Todo vale en el amor y la guerra
Astraea
Actualidad
Nunca pensé que llegaría tan lejos con mi plan, pero allí estaba con mi padre y rey de Francia inclinado ante mi junto con su reina.
—Bueno... supongo que muchos de vosotros conocisteis a Atena Epinau, ¿o me equivoco?—miré entre el público—. ¿Están aquí mis queridos abuelos?
Trajeron a mis abuelos ante mí y solo podía sentir un fuerte nudo en el estómago por todo lo que nos hicieron a mi madre y a mí.
—Abandonasteis a mi madre a su suerte, no la buscasteis no la ayudasteis.
—Eres igual que ella—jadeó Despina
—¿Cómo pudisteis pensar que lo que hicisteis no tendría consecuencias?—miré al rey Lu—. ¿¡Qué clase de padre abandona a su hija en la calle?! ¡Sin ningún tipo de manutención o ayuda!
Fueron incapaces de contestar y una sonrisa de suficiencia apareció en mi rostro.
—¿Dónde está Atena?—preguntó el rey.
No lo sabía, tan poco le interesaba mi madre que ni si quiera sabía que estaba muerta.
—Atena Epinau, tu mujer y reina de Francia, murió el año pasado—pronuncié con dificultad y mis padres y mis tíos me miraron a la vez.
—Pero vivisteis bien, recibisteis las ayudas que os mandé, que no era pocas—tartamudeó el rey.
Me reí de manera amarga.
—¿Vivir bien? ¿Ayudas? Nunca mandaste nada, ¡nada! Mi madre tuvo que ocuparse de mí, desde un principio intentando sobrevivir en la mierda de trabajo que tenía mientras que yo...—me mordí la lengua. Evitando decir lo que se me estaba pasando por la cabeza ante toda la corte.
Volví a poner mi máscara de hielo.
—Y tú Genevieve, porque desde luego no eres la reina. Por ello no mereces que me dirija a ti como tal.
Se rió y su risa me causo tal repugnancia, tal asco que le pegué en la cara con la pistola, cayó al suelo escupiendo sangre sobre el limpio y lujoso mármol.
—¡Mamá!—gritó mi hermano al fondo de la sala, acercándose a nosotros. Mis guardias no dispararon, le dejaron acercarse a mí, hizo el ademán de pegarme pero levanté la espada hasta dejar la punta de mi espada en su garganta—. ¡Suelta a mis padres!—demandó.
—No acepto órdenes de bastardos.
—¿Bastardos?—inquirió la reina pero se río—. La única bastarda aquí eres tú.
—Parecéis muy convencida —dije sin apartar la espada del cuello de mi medio hermano—. Pero os recuerdo que mi madre estaba primero que vos. Vos sois la que llegasteis después, después de que ambos se casaran.
Un jadeo de sorpresa recorrió la sala y el rey bajó la cabeza, avergonzado.
—¡Mentirosa!—gritó Louis—. Es mentira, ¿verdad padre?
Y él no contestó.
—¡Traedme el acta de matrimonio! Y el libro.
Trajeron los papeles en los que claramente establecía como mis padres estaban casados y que el matrimonio de Louis con Genevieve era nulo. Lo tiré a los pies de Genevieve y su hijo para que lo leyeran, mientras que Louis era incapaz de mirar a su familia a los ojos.
—Louis...—suspiró Genevieve—. ¿Esto es... real?
Fue incapaz de contestar.
—¿Por qué no se lo preguntamos al duque y la duquesa Dubois?—dijo Adrián a mi lado—. Al fin y al cabo ambos fueron testigos en la boda.
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Resiliencia¹ (+18)
RomanceEn un mundo donde no existió la revolución francesa, ni la lucha por la libertad de las mujeres, ni los derechos del pueblo. Astraea Liv llega a Paris, a la casa de su tía. Su objetivo es claro, casarse y empezar una nueva vida. No le interesa tanto...