Compromiso
William
Me desperté cuando noté algo recorrer mi pecho, me hacía cosquillas. Era una sensación agradable, no era nada comparado con despertarse con la alarma entre semana. Prefería despertarme con la luz del sol, o con los besos de la chica que esa noche dormía en mi cama.
Ella seguía besando mis pectorales cuando abrió los ojos y alzó la vista en mi dirección. Haciendo que se me pusiera más dura.
—Buenos días—susurré.
Ella dejó lo que estaba haciendo para inclinarse hacia mí y plantar un casto beso en mis labios. Rodamos en la cama por lo que casi pareció una eternidad hasta que ella quedó sobre mí como la noche anterior.
—Buenos días William—dijo Astraea sonriendo.
Sus pechos quedaban totalmente al descubierto. Lo que trajo un breve flashback de anoche, de como me cabalgaba sudorosa, mientras sus pechos rebotaban... Creo que fue la mejor noche de sexo que he tenido nunca. Y no quería que eso se acabará, nunca. Quería seguir disfrutando de ella, para siempre.
—Voy al baño, ahora vuelvo—se disculpó.
Me levanté de la cama y empecé a ponerme los pantalones de pijama para poder bajar a desayunar. Astraea salió del baño con una bata sobre su desnudo cuerpo. Su pelo despeinado le caía a los lados de su cara.
Nunca me cansaría de decir que parecía más una diosa que una mujer.
—¿Tienes hambre?—pregunté.
Ella asintió y se acercó a mi rodeando mi cuello con sus brazos.
—Me dejaste agotada ayer. Por lo que sí, si que tengo hambre capitán general.
Solté una carcajada y besé de nuevo sus labios.
Era domingo por lo que el servicio tenía el día libre. No quería que hablaran sobre Astrea. La gente podría llegar a ser muy cruel con las mujeres que se acostaban con hombres fuera del matrimonio. Y aunque sé que podría soportar las habladurías no quería que lo hiciera.
Bajamos a la cocina empecé a mirar que había en la nevera o en la despensa para cocinar. Pero recordé yn detalle importante.
No sabía cocinar.
Había vivido toda mi vida rodeado de empleados y gente que hiciera todo por mí.
Ella debió ver mi cara de confusión porque empezó a reírse.
—Puedes darme un yogur si no sabes...
—No, te voy ha hacer una tortilla.
—William no es...
—¡Qué sí!
Ella intentó ocultar la sonrisa, falló.
Empecé a hacer un revuelto de huevos, ya que la tortilla me parecía imposible de hacer en esos momentos, y en cualquier otro realmente.
Cuando vi el plato que había hecho lo miré satisfecho y se lo di a Astraea para que lo probará. Se llevó un trozo a la boca y pude ver que se esforzó plenamente en no hacer una mueca.
—Para ser la primera vez que cocinas no está mal...
—¿Pero?
—Le falta sal y jamón. Ven mira.
Empezó hacer el revuelto de huevos y sacó el embutido de la nevera. Lo mezcló todo con una cuchara de madera.
Cuando lo terminó me dio a probar.
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Resiliencia¹ (+18)
RomansaEn un mundo donde no existió la revolución francesa, ni la lucha por la libertad de las mujeres, ni los derechos del pueblo. Astraea Liv llega a Paris, a la casa de su tía. Su objetivo es claro, casarse y empezar una nueva vida. No le interesa tanto...