seguridad? Tengo el cargo más alto del ejército, ¿acaso crees que soy estúpido?
—No, solo creo que yo soy más inteligente.
—Si lo fueras no te habrías metido en mi casa si lo fueras, Adrián Bertinelli.
Me preocupó que supiera el nombre de mi instructor. Pero esa preocupación se esfumó, en cuanto me di cuenta de que no tenía ni la menor idea de quién se escondía debajo de la máscara.
Pero mientras pensaba y pensaba él aprovechó para lanzar un cuchillo apuntado a mi rostro, el cuál tomé antes de que se clavara en mi cara.
Me reí de forma siniestra.
—Tiene que ser más rápido capitán general. Tal vez ponga una orden de captura y asesinato para esa joven tan hermosa.
Eso fue todo lo que necesito nuestro capitán general para abalanzarse sobre mí, pero me aparté y acabó arrollando la puerta al chocarse contra ella.
—¡Cobarde!—me gritó aún en el suelo.
—Yo no estoy en el suelo.
Esa vez no pude esquivar la patada que me lanzó al abdomen. Por el dolor caí al suelo incapaz de levantarme, él aprovechó la ocasión para colocarse encima de mi y lanzar un puñetazo a mi rostro.
Cuando hizo el ademán de quitarme la máscara reaccioné a pesar de que me palpitaba el estómago y el pómulo y lo empujé lejos.
Escuché un estruendo en la parte de abajo de la casa.
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Resiliencia¹ (+18)
RomanceEn un mundo donde no existió la revolución francesa, ni la lucha por la libertad de las mujeres, ni los derechos del pueblo. Astraea Liv llega a Paris, a la casa de su tía. Su objetivo es claro, casarse y empezar una nueva vida. No le interesa tanto...