Juguemos
Astraea
6 de Septiembre de 2078
Un coche me llevaba hacia la capital francesa. Mi pueblo, donde había crecido y pasado la mayor parte de adolescencia, estaba lejos de la capital, pero había tenido que abandonar todo cuanto conocía para mudarme a París, para introducirme en el mercado del matrimonio. Y en París se hallaban los mejores partidos para casarse, los nobles más cercanos al rey.
No era por alardear pero yo era muy atractiva, había heredado los ojos azules de mi madre y su cabello marrón claro y liso, mi cuerpo era esbelto y no carecía de curvas, no me sería difícil encontrar a alguien.
Los hombres eran muy machistas, en mi mundo en el que vivía. Solo se fijaban en el físico, pocos se fijaban en la personalidad. Además muchos matrimonios eran arreglados, no me quería ni imaginar lo que dirían de mí, siendo una mujer soltera sin sus padres en una ciudad desconocida.
Cazafortunas, puta...
Tenía apenas veinte años de edad y ya era hora de encontrar un marido y sentar la cabeza. En la sociedad en la que vivía era lo normal. Había estado mucho tiempo viviendo en mi casa y era agradable pero prefería empezar a sentar la cabeza y empezar mi propia vida.
Me ajusté los guantes cuando empecé a ver por la ventana la gran ciudad. Me quedaría en casa de mi tía mientras estuviera aquí, mis padres no habían podido acompañarme debido a un asunto de negocios.
El coche se detuvo, me levanté de mi asiento y el chófer abrió mi puerta, amablemente me tendió la mano para ayudarme a bajar y pude contemplar las calles Parisinas, las flores resplandecían en los jardines de las casas. Toda una calle llena de mansiones y grandes casas. Con fachadas elegantes y jardines perfectamente cuidados.
La casa de mi tía era de fachada blanca y arquitectura de estilo neoclásico. El sol brillaba con fuerza aquel día, por lo que había bastante gente paseando por las calles. Miré hacia arriba y respire hondo, disfrutando del momento. Almacenado ese día en mi memoria, el día que comencé una nueva vida.
El chófer me ayudó a sacar mis cosas y las colocó delante de la verja del gran jardín de mi tía, donde las flores de distintos colores destacaban. En seguida la ama de llaves de mi tía salió de la casa, una mujer de mediana edad, de unos cincuenta años. Una alegre sonrisa iluminó su rostro y vino a recibirme.
—¡Astraea! Es una alegría tenerte aquí. A ver si le alegras un poco la vida a tu tía.
Sonreí y le tendí la mano para saludarla. Mi tía era una mujer muy rica así que podía permitirse tener muchos empleados en su casa, así como también buena ropa, joyas...
—Subidle el equipaje a su habitación—demandó la ama de llaves—. Vuestra tía Lila está tomando té con su mejor amiga. Subid a descansar hasta que llegue.
Sonreí y agarré la falda de mi vestido para subir las escaleras que había en el jardín que conducían al interior de la casa, la casa era amplia y algo oscura, todo estaba decorado con detalles dorados y tonos neutros. Olía a madera pero no ha humedad, el olor a flores inundaba la estancia por todas las que había. Una amplia lámpara de araña colgaba del techo de la recepción, dando más luminosidad al lugar.
Mire para arriba observando como la luz del sol se reflejaba en los pequeños cristales de la lámpara. Mi tía tenía un gusto exquisito en cuanto a decoración se trataba.
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Resiliencia¹ (+18)
RomanceEn un mundo donde no existió la revolución francesa, ni la lucha por la libertad de las mujeres, ni los derechos del pueblo. Astraea Liv llega a Paris, a la casa de su tía. Su objetivo es claro, casarse y empezar una nueva vida. No le interesa tanto...